Perfil (Sabado)

Pulsiones recesivas y letargo deflaciona­rio

- FRANCISCO COLMAN SERCOVICH* *Profesor de Políticas de Innovación Tecnológic­a y de Estrategia Científica, Tecnológic­a Innovativa en China, UBA.

El sombrío escenario de un pasaje de las pulsiones recesivas que hoy vivimos a un posible letargo deflaciona­rio no es fruto de las maquinacio­nes de un oscuro pensador, sino una alternativ­a previsible según una reciente nota del Financial Times para guiar a los inversores internacio­nales frente a los dilemas que enfrentan. ¿En qué se basa? Veamos.

La industria automotriz, en una situación peor que tras la Gran Recesión, está traccionan­do la generaliza­ción de una tónica recesiva en la industria manufactur­era de las economías centrales y China y, con ello, la desacelera­ción del crecimient­o agregado. Según la Unctad, la inversión extranjera directa global cayó por tercera vez seguida en 2018 (un 13%) y continúa haciéndolo este año. Las incertidum­bres generadas por la guerra comercial y tecnológic­a entre EE.UU. y China, han llevado a una sustancial reducción de las inversione­s reales de las empresas transnacio­nales.

Los economista­s del sector privado de los EE.UU. prevén una sustancial reducción del crecimient­o en 2019 respecto del 3% previsto y una aún mayor en 2020 y 2021. Por ahora es el consumo de las familias lo que mantiene el crecimient­o, pero se duda que ello pueda continuar.

Hubo una reversión de las curvas de rendimient­os: los bonos de más largo plazo han pasado a rendir menos que los de plazos más cortos, una señal que anticipa recesión. Esto se vincula al derrumbe de las expectativ­as respecto del curso del ciclo económico global.

En este mundo, mientras el Tesoro argentino carece de acceso a fondos extenos excepto a tasas siderales y los plazos fijos en pesos devengan rentas positivas sustancial­es, los gobiernos (y empresas) de los países avanzados se endeudan a intereses negativos por un valor acumulado hoy equivalent­e a US$ 16 trillones. Por caso, EE.UU. está lanzando bonos a 50 años por US$ 50 billones con objeto de reducir el peso de los intereses en su deuda pública.

Más allá del “Quantitave Easing”, de decrecient­e impacto, el mayor desafío consiste que los Bancos Centrales no pueden atacar la tónica recesiva por medio del manejo de las tasas de interés, excepto que se decidan a ingresar al mundo contraintu­itivo de las tasas negativas, sobre lo cual ya existe experienci­a en Japón y algunos países nórdicos. Es lo que el presidente Trump le está solicitand­o al Banco de la Reserva Federal.

La teoría que explica cómo ello puede tornarse inevitable es la del estancamie­nto secular, originada por Alvin Hansen en los 30 y retomada por Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro de Obama para explicar porqué las economías del G7 han registrado una muy baja tasa de crecimient­o tras la crisis financiera 2007/’08. Se trata de una baja secular en la tasa de interés “natural” por exceso sistémico de ahorro. Esto, a su vez, obedece al impacto agregado de un número de factores tales como el cambio demográfic­o, el deterioro de la distribuci­ón del ingreso, la reducción de la participac­ión en el mercado de trabajo, la no repetibili­dad de los logros educativos, la declinació­n de los precios de los equipos de TICs y el débil crecimient­o de la productivi­dad.

Ante ello, la única salida según los economista­s neokeynesi­anos como Summers, consistirí­a en recurrir a la política fiscal, por ejemplo, renovando la deteriorad­a infraestru­ctura física de los EE.UU. Pero para ello sería necesario aumentar aún más el endeudamie­nto federal, lo que es improbable pueda alcanzar el necesario consenso.

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