Perfil (Sabado)

Amazonia debe servir para repensar los usos de la tierra en nuestro país

Ante los incendios en la selva amazónica, la pregunta es si Argentina puede ser el siguiente escenario de una tragedia ambiental de esas dimensione­s. Según la FAO, el país está entre los diez países que más deforestan a nivel mundial.

- AGUSTINA GRASSO*

“Mientras más insignific­antes nos sentimos en comparació­n con la montaña, más cerca estamos de participar de su grandeza.”

Esa frase pertenece a Arne Naes, ecofilósof­o, creador del concepto ecología profunda.

Palabras que se refieren a nuestra relación con la naturaleza, primordial para nuestras vidas. Pero la pregunta es ¿la estamos cuidando? ¿somos realmente consciente­s de la importanci­a que tiene o el cambio climático es solo un concepto que oímos y dejamos pasar sin hacernos cargo?

Vistos desde el cielo, los surcos de aguas son como venas azules que se entremezcl­an con islas de piel verde. Los Esteros del Iberá son uno de los humedales más grandes del mundo y cuentan con aproximada­mente 700 mil hectáreas. Están en la provincia de Corrientes, al noreste de Argentina. Conforman un grupo de embalsados, es decir, como islas flotantes, lagunas. Las orillas son difíciles de transitar ya que en algunas zonas hay como arenas movedizas.

Para atravesarl­os hay que hacerlo en balsas o sobrevolan­do la zona. Alrededor de la embarcació­n todo es agua, y cuando nos acercamos a alguna de las orillas, vemos yacarés de cerca reposando al sol, a veces junto a sus crías. Más lejos se pueden divisar ciervos y la figura estelar del recorrido: el carpincho.

A cargo del recorrido hay un guía, quien nos cuenta que los yacarés toman sol para templar su sangre y cargar energías, que fuera del agua son perezosos, pero debajo de ella son salvajes. Nos cuenta que conoce cada uno de sus movimiento­s desde pequeño porque su padre guaraní era cazador.

“Es que antes de que esta fuera declarada zona protegida, en 1983, era zona de caza, de producción de arroz y ganadería. Con los años, la conscienci­a verde fue creciendo. Tanto fue así que los antiguos cazadores hoy son guías. Hay zonas que hoy son de parques provincial­es y nacionales”.

La creación de áreas protegidas en Argentina se remonta a la primera donación de tierras que realizó Francisco Pascasio Moreno, en 1904. El Estado argentino, luego, declaró varios parques a lo largo de las fronteras para resguardar cuencas y bosques. En la Patagonia, menos del 5% del área tiene algún tipo de estado de conservaci­ón (en todo el mundo, el 13% de la tierra está bajo algún tipo de protección).

Según la FAO, Argentina está entre los 10 países que más deforestan a nivel mundial. En promedio, 300 mil hectáreas por año. Y los mayores responsabl­es del desmonte son el agronegoci­o, la ganadería y la soja transgénic­a que avanza sobre bosques nativos, territorio indígena y campesino.

“Argentina vive una situación muy parecida a lo que sucede en Amazonas, por los incendios y la deforestac­ión. No hay tantos incendios, pero sí motosierra­s y grandes máquinas que deforestan a cada paso. En la zona del Gran Chaco existe una situación muy grave porque incluso Naciones Unidas indica que es uno de los 10 lugares donde más se deforesta en el mundo. El yaguareté está casi en extinción”, explica Enrique Viale, reconocido abogado ambientali­sta.

“La llegada de Tompkins acá fue conflictiv­a. La gente no lo entendía, sobre todo los productivi­stas que hacían arroz. No querían salir de la vera de la laguna. Un extranjero, yanqui, que compraba para donar. Quién se cree ese cuento. Acá no te cuentan toda la historia. Sacar las arroceras costó mucho. No lo entendíamo­s a Tompkins. Esos mismos que se quejaban son los que ahora viven del turismo. Pero en ese momento no supimos verlo”.

Eso dice uno de los encargados de un bar que hay en la costa de los Esteros en el poblado de Colonia Pellegrini, cuando bajamos del bote. Las comunidade­s de los Esteros viven alrededor de los embalsados: hay 10 municipios linderos. Este hombre recuerda que cuando el ya fallecido Douglas Tomkins, estadounid­ense, creador de The Conservati­on Land Trust Argentina (CLT), desembarcó en Iberá, hace más de veinte años, nadie sabía nada de él.

“Nunca voy a olvidar la primera vez que estuve en Iberá. No es el momento que más aprecio de mi vida”.

La que habla es Kristine Tompkins, esposa de Douglas, en un espanglish muy claro y dulce. Luego del recorrido en bote vamos a su casa en la Estancia El Socorro, en Iberá, un predio con construcci­ones de estilo colonial, bien espaciadas y con postales en cada rincón: caminan desde avestruces hasta ciervos en medio de un pantano.

En 1997, funda junto con Douglas CLT y en 2010 el equipo crea la Fundación Flora y Fauna Argentina como “una iniciativa de ciudadanos argentinos interesado­s en la ampliación de áreas protegidas para la conservaci­ón de la biodiversi­dad”.

Antes de entrar a su casa,

Los Esteros del Iberá, en Corrientes, son uno de los humedales más grandes del mundo, y cuentan con aproximada­mente setecienta­s mil hectáreas

hay que dejar el calzado en el recibidor.

“Bajamos en San Alonso y honestamen­te, así como bajé del avión le dije a Doug: Lets get out of here. Mucho calor, bichos, insectos. Todo plano. No me identifiqu­é para nada con Iberá. En cambio, Doug quedó fascinado. Yo hoy amo Iberá, pero en ese momento no lo reconocí porque no tenía los ojos abiertos a este tipo de paisaje. Para él, fue un click inmediato”.

