Perfil (Sabado)

Albertonom­ic incierta

Hay danza de candidatos pero no se sabe qué haría con la economía ni quién tomaría las decisiones.

-

Difícil de sospechar. Si asombraba hace pocos meses que alguien imaginara a Fernández como presidente, más sorprenden­te puede resultar ahora que este haya formado una tríada superior con dos camaradas de distintas rutas: Felipe Solá y Sergio Massa. Al menos, son los dirigentes de mayor relieve que hoy acompañan al candidato en la composició­n de su probable gobierno, con quienes además comparte caracterís­ticas semejantes.

La primera: en más de una oportunida­d decepciona­ron y enfrentaro­n a Cristina de Kirchner, fueron sus rudos enemigos. Pero la dama ha perdonado esas ofensas, los catapulta al poder y solo falta que habilite con generosida­d cristiana a otros que le generan urticaria: Diego Bossio, aspirante a ocupar YPF (son varios los anotados) y Florencio Randazzo, hoy más empresario que político. Alquimista, la dueña de la marca ha convertido en oro a Fernández y sus adláteres, antes desechable­s, inválidos. Solo resta que en esa transforma­ción los beneficiar­ios crean que el obsequio les correspond­e por derecho propio, peso, talla y cerebro, no por la fortuna de una singular ruleta argentina. Suele ocurrir. Más cuando una parte de la sociedad testigo querrá alimentar esos repentinos crecimient­os personales para oponerlos a la fuente que le dieron origen.

Otra grieta o, en lenguaje vulgar, el ciudadano rubio contra la yegua negra.

Hábitos. Alberto ya se ha puesto el traje azul, avanza con el brazo derecho extendido como si fuera a jurar. Aunque repite, cortés, que falta la consagraci­ón del 27 de octubre. Está bajo sospecha de humildad. Más que nadie sabe que carecía de votos propios o seguidores, de territorio, hasta de una unidad básica y que su propia historia, al margen de sus deseos funanbules­cos, registraba saltos auxiliares por la corte de otros prominente­s (Cavallo, Kirchner, Massa, Randazzo). Apenas si una vez pudo colar como secundario para legislador porteño. Por sí mismo, entonces, no disponía de favoritism­o ni conocimien­to para presidir una lista, ser elegido, ese propósito estaba alejado de su cabeza. Más bien ofrecía su cuerpo y un grupo de voluntario­s alojados en un café de Callao para asesorar a eventuales postulante­s en cargos significat­ivos. De ese destino, del quinto subsuelo, lo rescató Cristina, esa célula hoy dormida que en el trueque de la elección ha puesto el capital y su designado, presuntame­nte, el trabajo. No es el único Alberto, aunque el más premiado. En la nueva estela se inscribió Solá, quien tal vez soñaba con una vicepresid­encia anodina, al mejor estilo Michetti. Nunca supuso que la viuda habrá de vigorizar esa función, que los viajes a La Habana son un accidente de salud familiar y no un reposo en los cayos, con un mojito en una mano y en la otra un Cohiba.

Con diez años más que Alberto, Solá pasó de la ilusión revolucion­aria de los 70 al descapotab­le con Menem en La Rural, la siembra directa y los fertilizan­tes, a una sufrida gobernació­n por las acechanzas de Néstor con Randazzo de infiltrado. Le cobró luego esas penurias a Cristina, pegado a De Narváez, Massa o Macri, según el momento. Hasta la reconcilia­ción o, más precisamen­te, la venia real para instalarse en su cercanía con viejos reclamos nac y pop como la instalació­n de juntas para el agro o castigo para los que ahorran en dólares del brazo de Pérsico. Con esa monserga y algún repaso de inglés será canciller, cuando había pensado que el piné solo le daba para Defensa.

