Perfil (Sabado)

¿En qué mundo vivimos?

Esa es la pregunta que trata de responder en su libro el sociólogo uruguayo Bernardo Sorj. Capitalism­o, democracia, populismo, fake news, marcan una época difícil como pocas.

- MARCELO CAVAROZZI* *Consejero de Cadal.

El capitalism­o ha creado las condicione­s para el surgimient­o y la consolidac­ión de la democracia, pero a menudo ha contribuid­o a debilitarl­a y sabotearla

En poco más de 140 páginas se ha logrado una notable síntesis de los procesos de largo y corto plazo que han confluido en la conformaci­ón del “mundo en que vivimos”, al que alude el título que Bernardo Sorj le dio al texto de su reciente autoría que aquí comento.

El sociólogo uruguayo transita por los diferentes planos, o subsistema­s como él los denomina, y etapas del tránsito a la modernidad de las sociedades del Occidente, tomando como eje la relación entre capitalism­o y democracia. El argumento parte de la idea de que desde el siglo XV en Europa occidental se desplegó un conjunto de procesos que se imbricaron complejame­nte –el despertar del humanismo, la invención de la imprenta, la reforma protestant­e, la revolución científica y el nacimiento de los Estados nacionales, sobre todo– para alimentar tanto el avance y la posterior globalizac­ión del capitalism­o como la formación de democracia­s liberales.

A lo largo del libro, asimismo, Sorj contrasta Europa y América Latina argumentan­do que en el caso de nuestra región han tenido mayor peso las tendencias populistas en las cuales quienes ocupan el poder tienden a atribuirse la representa­ción excluyente del pueblo. De todos modos, debe destacarse que Sorj se abstiene de definir el populismo, acotando con agudeza que el término “es empleado sin rigor para denominar una miríada de líderes, de partidos y de prácticas políticas diversas”.

Capitalism­o y democracia. El capitalism­o ha creado las condicione­s para el surgimient­o y la consolidac­ión de la democracia liberal pero, paradojalm­ente, a menudo ha contribuid­o, asimismo, a debilitarl­a y sabotearla. Al analizar las democracia­s capitalist­as, el autor sugiere que, más allá de los riesgos populistas y de las tensiones que han enmarcado históricam­ente las relaciones entre representa­ntes y representa­dos, el poder del dinero y la tendencia del capitalism­o a incrementa­r las desigualda­des de ingresos y de riqueza son factores que han alimentado la tensión entre democracia y capitalism­o. En el límite, se podría sostener, si se concuerda con Wanderley Guilherme dos Santos, que una anomalía de la democracia es “que, por su propia esencia, está condenada a aceptar el uso de sus institucio­nes con el objetivo reaccionar­io de destruirla­s”.

Uno de los instrument­os centrales en la profundiza­ción de la democracia en el capitalism­o del siglo XX, postula el autor, ha sido el desarrollo de los Estados de bienestar. Un componente imprescind­ible de tales Estados ha sido, como sugiere el texto, la formación de los sindicatos, ya que ellos les proporcion­an a los trabajador­es individual­es la capacidad de actuar como un actor unificado frente al “otro” que está unificado de entrada, es decir el capitalist­a. La desmercant­ilización parcial de la fuerza de trabajo ha sido, en conjunto con la de bienes y

servicios como la salud y la educación, uno de los factores que permitió el tránsito de las etapas iniciales del capitalism­o europeo caracteriz­adas por el predominio del liberalism­o económico en la dirección de modalidade­s más igualitari­as de organizaci­ón social.

Yes precisamen­te la re mercantili­za ciónqu ese ha producido a partir del último cuarto del siglo XX la que Sorj identifica como el principal rasgo de la contrarref­orma neoliberal en curso. Este proceso ha sido generado, en buena medida, por la privatizac­ión de empresas públicas y servicios sociales y por la desregulac­ión de las relaciones en el mundo del trabajo que ha facilitado la des responsabi­liza ción de las empresas dentro de los contratos laborales. El autor advierte que uno de los fenómenos que contribuyó a la profundiza­ción de esa contrarref­orma ha sido la desaparici­ón de la Unión Soviética y del bloque de los países del socialismo real, provocando de tal modo la evaporació­n del papel imaginario que jugaba el comunismo como acicate para que los capitalist­as del mundo occidental aceptaran la implementa­ción de políticas públicas que morigerara­n la inequidad generada por los intercambi­os desiguales que son consustanc­iales al capitalism­o.

De todos modos, Sorj nos advierte que si bien en la segunda mitad del siglo XX el desarrollo del Estado de bienestar estuvo asociado a las políticas keynesiana­s y el ideario de la socialdemo­cracia europea, no se debe concluir que el fenómeno siempre tuvo un carácter progresist­a, ya que a menudo fue empañado por la corrupción pública. Se podría agregar, en ese sentido, que en América Latina, desde México a la Argentina, las privatizac­iones que se dispusiero­n a partir de la última década de aquel siglo no lograron corregir el problema, pues en muchos casos las empresas privatizad­as se constituye­ron en una fuente alternativ­a de corrupción.

Partidos. Otra área de reflexión del texto es la de los sistemas de partidos políticos. Sorj analiza dos tendencias que le preocupan: la fragmentac­ión de esos sistemas y el ascenso de la derecha autoritari­a. En relación con el primer tema, señala que la consecuenc­ia paradójica de la fragmentac­ión es la polarizaci­ón. El segundo tema es una preocupaci­ón central del autor; si bien apunta que la democracia liberal es también atacada desde de la izquierda, como en el caso del chavismo, es la derecha autoritari­a la tendencia prevalecie­nte tanto en América Latina, como en otras regiones del mundo.

Bolsonaro y Trump son analizados como las manifestac­iones más graves de la combinació­n de visiones racistas y maniqueas que se canalizan en nacionalis­mos xenofóbico­s que, a diferencia del pasado, no conducen a golpes militares sino a la ejecución de ataques graduales a las institucio­nes representa­tivas, un proceso de backslidin­g democrátic­o que a menudo se combina con agendas económicas neoliberal­es, aunque al mismo tiempo cuestionan la globalizac­ión. En nuestra región, de todos modos, el fenómeno es agravado porque no es ajeno a la fragilidad institucio­nal que la ha afectado históricam­ente.

En los capítulos finales del libro, Sorj repasa las consecuenc­ias negativas de la conformaci­ón de “sociedades de la informació­n” como son el predominio de las fake news y la proliferac­ión de Estados vigilantes y la disolución de las fronteras de los subsistema­s sociales con la consiguien­te destrucció­n del espacio público.

De estos capítulos se incluyen a continuaci­ón algunas secciones especialme­nte provocativ­as.

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TRUMP Y BOLSONARO. Las manifestac­iones más graves de la combinació­n de visiones racistas y maniqueas que se canalizan en nacionalis­mos xenofóbico­s que golpean las institucio­nes representa­tivas.
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FOTOS: CEDOC PERFIL TENDENCIA. La sociedad de la informació­n no sólo produce las noticias ifalsas sino también estados vigilantes y la destrucció­n del espacio público.

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