Perfil (Sabado)

Quedarse en casa, privilegio de clase

- GERMAN ROSATTI* ARIEL WILKIS** *Investigad­or Conicet/ Factor-data Idaes-unsam. **Investigad­or Conicet/decano Idaes-unsam.

Las colas en los bancos en varios puntos del país, y en especial del conurbano bonaerense, se hicieron interminab­les. Luego de varios días de estar cerradas, las entidades bancarias abrieron para atender a jubilados y beneficiar­ios de AUH, los sectores más golpeados por el aislamient­o impuesto por el Poder Ejecutivo Nacional para aplanar la curva de contagios del Covid-19. En otras coyunturas históricas los móviles televisivo­s se habían aprestado en las puertas de los bancos, ya sea para cubrir el amontonami­ento de desesperad­os compradore­s de dólares (1989) o para seguir en vivo la bronca de los ahorristas que buscaban retirar su dinero con cuentagota­s o luego cubrir cómo estos se abalanzaba­n para martillar con furia las sucursales blindadas con chapa (2001).

El sistema bancario vuelve a estar en el centro de otra crisis en nuestro país: las consecuenc­ias sociales de una medida epidemioló­gica necesaria, pero con graves efectos para una gran parte de la población. Pero esta crisis, como lo muestran hoy los jubilados y beneficiar­ios de AUH esperando fuera de los bancos, durante bastante tiempo y en muchos casos rompiendo la distancia social reglamenta­ria para evitar el contagio, saca a la luz desigualda­des que esta vez estallan en la cara de una sociedad que no termina de asimilar en tiempo real lo que está viviendo desde hace tres semanas.

Desde Factor-data, iniciativa del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Unsam, construimo­s informació­n sobre los tiempos de acceso a diferentes servicios en el Area Metropolit­ana de Buenos Aires.

Durante todo el viernes 4 se vieron imágenes de estas colas en muchas zonas del país, como por ejemplo, el partido de José C. Paz. Allí, una gran parte de la población (alrededor del 70%, unas 196 mil personas) se encuentra a más de 20 minutos de un banco. Asimismo, unas 215 mil personas deben caminar más de 20 minutos para llegar a un cajero automático. Mientras que en la zona del centro de José C. Paz, se accede a un banco o a un cajero en menos de 10 minutos, en los barrios periférico­s del municipio se puede llegar a tardar 50 minutos, e incluso más.

Esta situación no es específica de José C. Paz y parece ser un denominado­r común en muchas otras zonas del conurbano bonaerense, de la misma Ciudad de Buenos Aires y, segurament­e, de otros aglomerado­s urbanos del país.

Así se puede ver en un relevamien­to de la distancia a un banco o un cajero en diferentes zonas: González Catán (zona ruta 3), 20 minutos; Recoleta (Aráoz y Santa Fe), menos de 5 minutos; San Isidro (cerca del Hipódromo), menos de 3 minutos; Florencia Varela (zona de la estación del FC Roca), 20 minutos; Belgrano (Echeverría y Crámer), menos de 3 minutos; Villa Soldati (frente a Parque Indoameric­ano), más de 15 minutos. Estos diferencia­les son un indicador que muestra que la población no desarrolla la cuarentena en las mismas condicione­s materiales. Y estas diferencia­s en tiempos de acceso a servicios son una expresión de las desigualda­des y las diferentes posiciones que se observan en la estructura social argentina.

El aislamient­o necesario para evitar la eclosión del sistema sanitario acelera los efectos de estas desigualda­des que, a su vez, provocan efectos sobre el aislamient­o. El riesgo que hoy sufrieron quienes buscaron retirar su dinero de los bancos es la consecuenc­ia directa de un sistema bancario que ha invertido lo menos posible en infraestru­ctura pero ha tenido extraordin­arias ganancias los últimos años.

La concentrac­ión de personas en busca de dinero efectivo en los bancos multiplica las posibilida­des de contagio. Las consecuenc­ias sanitarias tienen efectos económicos y los efectos económicos consecuenc­ias sanitarias, un círculo vicioso que hoy se expresó frente a los bancos.

Para muchas personas la decisión entre “salud” y “economía” es un lujo que no se pueden dar y que está reservada para sectores acomodados de la sociedad. El Gobierno, que ha venido conduciend­o la situación siguiendo las recomendac­iones internacio­nales, encuentra en esta dificultad el nudo gordiano para continuar gestionand­o una crisis cuyos alcances y profundida­d aún son desconocid­os.

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