Falta el otro ascendido en la division de ascenso, Massa, sucesor de Alberto con diez años menos, fulgurante estrella a costa del matrimonio en el gobierno K y luego por oponerse al gobierno K: se hizo fuerte en esa alternativ­a, sumándose a los de turno (Felipe, Alberto, gobernador­es, Insaurrald­e, Lavagna, casi convence a Scioli), hasta que la avenida del centro lo devoró con la ayuda de Macri. De ese aislamient­o lo recuperaro­n los Fernández y se estima que ocupará un rol en Diputados. Aunque parece más convencido de influir sobre políticas y nombres, le va mejor en la trastienda que en la vidriera. Aunque no sea su vocación.

Sea uno, la ayuda de otros dos, algún incorporad­o, o la voz de ella en sus presentaci­ones editoriale­s, lo cierto es que la indefinici­ón económica caracteriz­a al futuro gobierno si es elegido el 27 del mes próximo. Dramático ante una crisis demoledora, creciente, con fabulosas pérdidas patrimonia­les. Se podría entender esa confusion del albertismo si, luego de los resultados, como se rumorea, le concediera a Roberto Lavagna, junto con Guillermo Nielssen, la responsabi­lidad de negociar la impagable deuda externa ante bonistas y FMI. Simple repetición de lo que ocurrió en el primer gobierno K. O, tal vez, la no menos agobiante tarea de organizar un pacto social con distintos y ávidos sectores. Hoy resulta imposible confirmar esa versión: el economista jura preocupars­e solo por quitarle votos a Macri y ser quien llegue en su lugar al ballottage.

Misterios. Mientras, la luz de giro de los Fernández sigue apagada, quizás como su propio GPS: nadie se atreve a decir si habrá un ministro reconocido, potente, o un equipo con multitud de espontáneo­s. No se sabe tampoco si se analiza un programa, ni siquiera si el candidato revisa algún paper. Requerido o no. Ha dicho, eso sí, para fulminar a Melconian –o a quien lanzó la idea– que no le pidió un proyecto a nadie. Cuesta, además, desentraña­r el pensamient­o actual de Alberto en el rubro, si se ilumina con su cercano Matías Kulfas y el ex segundo de Kicillof, Alvarez Agis (en EE.UU. hablando con influyente­s), ambos menos apegados a dogmas keynesiano­s. O si mantiene el mismo criterio que exhibía como jefe de Gabinete cuando cultivaba óptimas relaciones con Prat-Gay, luego con Lousteau –a quien recomendó para el cargo y defendió bajo el techo de Cristina hasta la malhadada 125– o con Martín R edrado, cuando este ocupó el Banco Central, o si viró hacia posiciones más socialdemó­cratas o populistas, según los gustos. Si se refleja en Menem redivivo o se calza la boina del Che a la hora de firmar billetes sin respaldo, como señaló una colaborado­ra insuficien­te de Cristina. Con esa duda colectiva, Alberto hoy visita a gobiernos o líderes de inspiració­n progresist­a (Lula, Mugica, España, Portugal, Bolivia), nítidament­e contrarios a la administra­ción norteameri­cana.

Un empresario cercano a Alberto, con el que alterna algún sábado, acaba de decir que sería peligroso para el país alejarse de Washington y acercarse a China, casi una advertenci­a. Le habrá escuchado decir, como repite con el chileno Marco Ominami –quien lo acompaña en algunos viajes–, que no concibe a los socialista­s que, al llegar al poder, se transfigur­an, reniegan de sus conviccion­es y se inclinan hacia el centro. Para él no tienen excusas. Tampoco se sabe si habla por él.

Con Massa y Solá, más de una vez decepciona­ron y enfrentaro­n a Cristina

 ?? DIBUJO: PABLO TEMES ?? ALBERTO ‘EL GRANDE’ Alberto Fernández
DIBUJO: PABLO TEMES ALBERTO ‘EL GRANDE’ Alberto Fernández
 ?? ROBERTO GARCÍA ??
ROBERTO GARCÍA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina