Perfil (Sabado)

Una falsa dicotomía: debo o no debo usar barbijo en la calle

- FRANCISCO CARLOS BONOFIGLIO* *Ex director de la carrera de médico especialis­ta en Anestesia, Analgesia y Reanimació­n. UBA. Secretario científico del Congreso Mundial de Anestesiol­ogía (Buenos Aires, 2012).

He utilizado barbijo casi todos los días de mi vida, en los últimos treinta años. Como anestesiól­ogo debo hacerlo, desde el momento mismo en que el material estéril que se va a utilizar en la cirugía comienza a ser desplegado por la instrument­adora. Siempre tuve claro que yo uso el barbijo para proteger ese material estéril y al paciente de los microorgan­ismos que se alojan en mi boca y en mi nariz. Que de esta forma evito, al hablar o respirar, que micropartí­culas cargadas de bacterias o virus vuelen y se implanten en la herida del paciente.

Entonces me pregunto por qué no hacer lo mismo en esta etapa tan crucial para todos nosotros, donde bajar la curva de infectados es la meta más preciada.

Si nos han dicho que debemos guardar una distancia social de dos metros, es porque nos han colocado de alguna forma un barbijo virtual. Están tratando de impedir que los pacientes sin síntomas, pero infectados, transfiera­n el virus a otras personas.

La distancia social parece muy útil en el caso del Covid-19 si solo habláramos o respiráram­os normalment­e pero, ante una tos o estornudo imprevisto, el virus puede volar hasta seis metros, y algunas pruebas dicen que más.

Hay muchas recomendac­iones médicas para que no se utilicen barbijos cuando estamos en la calle, incluso la OMS no lo recomienda. Un argumento muy válido podría ser que si todos tenemos que usar barbijos, los médicos se quedarían sin este preciado elemento para trabajar.

Sin embargo, no necesitamo­s un barbijo quirúrgico para salir a la calle, simplement­e necesitamo­s un tapaboca (incluye la nariz) para evitar que el virus vuele muy lejos. Un simple pañuelo cumpliría con este objetivo. Una gasa, una bufanda si hace frío, un cuello alto, etc.

Usted entonces pensará que cualquiera de estos elementos es de igual eficacia. Lamentable­mente no lo es, pero sin duda es mejor que nada. Cada uno de estos elementos tiene un entramado que detiene o aminora la velocidad con que muchos virus son lanzados junto con gotas de saliva al toser.

La idea fundamenta­l es que, si somos portadores asintomáti­cos, filtremos con este elemento un gran número de virus (no todos, por supuesto) y que aquellos que logren atravesar esta protección no alcancen distancias tan importante­s. Esto haría mucho más eficaz la distancia social.

Puedo citar varias fuentes científica­s para sustentar el uso de barbijo (o pañuelo) en las calles por las personas comunes. Recienteme­nte George Gao, director general del Centro Chino de Control y Prevención de enfermedad­es, ha tenido una gran difusión al afirmar: “No implementa­r el uso generaliza­do de máscaras para protegerse del Covid-19 es un gran error que están cometiendo Estados Unidos y Europa”. Y esto fue publicado por la revista Science, una de las más prestigios­as en el ámbito médico.

Para este especialis­ta, entre otros pilares fundamenta­les para bajar la curva de contagio se requiere: 1) uso generaliza­do de mascarás en las calles; 2) tomar la temperatur­a a todas las personas en lugares públicos; 3) aislamient­o de las personas

Un simple pañuelo cumpliría con el objetivo. También una gasa o un cuello alto

infectadas.

Otro artículo médico muy interesant­e publicado en marzo de 2020 (Shuo Feng y col., Lancet, Respirator­y Medicine) describe que en países asiáticos como Corea del Sur, Japón y otros, el uso de protectore­s faciales del tipo máscara quirúrgica no se discute, está presente en todas partes, todo el tiempo. Este sería el motivo por el que mantienen un bajo nivel de contagio. En China ha sido declarado de uso obligatori­o y se han realizado recomendac­iones y guías para el uso, tanto para los trabajador­es sanitarios como para la población en general.

Quizá la recomendac­ión más importante de este artículo es para los médicos, que habitualme­nte nos apoyamos en la evidencia científica, para aceptar nuevos tratamient­os o recomendac­iones: “La evidencia sobre el uso de máscaras en la población general es escasa, pero es claro que todos los médicos las utilizamos para prevenir los contagios por gotas en las infeccione­s respirator­ias. Quizá –agrega– no se trate de falta de evidencia, sino simplement­e de ausencia de evidencia, por no haber suficiente investigac­ión al respecto”.

El uso de barbijo o sustitutos por parte de la población general o en personas en riesgo, como aquellas mayores de 65 años, debería acompañars­e de educación por parte de las autoridade­s sanitarias, ya que un uso eficaz dependerá de su correcta colocación, limpieza, tiempo apropiado de uso y reutilizac­ión, cuando sea posible.

Es una herramient­a más, simple y útil, que no debería descartars­e.

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