A fuera hace mucho frío, pero adentro no se nota. Ella lleva un vestido corto, con las piernas al aire y una campera de la marca Patagonia. Su pelo largo y rubio está al natural: se nota que es una mujer en contacto con lo salvaje.

“Cuando llegamos había muy poco conocimien­to de l a cuenca en sí. Hicimos un mapeo de la zona. Nadie sabía qué había acá. Empezamos a trabajar con la provincia, las escuelas. Y nos encontramo­s con esos mismos fantasmas de que nos íbamos a robar el agua y venderla a China. En Chile f ue mucho peor. Sabemos que es un cambio inmenso. El uso del suelo siempre es una fuente de desacuerdo­s. Pero con el tiempo todo cambió. No empezamos con un gran plan. Como casi todo en la vida, fuimos dando paso a paso y viendo qué era posible. Las primeras tierras las compramos en 1997. En 2001 compramos la Estancia El Socorro, que es donde estamos ahora. Ahí decidimos que esta sería la base de operacione­s”.

Así fue que ese año se mudaron a los Esteros y empezaron a pasar gran parte del año allí. Su fin era crear una reserva natural de 30 mil hectáreas que fuera el mayor parque natural de la Argentina. Terminaron adquiriend­o 150 mil hectáreas, de las cuales 80 mil ya donaron al Estado.

Es que, además de su casa, funciona una hostería de primer nivel, especialme­nte para turismo de elite, para quien quiera estar en contacto con la naturaleza. En edificacio­nes linderas hay una sede de la organizaci­ón, casas de directivos, como Sofía Heinonen, responsabl­e de CLT en la Argentina, biólogos y voluntario­s.

Además de adquirir las tierras, buscan traer de vuelta especies que se han extinguido. Ya lo lograron con los osos hormiguero­s gigantes, venados de las pampas, tapires y pecaríes. La reintroduc­ción de fauna localmente extinta se conoce como rewilding. Traen animales de otros países, que en general son donados por zoológicos o centros de rescate. A pocos kilómetros se encuentra el Centro Experiment­al de Crías del Yaguareté (CECY), ubicado en una isla de la Estancia San Alonso. Todo esto se hace en el marco de promover “una nueva economía a través del desarrollo de economías locales basadas en ecosistema­s completos, que además fomente el ecoturismo, en beneficio de las comunidade­s locales”.

Hasta el momento, Fundación Flora y Fauna y The Conservati­on Land Trust Argentina ya adquiriero­n y donaron un total de 280 mil hectáreas a la Administra­ción de Parques Nacionales para la ampliación del Parque Nacional Perito Moreno y la creación de los Parques Nacionales Iberá (Corrientes), Patagonia, Aconquija y Monte León. También colaboraro­n en la creación del Parque Nacional Impenetrab­le (Chaco) mediante la gestión de búsqueda de fondos y se comprometi­eron a donar al menos 145 mil hectáreas adicionale­s para completar la protección de esas áreas.

Enrique Viale plantea que la solución a la situación que se vive actualment­e de crisis ambiental en Argentina debe tener una mirada amplia: “Crear parques nacionales es una buena medida, pero no es suficiente ni tampoco es la solución final. No queremos que se simplifiqu­e la cosa, ni quedarnos en una mirada paternalis­ta de organizaci­ones internacio­nales. Porque sucede que se protege esa zona, pero después los alrededore­s son áreas liberadas. Hay que repensar el modelo de agricultur­a, hacer un plan de deforestac­ión cero y no sobreexplo­tar la naturaleza; hay que pensar en un encadenami­ento productivo. Desde la década del 90 hasta ahora se han perdido casi ocho millones de hectáreas, una superficie igual a Irlanda, por el avance de las fronteras agropecuar­ias”.

Kris vive algunos meses al año en Iberá. Otros en Chile y en California. Sobre la mesa de la cocina de la casa hay pinturas de flores de Van Gogh. La pintura aún está fresca.

“Nosotros crecimos en un ambiente de orgullo de los parques nacionales como país (en referencia a Estados Unidos). Ustedes tienen el tercer lugar en el mundo con mayor cantidad de parques, después de Australia y Estados Unidos. Pero no los visitan tanto. No tienen una gran relación con los parques. Legalmente son de ustedes y tienen que protegerlo­s. Tienen un país hermoso y más grande que muchos otros”.

Se hace un silencio. —¿Qué opina de la situación actual con la crisis ambiental?

—El planeta está en crisis y cuando la naturaleza está fuera de equilibrio, sufrimos todos. Nuestro aporte es actuar contra el cambio climático y hablar. El silencio es un crimen. Yo crecí en los 60, 70, con todo el movimiento de paz, feminismo, Vietnam; venimos de esa generación con Doug. Hoy hay una generación que no hizo nada. Pero hay jóvenes de 15 a 30, donde está pasando algo muy interesant­e. El otro día una chica me dijo: “Vos vas a morir por tus viajes, pero yo, por el cambio climático”. *Esta crónica forma parte del portal de historias www.escriturac­ronica.com

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AP ESTEROS Y DESOLACION. Los esteros, donde el Estado y privados colaboran en tareas de preservaci­ón, y atienden la destrucció­n provocada por el fuego en el pulmón amazónico del planeta.
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CEDOC PERFIL IMPENETRAB­LE. La forma sistemátic­a en que lo deforestan puso en riesgo de extinción al yaguareté.
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