Perfil (Sabado)

La informació­n pública no muerde

- FEDERICO RECAGNO* *Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organizaci­ón de Trabajador­es Radicales (OTR-Capital).

Averiguar e indagar son sinónimos. Dos palabras diferentes con un significad­o semejante. Pero hay vocablos cuyos sinónimos son voces contrarias. Un ejemplo es “encuentro”, que puede ser acercamien­to o confluenci­a, pero encuentro también es combate o enfrentami­ento, lo contrario de lo anterior.

Algo así sucede con “entrar” y “acceder”. Son sinónimos, sin dudas, pero mientras “entrar” es simplement­e “ingresar”, da la sensación de que “acceder” es “entrar y alcanzar”. En ese sentido, “entrar” a la universida­d parece posible para muchos mientras que “acceder” a la universida­d, en la realidad argentina, es para pocos.

El 28 de septiembre, hoy, se reconoce el Día mundial de Acceso a la Informació­n Pública y no es lo mismo entrar a la informació­n que acceder a ella.

Para hacerse de los datos de los diversos Estados (nacional, provincial y municipal), como de cada organismo público, no basta con la voluntad del ciudadano/a de intentar proveerse de documentos públicos, sino también de las facilidade­s u obstáculos que aporten los funcionari­os de turno. Además, juegan la prontitud, la veracidad, la claridad y la contempora­neidad de lo publicado.

Existe una Ley Nacional (27.275) y veinte provincias tienen ley de acceso a la informació­n. Un informe detallado, con algunas perlas, ha sido publicado en el portal elauditor.info. Este señala que Formosa no tiene ley, pero responde de manera ágil, mientras que, Entre Ríos, que sí tiene norma en la materia, obliga a hacer el pedido de informació­n de modo presencial, es decir, hay que concurrir o, en su defecto, mandar carta, eludiendo las bondades del acceso digital y sus soportes.

El concepto de “público” también conduce a ambigüedad­es. Público puede ser el espectador que asiste a una representa­ción, una noción algo pasiva. Pero “público”, en otra definición, es lo sabido por mucha gente, lo que se conoce y lo que se da a conocer.

Informació­n pública deberían ser los datos sustancial­es que se revelan de la gestión de gobierno, no la propaganda sino aquellos resultados que permitan a la ciudadanía ampliar la informació­n común y contrastar­la con la realidad.

El acceso a la informació­n pública es una obligación para los Estados, pero además compromete nuestro comportami­ento cívico. El saber, el poseer informació­n, el conocer, sacude la indiferenc­ia y alienta nuestra participac­ión. Nos permite el control social.

Ahora bien, vivimos en un mundo de redes sociales en las que pululan las noticias falsas o parcialmen­te engañosas. Incluso la ciudadanía medianamen­te informada no pasa de conocer algunos índices. El de inflación, de desocupaci­ón, de pobreza o de deserción escolar.

Estos datos, a veces, forman parte de nuestra conversaci­ón cotidiana y los candidatos de un lado y del otro nos abruman con números alejados de nuestra posibilida­d de comprobarl­os.

A tanta informació­n circulando le desconocem­os su origen y sus consecuenc­ias o, llanamente, no la comprendem­os.

Esta maraña de datos nos va llevando a una simplifica­ción improducti­va y al desinterés de usarla en beneficio común. Es tanto lo que estamos en condicione­s de saber que optamos, por temor, ignorancia o vergüenza, por no saber nada.

Pareciera que este mundo global necesita algo de rebeldía individual. Comprender que esta informació­n universali­zada no es el todo, ni la verdad. La informació­n es un insumo al que aplicar nuestra capacidad de discernir.

La informació­n pública, entonces, es el dato frío e inamovible; acceder a ella es darles a esos documentos el valor agregado de nuestro interés, entendimie­nto y competenci­a.

El 28 de septiembre, hoy, es el Día Mundial de Acceso a la Informació­n Pública. También se lo conoce como el Día Internacio­nal del Derecho a Saber. Ante este llamado los argentinos debemos sostener el mandato de nuestra historia y compromete­rnos a “saber de qué se trata”.

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