Al menos tiene buena música de Los Beatles
El director de Trainspotting y ganador de un Oscar por Slumdog Millionaire y el guionista Richard Curtis ( Cuatro bodas y un funeral, Un lugar llamado Nothing Hill) se asociaron para concretar esta película, que no queda muy claro si intenta ser un homenaje a Los Beatles o una comedia romántica almibarada, al estilo de Gigí, un musical clásico del Hollywood de los 50.
En esa frontera de intentar dilucidar cuál fue la intención, que algunos definen como original, Curtis elabora un guión en el que un músico al que nadie escucha, y no porque sea malo (que recuerda al protagonista de Balada de un hombre común), es víctima, mientras se traslada en su bicicleta, de un corte de luz en todo el planeta. En medio de la oscuridad, el muchacho choca con un auto y termina en el hospital. Lo curioso es que cuando se despierta descubre que en Google no figura el grupo musical Los Beatles, ni sus amigos, ni nadie conocen su música. Solo él es el beneficiado que se sabe de memoria todas las canciones de los fabulosos cuatro. Frente a esta extraña situación, se ad
judica la autoría de las letras y la música y los que lo escuchan terminan embelesados. Así se suceden recitales multitudinarios, aplausos y giras y, como es lógico, aparece una empresaria dispuesta a explotar al muchacho con cara de incrédulo, pero con poco de tonto, imaginando que ella y él terminarían millonarios. Y todo parece ir bien, hasta que el diablo mete la cola y al trovador ingenuo no le queda más alternativa que declarar el plagio.
En medio de la vorágine de fans y admiradores y de la aparición de un músico como Ed Sheeran (el mismo que acaba de grabar un video con el trapero cordobés Paulo Londra), que define al protagonista Jack Malik (Himes Patel) con el calificativo de Mozart, mientras él se califica como un Salieri, se ubica el zumbido constante de la amiga de la infancia de Malik, y también representante, que está enamorada de él, pero él nunca se da por enterado y cuando lo hace no lo cree, o es tarde.
Con el telón de fondo de estas absurdas situaciones, Danny Boyle intenta imitar, sin lograrlo, a Richard Lester en ¡Socorro!, o Yeah, yeah, yeah!, salpicando la pantallas de situaciones poco creíbles y remanidas, de las que solo se rescata la música de Los Beatles y Ed Sheeran.