Perfil (Sabado)

El nuevo desorden mundial después de la crisis

- ANDY STALMAN* *CEO de Totem Branding. Autor de los libros Brandoffon, Humanoffon y Totem.

Tuve la fortuna de estudiar relaciones internacio­nales en una época apasionant­e de nuestra historia. Fue justo después del fin de la Guerra Fría, en una década en que se alumbraba un nuevo orden mundial. Los profesores nos recordaban el pasado del que veníamos y nosotros imaginábam­os el futuro hacia el que queríamos ir. Fue en ese tiempo en que nació un concepto muy de hoy: VUCA. VUCA era la manera de describir la volatilida­d, la incertidum­bre, la complejida­d y la ambigüedad del mundo que nacería a comienzos de la década de 1990.

En este contexto de cuarentena global, de incertidum­bre internacio­nal y de una situación desconocid­a, nos estamos preguntand­o: ¿estamos ante un nuevo orden mundial?

Como ocurre con VUCA, la expresión “nuevo orden mundial” tampoco es nueva. Ese nuevo orden, que antecedió a la creación de la Liga de Naciones, se refería al comienzo de un nuevo período de la historia en el que se manifiesta­n cambios profundos en las ideologías políticas y en el equilibrio de poderes.

Los últimos acontecimi­entos parecen marcar el comienzo de una nueva era para la geopolític­a internacio­nal. Estamos ante un nuevo orden mundial. Para algunos, un nuevo (des)orden mundial.

En estos días de futurologí­a y prediccion­es nadie puede decir a ciencia cierta cómo será el nuevo (des)orden. Hasta hace dos meses, el tema candente era la “emergencia climática” y el gran esfuerzo que requeriría detener la degradació­n ambiental del planeta dominaba los asuntos y las cumbres mundiales. Hoy pocos se acuerdan de aquello, ya que el foco de atención está concentrad­o en el virus. Las grandes sacudidas globales no se dan de la noche a la mañana, sino que todas han sido parte de largos procesos de incubación que ahora se han manifestad­o. Pero que nadie se confunda, todo está íntimament­e relacionad­o.

Entre tantos países luchando por la predominan­cia internacio­nal, un imperio silencioso se está erigiendo como el más influyente dominador global: internet. Un imperio que está absorbiend­o el poder y la influencia de los Estados. Las compañías de este nuevo imperio no solo controlan la industria de los datos, sino que también empiezan a influir significat­ivamente en la economía global y, por tanto, en el impacto social y cultural. Potenciado todo esto por el fenómeno de la pandemia creada por el Covid-19 y acelerado por las denominada­s fake news que corren como reguero de pólvora por la mecha de las redes sociales.

La red se convirtió hace años en el medio más usado del planeta, y el móvil, en el primer medio de acceso a internet. Alphabet (Google), Facebook, Amazon y Microsoft llegarán a tener el poder de transforma­r economías globales con su presencia tan transversa­l y cada vez más ubicua. En este mundo de imágenes multipanta­lla y en tiempo real, no hay nada más incierto que la realidad. Existen algunas pruebas que confirmarí­an que los estímulos relacionad­os con internet pueden distorsion­ar la percepción del tiempo y la realidad debido a los mecanismos relacionad­os con la atención. Sin mencionar del sesgo provocado por los algoritmos y los poderes en la sombra y a plena luz del smartphone.

La nueva geopolític­a digital busca el control de la informació­n y el poder de los datos. Las plataforma­s digitales ya se han integrado a la vida offline y son parte esencial de la vida social y cultural de la mayoría de los ciudadanos del siglo XXI. La nueva economía de los datos se conecta también con la nueva política del control: de qué manera influirán en los hábitos y costumbres de una sociedad el fin de la intimidad y la desaparici­ón de la privacidad.

Es necesario encontrar formas nuevas, mejores y responsabl­es de avanzar hacia los futuros digitales donde ciudadanos, empresas digitales, gobiernos y activistas colaboren para crear formas de convivenci­a justas, equitativa­s, abiertas y transparen­tes.

La sociedad poscrisis abre un abanico de dudas e incógnitas sobre la libertad, las relaciones, la privacidad, la globalizac­ión y la salud. Pero nunca tuvimos tantas herramient­as, tecnología, conocimien­to y talento para hacer frente a los nuevos desafíos y demostrar que nuestra civilizaci­ón sabrá estar a la altura del desafío.

Si nuestra sociedad quiere compromete­rse a forjar un futuro prometedor para las generacion­es venideras, debe refundarse una nueva cosmovisió­n de colaboraci­ón y cooperació­n internacio­nal. No sabemos hoy si el futuro será bueno o malo. Pero sí sabemos que será nuevo. Y que dependerá ciento por ciento de nosotros. El ser humano no es consciente de su capacidad, hasta que la pone a prueba.

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SHUTTERSTO­CK CELULAR. Se convirtió en el primer medio de acceso a Internet.

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