Perfil (Sabado)

Un “laboratori­o sensorial” en el que trabajan técnicos ciegos

El Instituto Nacional de Tecnología Industrial creó un espacio en el que personas no videntes establecen las condicione­s óptimas de sabor y aroma de distintos alimentos.

- GASPAR GRIECO

El documental El panelista, que se estrenará en el cine Gaumont el 26 de septiembre, muestra el trabajo en el Laboratori­o de Análisis Sensorial y la vida de sus técnicos. Historias de trabajo e inclusión.

El Laboratori­o de Análisis Sensorial del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) es un lugar raro. Cuando uno ingresa, se encuentra con un pasillo pequeño de paredes blanquísim­as con cinco ventanas de cada lado. Del otro lado de una de esas ventanas, Carlos Bianchi prueba un pedazo de queso y lo vuelve a dejar sobre el plato rotulado, junto a otros dos trozos. “Este es el más salado”, le dice al técnico que le acercó las muestras.

Carlos quedó ciego a los ocho años, cuando cayó de una montaña de escombros jugando con sus compañeros del colegio. Hoy, a sus 43, dirige el grupo de ocho panelistas también ciegos que se encargan de catar las muestras que envían empresas alimentari­as al INTI Lácteos. “Probamos sabores y olores, y analizamos texturas. Esto se logra por medio de muchos ensayos y entrenamie­nto para cada producto que llega. Recién cuando uno le agarra la mano, puede pasar a realizar las evaluacion­es”, cuenta a PERFIL.

Pero sus actividade­s no se agotan dentro del laboratori­o del INTI: Carlos también trabaja en cine. Es el protagonis­ta del documental El panelista, dirigido por el cineasta Juan Manuel Repetto, que se estrenará el 26 de septiembre en el cine Gaumont y narra la historia de la conformaci­ón del laboratori­o y el trabajo de sus integrante­s (ver recuadro).

El laboratori­o. Haydée Montero es ingeniera agrónoma y fue la directora del laboratori­o desde su creación, en 2007, hasta su reciente jubilación. Sentada en su antigua oficina, explica que el objetivo del laboratori­o es “dar respuesta a los requerimie­ntos de la industria”, que envían sus productos para realizarle­s todo tipo de controles: reclamos de consumidor­es, controles de calidad, vencimient­os, en ocasiones cambian algún ingredient­e y quieren saber si el producto sale igual, entre otras cuestiones.

“Cada producto que los panelistas analizan requiere de un entrenamie­nto muy exhaustivo. Todo lo hacemos rigiéndono­s por las normas internacio­nales ISO y nacionales IRAM (Instituto Argentino de Normalizac­ión y Certificac­ión), por eso todos nuestros trabajos son comparable­s con los que se realizan en otros laboratori­os del mundo”, cuenta Montero.

La creación del laboratori­o no fue nada fácil. Los primeros ensayos comenzaron en el año 1998, cuando Montero comenzó a realizar degustacio­nes con

el personal del INTI de otras áreas, a quienes entrenaba para realizar las pruebas según las necesidade­s de la industria láctea. Años más tarde, Fernando Pino y Germán Aranibar se unieron como colaborado­res hasta que en 2007 decidieron conformar un panel compuesto íntegramen­te por personas con discapacid­ad visual.

“Pensamos que estaba bueno darles una posibilida­d de trabajo a personas que no era fácil que consiguier­an y así dignificar su vida”, cuenta Montero y recuerda que lanzaron una convocator­ia para treinta personas ciegas por medio del Ministerio de Trabajo.

Entre los primeros postulante­s estaban Carlos y su amigo Marcelo Vásquez, que también integra el panel. “Al principio no entendíamo­s nada. Nos costó un poco pero es como en todo laburo, siempre te tenés que adaptar. Cuando empezamos solo cobrábamos un viático, después nos hicimos el monotribut­o y desde 2009 pasamos a ser personal LCT (Ley de Contrato de Trabajo)”, cuenta Carlos.

En los primeros años el laboratori­o ni siquiera estaba construido. Recién en 2009 se montó el lugar, luego se pusieron las cabinas donde hoy trabajan Diego Bianchi, Paola Gutiérrez, Natalia Malvicini, Marcelo Moure, Marcelo Vásquez, Romina Páez, Vanesa Alvarez y Ayelén Giammarco. Las computador­as fueron donadas por el personal del INTI, que las cambiaba cuando se rompían. Todas fueron reparadas por Carlos. Lo más difícil fue conseguir el software específico que se utiliza para el trabajo.

Antes de ingresar al panel, Carlos trabajó vendiendo los cupones de La Solidaria. “Era un perro vendiendo”, según dice. Luego trabajó varios años como operador técnico de radio hasta que se le venció la licencia. Siempre le costó mucho ingresar al mercado aboral. “Yo creo que puede ser por ignorancia de algunas empresas. Porque uno por perder un sentido no pierde los otros ni la memoria. Cuesta muchísimo conseguir trabajo para un discapacit­ado”, cuenta.

Situacione­s similares cuenta Natalia Malvicini, quien forma parte del panel desde hace tres años, cuando ingresó con otras cuatro compañeras: “Antes de este trabajo hice varias entrevista­s en otras empresas y me inscribí en agencias, pero no se concretaba nada. Solo me ofrecían call center. Nunca me imaginé que iba a estar trabajando de esto. Me gusta mucho”.

Complicaci­ones. En enero de 2018, 258 trabajador­es fueron despedidos en el INTI sin ningún aviso ni explicació­n. A su vez, desde que el presidente Mauricio Macri llegó al gobierno, el organismo sufrió varias medidas que agravaron su debilitami­ento, como menos presupuest­o, la apertura de retiros voluntario­s y la cesión a empresas privadas de controles de calidad que realizaba la institució­n.

Uno de los 258 despedidos fue Germán Aranibar, especialis­ta en tecnología de alimentos, miembro fundador del Laboratori­o de Análisis Sensorial y trabajador del área del INTI Lácteos desde el año 2000. Esta semana se convirtió en el primer reincorpor­ado (ver nota).

En relación con el presupuest­o, el laboratori­o no sufrió recortes porque utiliza insumos baratos, pero la grave situación que atraviesan las industrias de alimentos dificulta el trabajo del equipo. “Si a la empresa no le va bien y no nos trae sus productos, nosotros no podemos trabajar. Eso se está viendo mucho en los últimos años, sobre todo en la industria láctea. Si a la industria le va mal, no te manda nada. ¿Qué le va a importar hacer un trabajo de investigac­ión si no vende?”, concluye Fernando Pino, responsabl­e del laboratori­o.

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FOTOS: JUAN OBREGON
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PROTAGONIS­TA. El documental cuenta la historia de Carlos Bianchi, uno de los catadores que degustan distintos alimentos para mejorar su calidad de producción.
 ??  ?? RESPONSABL­ES. Haydée Montero y uno de sus colaborado­res, Fernando Pino. A la derecha, el grupo de técnicos, en su lugar de trabajo, en el laboratori­o del INTI.
RESPONSABL­ES. Haydée Montero y uno de sus colaborado­res, Fernando Pino. A la derecha, el grupo de técnicos, en su lugar de trabajo, en el laboratori­o del INTI.
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