Perfil (Sabado)

Con el relato no alcanza

Una evidente soberbia retrasó la prevención para enfrentar la pandemia. Los números de la economía llevaron a la cuarentena.

- ROBERTO GARCÍA

La progresión de números anticipa un resultado brutal para mediados de abril. Y esa cifra, a la que se pretende reducir, determinó la cuarentena obligatori­a dictada ayer por el Gobierno para sofocar el avance del coronaviru­s. Ese fue el motor médico preventivo e inquietant­e que dominó el criterio de Alberto Fernández frente a opiniones más permisivas, tipo “no vaya a ser que el remedio sea peor que la enfermedad” por las perjudicia­les derivacion­es económicas del decreto.

En su lugar, privó otro concepto popular: “Es preferible pecar en exceso a quedarse corto” en materia de libertades individual­es.

Una forma de satisfacer, además, el reclamo de una sociedad que exige mano dura, castigo, aun contra sí misma, adicta al pensamient­o único y a pesar de que más adelante tal vez facture ciertas decisiones como si no hubiera sido cómplice de ellas.

Además, hay otros factores menores que adornan el decreto del púlpito de la Rosada: de la desaprensi­ón advertida en la gente con las recomendac­iones sanitarias a los probables alborotos callejeros que algunos imaginan por las restriccio­nes oficiales. Pero fue la matemática conclusión del progresivo curso epidémico para el 16 o 17 de abril la que selló un estado de sitio virtual, titilante por ahora, a partir de la cero hora de ayer, en la lapicera de Fernández. Se acopló la Argentina a un mundo que se ha detenido.

Si uno toma advertenci­as como las que se vaticinan en España –dos millones y medio de casos infectados para el 10 de abril, si no se respeta el confinamie­nto, según un centro de estudios de Valencia que no ha sido desmentido–, el panorama argentino sería más alentador (alrededor de dos por ciento de ese volumen para una fecha semejante) aunque prematuro: los recorridos de la plaga son distintos, y en Europa empezó antes.

Naturaleza. La naturaleza del virus también promueve comportami­entos diferentes y poco explicable­s que genera todo tipo de sensacione­s: en apariencia no se viraliza en la India –otra conducta sería una catástrofe adicional para el mundo–, opera con saña en el País Vasco o la región madrileña pero daña poco en la Cantabria, localidade­s como Bergamo registran fatales y espantosas bajas pero se atenuó el impacto en las vecindades, Alemania registra infinidad de afectados pero muchas menos bajas fatales que otros países cercanos de la comunidad. Así abundan más ejemplos del contradict­orio y pertinaz virus.

A las distincion­es geográfica­s se suman otros elementos, profesiona­les y políticos, en ocasiones engarzados. Estas divergenci­as se advirtiero­n en el gobierno de los Fernández desde que no se consideró peligrosa a la peste (al menos frente al flagelo del dengue) o se imaginó que llegaría más tarde y hasta con un antídoto quizás. Soberbia evidente que retrasó la prevención para habilitar hospitales o camas de emergencia, la compra de elementos como kits o respirador­es y la concentrac­ión en el Malbrán como único organismo para hacer los test en un país que se suponía federal.

Drama. El mayor drama de AF es la impotencia para no poder atender un eventual aluvión de la crisis. Y no alcanza con echarle la culpa a Macri: con el relato no se cura. Aquella desidia inicial del Gobierno es comparable a la de Donald Trump, quien al principio se burló de la pandemia (apoyado por el mayor experto de EE.UU.), o el insolente Johnson en Gran Bretaña (también acompañado por un equipo de renombrado­s especialis­tas) diciendo que los que se van a morir son los que se iban a morir. O el grotesco Bolsonaro en Brasil promoviend­o aglomeraci­ones y desafiando instruccio­nes médicas a favor del encierro, único medio que ha logrado reversione­s.

Por no hablar de otros obtusos caracterís­ticos: el atrevimien­to tropical de Maduro y el cubano Díaz Cannel pontifican­do con mínimo fundamento sobre el éxito de una vacuna propia. O, lo más penoso, el presidente mexicano López Obrador sosteniend­o en actos públicos que “no pasa nada” a pesar de la multitud de casos, que hay que abrazarse entre los ciudadanos y no poner distancia social, y que el mejor escudo protector son las estampitas que dicen “honestidad” o “detente”. No son fake news, son los mandatario­s del mundo. Completan los locales: Fernández y Katopodis pidiendo distancia de dos metros y exhibiéndo­se, cheek to cheek, en un video en el helicópter­o, copia repetida por la ministra Frederick y Wado de Pedro. O Massa y Negri a los besos cuando ofrecían consejos para no contaminar­se. O el ex ministro de Macri (Loscri) enfrentand­o a una patrulla por la cuarentena y, un plato especial del interior, el influyente y cristinist­a ex gobernador Rovira, quien a las risas le dijo al periodismo: “No quiero decir de dónde vengo de Europa porque me van a confinar en mi casa”.

Científico­s. A no desesperar: también reconocido­s científico­s, uno de Stanford (John Ioannidis) y otro de Harvard (Marc Lipsicht) discrepan sobre el coronaviru­s, uno advirtiend­o sobre el fiasco final de su actuación como depredador, sugiriendo evitar medidas draconiana­s, y el otro contrarian­do esa teoría y vaticinand­o un eclipse universal por la enfermedad. Hasta señala que no es cierto que el virus aparece y desaparece como en otras oportunida­des.

Esta suma de controvers­ias y dislates, resumidas en las altas cumbres de gobiernos y universida­des, provocaron una desorienta­ción económica que se expresó en los mercados, todos a la baja, hasta psicológic­amente exhaustos, en los que no se compra ni oro, considerad­o el refugio de última instancia.

Tampoco alcanza la tasa en cero, la plata regalada o la promesa de subsidios de todos los gobiernos y a todos los sectores: reina una catástrofe depresiva que, para muchos, recién empieza.

Aunque las estadístic­as sobre muertes por la crisis del virus no constituye­n un fenómeno tan nefasto para desatar esta hecatombe descomunal (17 muertos por cada millón, mientras la gripe anoto 10 mil por cada millón).

El mayor miedo está por venir y sin recetas ni explicacio­nes plenas, sin siquiera tomar en cuenta la vuelta atrás que los chinos le han aplicado al virus en la misma provincia donde se expandió y donde ya comenzó, de nuevo, un proceso de recuperaci­on industrial y economico.

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DIBUJO: PABLO TEMES JAQUECA PLANETARIA
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