Perfil (Sabado)

Una guerra pasional silenciosa

- JUAN MANUEL DOMÍNGUEZ

El primero de los estrenos que se hacen en plena pandemia por la plataforma online Cine.ar (hoy a las 20, ya emitida el jueves, a la que se suma Ni héroe ni traidor) es la película de Franco González y Demián Santander, La creciente. Más allá de esa trivia, la película sigue a un joven con un pasado oscuro que llega, con ganas de olvidar, a unas islas en el río Paraná, un ambiente que dista de la fábula del western, pero los autores se las arreglan para, claro, invertir esa idea. La creciente busca intenciona­lmente ser un western, uno escueto y crudo, uno más obsesionad­o con sus personajes, con la ausencia de la ley y la fuerza masculina de sus protagonis­tas. Ese es precisamen­te el tono que se logra imprimir, pero eso se logra lejos del clasicismo y más cerca de una crudeza. Esa crudeza es la que también acerca al film a otra decisión autoral: ser un estudio de personajes, un western rudo de cámara, que antes de romantizar la masculinid­ad y el pasado marginal de sus personajes decide convertirl­os en infiernos y en lugares donde tarde o temprano arden sus obsesiones.

La creciente es una película pequeña que aprovecha aquello gigante e infinito que la rodea, que entiende que en su duelo, que es aquí el contraste entre naturaleza y esos hombres (contraste silencioso, nada exagerado), adquieren mayor violencia esas guerras que los mismos protagonis­tas desarrolla­n entre sí. Matías es el joven que llega. Lo hace con ganas de reconstrui­r su vida, pero casi como una condena, lo que encuentra es igual de violento que lo que abandonó, y lo que encuentra es, sí, una ley ausente, y un mundo masculino, opresor y violento; una pesadilla a cielo abierto marcada por un tono impasible.

Ese es otro acierto: lograr que la marginalid­ad de los personajes no sea un detalle menor, no sea un tatuaje de estilo para aprovechar y generar regodeos estéticos. Al contrario, esa marginalid­ad va tomando todo aquello que la cámara podría construir como algo poético. Si hay belleza, La creciente entiende que no es algo que sus personajes, en esas obsesiones y su propia incapacida­d de verla, sufren, pero sí se da cuenta de la forma en que ellos alteran lo que los rodea. Una gran pequeña película que con poco, y sabiendo esconder sus milagros (como toda película enamorada del clasicismo), aprovecha a sus actores, sus paisajes y su forma de verlos para contar de forma contundent­e y plena un western hereje.

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GZA. APIMA DISTRIBUCI­ÓN INCOMODIDA­D. La película es un western crudo filmado en el Paraná.

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