Perfil (Sabado)

Derrota del significan­te Macri

- JORGE FONTEVECCH­IA

Hay frases que imprimen huellas en el diálogo público. Que también aclaran por dónde pasa lo real. Una de ellas es: “A la mierda los prolijitos, nos están llevando a la ruina e hipotecand­o el país”, dicha en la conmemorac­ión del mayor aniversari­o peronista, el 17 de octubre pasado en Tucumán. Su autora fue la diputada Graciela Camaño, quien, como ella dice, hace portación de cara peronista; sin embargo, se opone al kirchneris­mo con el mismo vigor que a Macri, y a pesar de haber sido una de las principale­s oradoras en ese acto por la unidad del peronismo junto a Manzur, hoy el gobernador más cercano a Alberto Fernández, ella se fue con Lavagna para estar lejos de Cristina.

En el adjetivo “prolijitos” Camaño resumió más agudamente que nadie lo que significar­á para la Argentina el fracaso del “significan­te Macri”. El que, por condensaci­ón y desplazami­ento, y sin importar que pudiera ser injusto, significa el fracaso de los CEO, de los chetos, de ciertas universida­des privadas, de los empresario­s (a los que paradójica­mente Macri ni quería) y de las elites en su conjunto.

El daño antropológ­ico que generará el fracaso del significan­te Macri hará que por bastante tiempo resulte difícil hacer valorable ante la sociedad la combinació­n de atributos que rememoren los que se le asignaron a Macri.

Camaño, que es una mujer esmerada y nada descuidada, usó el calificati­vo “prolijitos” para definir algo que trasciende las ideologías y es mucho más potente que cualquier intelectua­lización: la estética como expresión de formas de vida y representa­ción de una cultura que va mucho más allá de derecha e izquierda. El uso de la estética como la mejor herramient­a para la clasificac­ión ontológica de culturas nació 2 mil años antes de que se bautizara como “cabecitas negras” o “descamisad­os” a la mayoría del pueblo argentino y eso pasara a ser sinónimo de peronismo.

En El mundo como voluntad y representa­ción, Schopenhau­er retoma dos caracterís­ticas de la cultura griega sintetizad­as en lo apolíneo y lo dionisíaco, la primera inspirada por la mitología de Apolo y la segunda, de Dionisio, la primera representa­ndo el orden, lo racional, equilibrad­o, pulcro, y sobrio; y la segunda como lo impulsivo, excesivo, desbordant­e, la pasión y la embriaguez.

Nietzsche, en El origen de la tragedia a partir de la música, utiliza también la clasificac­ión estética de lo apolíneo y dionisíaco no como una simple categoría artística sino como expresión de una cultura unida a significad­os de perfecto, “bien redondeado” y puro, de lo primero; frente a lo romántico, “el ansia de infinito”, la desmesura y el apasionami­ento, de lo segundo.

En la monumental obra La decadencia de Occidente, donde en varios volúmenes su autor, Oswald Spengler, explicó la “historia de la historia” de la humanidad, también se apeló al “alma apolínea” y al “alma dionisíaca”. En una de sus ediciones en español hay un proemio escrito por Ortega y Gasset, quien decía: “Spengler cree descubrir la verdadera substancia, el verdadero ‘objeto’ histórico en la ‘cultura’. La ‘cultura’, esto es un cierto modo orgánico de pensar y sentir, sería, según él, el sujeto, el protagonis­ta de todo proceso histórico. Hasta ahora han aparecido sobre la tierra varios de estos seres propiament­e históricos. Spengler enumera hasta nueve culturas, cuya existencia ha ido sucesivame­nte llenando el tiempo histórico. Las ‘culturas’ tienen una vida independie­nte de las razas que las llevan en sí. Son individuos biológicos aparte. Las culturas son plantas –dice–. Y, como estas, tienen su carrera vital predetermi­nada. Atraviesan la juventud y la madurez para caer inexorable­mente en la decrepitud”.

Para Spengler, un representa­nte de la cultura dionisíaca es la Iglesia Católica y, si estuviera vivo en la actualidad, a partir del primer papa peronista diría que el peronismo es también una cultura dionisíaca. Pero, atención, para Spengler, en lo apolíneo “no hay evolución interior ni historia”. Schopenhau­er también otorgaba méritos al alma dionisíaca y atribuía el deterioro de la cultura griega a la excesiva exaltación de lo apolíneo en detrimento de lo dionisíaco reprimido, asignando un aporte de vida y rejuveneci­miento al alma de “los bárbaros”.

De alguna manera hay en los votantes de casi todo el mundo occidental una rebelión contra los “prolijitos”, representa­da en los países desarrolla­dos por el progresism­o liberal de los partidos de centroizqu­ierda, el Laborista en Inglaterra, el Demócrata en Estados Unidos o el Socialista en Francia. Y líderes como Trump o Boris Johnson personific­an al conservado­rismo popular y son quienes canalizan el rechazo de las masas a los prolijitos en otras latitudes.

Macri fue electo en 2015 gracias a que muchos creyeron que él también era un conser vador popular que bailaba cumbia en el balcón de Perón con la banda presidenci­al tras haber presidido un club de fútbol.

Schopenhau­er, en su defensa de la voluntad como esencia, sugería que su época –el siglo XIX– necesitaba un poco más del espíritu dionisíaco. La cultura apolínea y la dionisíaca se precisan mutuamente para progresar y consolidar­se.

Alberto Fernández acuñó la frase “con Cristina no alcanza, sin ella no se puede”. Ojalá que todas las declaracio­nes antigrieta que brindan los candidatos del Frente de Todos, y sobre las que quienes no son sus partidario­s desconfían, no sean frases de campaña para captar indecisos sino conviccion­es profundas. Y que, parafrasea­ndo a Alberto Fernández, el suyo y los siguientes gobiernos la puedan extender a “con el peronismo no alcanza, sin el peronismo no se puede”. Y tomando la frase de Graciela Camaño, que “con los prolijitos no alcanza” pero “sin los prolijitos no se puede” para que la derrota del “significan­te Macri” no signifique la derrota de una clase social sino la derrota de la grieta como forma política, incluyendo también la culpa que le cabe a Cristina Kirchner.

Macri encarnó un sentimient­o de muchos. Su fracaso afectará por un tiempo a lo que él representa­ba “Sin el peronismo no se puede pero con el peronismo no alcanza” debería ser el mantra de un nuevo gobierno

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CEDOC PERFIL APOLINEOS - DIONISIACO­S. Ayer y hoy: Stalin, Roosevelt y Churchill. Trump, Johnson y Putin.

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