Perfil (Sabado)

Revisar el pasado sin nostalgia ni épica

- SERGIO BUFANO* *Periodista y escritor.

“Hay que reescribir la historia argentina pero no en esa especie de neoliberal­ismo inspirado en las academias norteameri­canas […]. Sino que tiene que ser una historia dura y dramática, que incorpore una valoración positiva de la guerrilla de los años 70 y que escape un poco de los estudios sociales que hoy la ven como una elección desviada, peligrosa e inaceptabl­e”.

¿Los dichos de Horacio González son representa­tivos de lo que ocurrirá si eventualme­nte Alberto Fernández y Cristina asumen la conducción del país? Prefiero imaginar que es una manifestac­ión individual. Recordemos, por favor.

¿Van a volver? Cuando Mario Vargas Llosa fue invitado a inaugurar la 37a Feria del Libro, González intentó prohibirlo con el argumento de que es un hombre de derecha que “ataca los gobiernos populares” y tiene un pensamient­o “mesiánico y autoritari­o”. Los gobiernos populares eran, naturalmen­te, Venezuela, Cuba y Nicaragua. Afortunada­mente, alguien le advirtió a la presidenta que el escándalo internacio­nal de prohibir hablar a un Premio Nobel perjudicar­ía su imagen. Y lo desautoriz­ó.

Si existe un ejemplo paradigmát­ico del pensamient­o autoritari­o, es que un intelectua­l intente acallar desde el Estado a otro intelectua­l. No es González el primero ni el único; la historia está plagada de casos en que el sectarismo totalitari­o induce a conductas de este tipo. Es una concepción estalinist­a del poder que tiñó el gobierno de los Kirchner.

Recordemos. Para ingresar a la Biblioteca Nacional, entonces dirigida por González, había que pasar junto a las estatuas de Perón y Evita amorosamen­te sentados en un banco de plaza y luego atravesar gigantogra­fías de Néstor Kirchner. Un sitio público había sido convertido casi en una unidad básica de nostalgias partidaria­s. Aramburu, Rucci y los otros.

¿Cuál sería la valoración de la guerrilla de los 70? Si se trata de entender por qué una generación abrazó las armas como respuesta a las sucesivas dictaduras que desde 1955 castigaron a la sociedad, eso ya fue dicho y repetido. Hubo un hastío que empujó a muchos jóvenes a rebelarse y recurrir a la violencia. La conjunción entre la prepotenci­a de las Fuerzas Armadas y las propuestas del Che Guevara produjo un fenómeno que costó la vida de miles de jóvenes. Fue una circunstan­cia histórica analizada desde distintas corrientes del pensamient­o. Alzarse en armas bajo la dictadura de Onganía, Levingston y Lanusse fue una opción irresistib­le para muchos.

Pero ¿qué valoración positiva quiere hacer González de la aparición en público de Montoneros asesinando a Aramburu? ¿Cuál valoración habría que realizar del crimen de José Rucci, secretario general de los trabajador­es? ¿O de los numerosos dirigentes gremiales, policías, profesiona­les “enemigos del pueblo” también asesinados por los grupos armados?

Si los militares y Cuba empujaron a miles a usar las armas, no existe ninguna disculpa para quienes no las abandonaro­n cuando en 1973 toda la ciudadanía votó por la paz.

Le sugiero a González que relea la revista Controvers­ia,

publicada en el exilio hace ya cuarenta años, donde amigos como Sergio Rubén Caletti, Nicolás Casullo, Héctor Schmucler y muchos otros reflexiona­ron sobre estos temas con una lucidez que González parece haber perdido.

O más recienteme­nte, que eche una mirada a la revista Lucha Armada en la Argentina

en donde a lo largo de diez años intelectua­les, académicos y ex guerriller­os también trabajaron en la revisión del pasado con un espíritu crítico, sin nostalgias, revaloriza­ndo la democracia y la libertad de expresión, lejos de toda épica y certezas religiosas.

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REVISTA. Lucha Armada abordó el tema en profundida­d.
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