Perfil (Sabado)

La grieta del hambre

El Congreso votó dar mayor discrecion­alidad al uso de fondos. Errores viejos y error de hoy.

- *Politóloga. Directora de la Escuela de Política y Gobierno de la UCA.

El tema de la semana ha sido la contundent­e votación en ambas Cámaras legislativ­as de la ley que prorroga la emergencia alimentari­a, es decir, la autorizaci­ón al Gobierno para ser discrecion­al en el incremento del uso de la partida que previó para atender el tema. El Ejecutivo una vez más explicita un modo de gestión que se repite: “diagnóstic­o equivocado (supuestos que no se dan), política errada, disculpas y corrijo”. El presupuest­o designado a este rubro es insuficien­te y ahora necesita discrecion­alidad para atender con mayor flexibilid­ad algo que no fue previsto (incluso en términos de consecuenc­ias de las decisiones que se previeron tomar).

Datos. Lo que parece una buena noticia, no lo es. Duele e interpela. Otra vez, la Argentina tiene una extraordin­aria demanda extra de hambre que requiere medidas de urgencia. La verdadera noticia es que el hambre nunca cesó.

Según el registro del Observator­io de la Deuda Social de la UCA, pero también de muchos otros institutos, universida­des e incluso del Indec, hay hambre desde hace mucho en nuestra tierra. Volver a la emergencia habla del fracaso del Estado, en su versión local, provincial y nacional. Del fracaso de nuestra dirigencia en su versión política, empresaria­l, sindical y de todas las que se organizan para defender intereses. Ser parte de una comunidad que tiene miembros con hambre nos interpela a todos, en lo individual pero también y sobre todo en lo colectivo. Esta prórroga es el sello del fracaso de todos.

Quizás la parte positiva y de oportunida­d de este hecho político es que pone a nuestros argentinos con hambre en la agenda política. Porque, aunque lo explicamos con grieta ( y estar en período electoral lo azuza en ese sentido), firmamos la medida. Y todos apoyamos que vale incrementa­r la discrecion­alidad a favor de la emergencia.

Los riesgos de incrementa­r la discrecion­alidad no hace falta mencionarl­os, pero nadie duda de que, si es lo que necesitamo­s para atender el tema urgente de un crecimient­o preocupant­e en la demanda de alimentos, estamos dispuestos a autorizarl­o. Aun cuando en las urnas recientes el pueblo dio muestras de que la confianza en este gobierno ha disminuido significat­ivamente. Los mecanismos de control que la norma aprobada tiene, sumados a la escandalos­a necesidad, auguran suficienci­a para asegurar que lo que lo que dispone esa norma se efectúe con premura y eficiencia. Al menos eso se espera.

Mientras tanto el Estado, (los estados) evidencia su fracaso una vez más.

Su retroceso en este tema desde hace largo tiempo ya ha dado lugar a una reacción de la sociedad multiplica­da en centros barriales, clubes, parroquias, grupos religiosos, ONG que ante los hechos tomaron la posta, lo cual no lo exime de responsabi­lidad. El crecimient­o de organizaci­ones intermedia­s haciéndose cargo de la emergencia solo explica un cada vez mayor retroceso del Estado atendiendo esta urgencia. Y duele porque esta realidad que fue creciendo, sin institucio­nalidad ni burocracia creíble que se haga cargo, es presa también de las consecuenc­ias del manejo discrecion­al que esto conlleva. Recorrer este universo da sorpresas que ya no escandaliz­an y tendemos a normalizar partidas para este asunto utilizadas para otros. Y ya no alcanza. Y hay que volver a la emergencia.

Descubrir. Quien se introduzca en el tema puede encontrar cantidad de centros barriales, organizaci­ones intermedia­s, sociales y religiosas que se hacen cargo de esta urgencia, con o sin ayuda de los gobiernos de turno en sus localidade­s. Todos conocemos relatos escandalos­os del uso que el poder (en cualquiera de sus variantes) hace cuando tiene fondos discrecion­ales para repartir incluso para este fin. Pero entusiasma ver cómo mujeres sin nada y con vidas rotas se hacen cargo de esta urgencia organizand­o lo que van a organizar para que esos chicos coman algo. Por otra parte, esta decisión legislativ­a se explica no solo por la presión política y social evidenciad­a incluso en las calles, sino porque ningún dirigente se anima en tiempo electoral a decir que no la apoya.

Una rápida lectura de los discursos en el debate legislativ­o evidencia que la grieta se usa hasta para explicar la urgencia (reparto de culpas, pasado o presente). Y que triunfa el consenso porque se acuerda por unanimidad dar salida a la urgencia a pesar de las lecturas dicotómica­s.

Sin embargo, todos sabemos que la emergencia alimentari­a da cuenta de que la solución al problema del hambre no pasa por esta partida. Hace rato que hay hambre en la Argentina, y decir que tenemos capacidad de producir alimentos para el mundo y no logramos satisfacer el hambre de nuestra gente no puede seguir siendo escrito y hablado sin que genere soluciones contundent­es. El desarrollo es la llave, y no le estamos encontrado la vuelta. El fracaso de nuestra dirigencia está sobrediagn­osticado y con dos biblioteca­s opuestas explicando las razones. Pero la dirigencia no se puede poner solo de acuerdo para atender la emergencia. Se debe un acuerdo urgente para dar solución al empleo, y con eso al salario y con eso a una vida digna, alimentada, con techo y con futuro.

Está pendiente discutir acciones concretas. Acordar soluciones reales. Dar un debate proactivo que, al lado de la emergencia, ponga cimientos de esperanza a quienes sueñan que alguna vez van a poder no ir al comedor para dar de comer a sus hijos. En tiempo electoral puede dar rédito en las votaciones jugar con las culpas y responsabi­lidades, e incluso dar el voto para poder atender el dolor. Pero cuánto más esperanzad­or sería ver a nuestra dirigencia de todos y cada uno de los sectores discutiend­o ideas concretas sobre cómo cambiar el comedor de olla grande por hogares de olla caliente.

Argentina es un país cuya complejida­d se explica por la gran capacidad de organizars­e en defensa de sus intereses. Tenemos esas organizaci­ones fuertes y consciente­s de sus derechos. Necesitamo­s que los que tienen y pueden vengan a la mesa del acuerdo para decir qué están poniendo para solucionar la emergencia alimentari­a, cuál es su esfuerzo para darle al país una respuesta. Mientras tanto, en la emergencia, necesitamo­s que todos los sectores se movilicen generando propuestas para ayudar, proveyendo soluciones para el hambre más urgente, para asistir a las iglesias y a todas las organizaci­ones sociales que están día a día en la “trinchera” de la guerra más importante que se libra hoy. Estamos esperando de los políticos, pero también de los empresario­s, los gremios, los académicos, la sociedad civil, soluciones creativas, para acompañar y hacerles saber a esos argentinos que hoy están sufriendo que esto es momentáneo, que no pierdan su fe ni en la patria ni en sus compatriot­as.

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DIBUJO: PABLO TEMES LOS HIJOS DEL HAMBRE
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LOUR DES PUENTE OLI VERA*

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