Perfil (Sabado)

La arquitectu­ra y las batallas por la pureza cultural

- HAMURABI NOUFOURI* FERNANDO L. M. NESPRAL* *Profesores del Doctorado en Diversidad Cultural (Untref) y de Arte Islámico y Mudéjar (FADU-UBA).

La reciente decisión del presidente turco, Recep Erdogan, de reconverti­r la basílica Santa Sofía decatólica logró borrarle su carácter de mezquita, se basan en una Estambul en una mezquita, y el precedente de la Catedral de Córdoba, en España, a la que la Iglesia errada visión de la historia en clave de supremacis­mo religioso.

La arquitectu­ra se caracteriz­a por una inherente “vivenciali­dad” por la cual, se quiera o no, siempre está allí, y le confiere una dimensión pública y social que la diferencia del resto de las artes y la torna en uno de los medios y campos predilecto­s de la política.

Tal es el caso de dos recientes disputas sobre antiguas mezquitas e iglesias manipulada­s por políticos nacional-confesiona­les, de los que ni nuestra región se libra, que entre otros propósitos ven allí la oportunida­d de adquirir visibilida­d planetaria merced al hecho de que más de la mitad de los habitantes del globo profesan el cristianis­mo o el islam.

Menos es más. El siglo XX fue signado por el totalitari­o ideal de “pureza” de la modernidad eurocéntri­ca y el racismo colonial representa­do por el postulado “menos es más”, que popularizó Mies Van der Rohe, uno de los padres de la “arquitectu­ra moderna” con probadas vinculacio­nes con el nazismo. Su lema sería el de aquella modernidad mal entendida que propone la falsa opción de la exclusión como solución. Desde los años 60, los propios arquitecto­s generaron anticuerpo­s conceptual­es contra ello (Venturi, Scott Brown, Moore, Rossi, Caveri, Iglesia, son algunos ejemplos), ideas que luego tomaría la reflexión cultural bajo la etiqueta de “condición posmoderna”.

Hoy otros fanáticos, desde la política, vuelven a poner en vigor esta idea de “menos es más”. Un reciente ejemplo es la decisión del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que reconvirti­ó la basílica de Santa Sofía en mezquita, derogando el decreto con el que Mustafá Kemal Ataturk, en 1934, la había transforma­do en un “museo laico” y basándose en un dictamen judicial que no se pronuncia sobre la violación de prescripci­ones coránicas y tradicione­s islámicas que significó su conversión en mezquita en 1453.

La maniobra administra­tiva replica la de los gobernante­s españoles que, en 2006, aceptaron por 30 euros que las autoridade­s eclesiásti­cas cordobesas escriturar­an a nombre propio la Mezquita-catedral de Córdoba, para darle exclusivo carácter de catedral y luego prohibir en su recinto cualquier movimiento corporal que se parezca a los de la oración islámica.

Supremacis­mo. Celebradas por líderes políticos extremista­s como Santiago Abascal, de Vox, estas acciones, basadas en una visión de la historia en clave de supremacis­mo religioso, truncaron el inclusivo proyecto para que el edificio fuera destinado a fines culturales y a prácticas religiosas tanto cristianas como islámicas, cuyas historias se entrecruza­n en el bosque de columnas de esta auténtica Mezquita-catedral, en la que Abderrahma­n II, primer gobernante de la Península Ibérica que usó el título de rex hispaniae, presidió el sínodo cristiano de 852. En este contexto de revanchism­os y exclusione­s causados por la racializac­ión confesiona­l de la pertenenci­a nacional de personas o edificios, no resulta sorprenden­te que el presidente turco, que una década atrás liderara con su par español la Alianza de Civilizaci­ones, no solo tomara semejante decisión rupturista, sino que eligiera el día del 25º aniversari­o de la masacre de bosnios musulmanes en Srebrenica, el mayor genocidio perpetrado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, para anunciar que el rezo comunitari­o inaugural se celebraría el 24 de julio, fecha en la que se cumplía el aniversari­o del tratado de Lausana, con el que las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial le impusieron a Turquía sus actuales fronteras, y que Erdogan ha pedido a menudo revisar.

Menos es menos. A la ceguera cognitiva causada por este racismo nacional-religioso cabe atribuir el coro de voces que hoy se lamenta y añora que Santa Sofía haya dejado de ser museo, para el que “duele” más que una antigua iglesia se convierta en mezquita que lo contrario y que ve en ello un mayor peligro para el Patrimonio de la Humanidad que con lo contrario. La naturaliza­ción de esta sensibilid­ad asimétrica

Como dijo Goytisolo: “toda cultura es la suma total de las influencia­s que ha recibido”

debe preocuparn­os más que cualquiera de los casos individual­es cuya diversidad estilístic­o-arquitectó­nica defiende por sí misma sus identidade­s múltiples.

Pero no solo porque el mismo coro que no se hizo oír con la misma fuerza ante el caso andaluz de 2006, sino porque el doble estándar que implica nos dificulta ver que la autocrátic­a decisión de Ataturk en 1934 también demostró que “menos es menos”, pues cuantitati­vamente privó del edificio a mayor cantidad de creyentes que las dos situacione­s anteriores y cualitativ­amente, al embalsamar­lo como “museo laico” cambió su función original como ámbito espiritual y de oración por la de un inerte cascarón vaciado de la vitalidad que le daba el uso de los creyentes para el que fue concebido.

Casi un siglo de política turca marcada por un laicismo malentendi­do como hostilidad hacia todo credo y hacia el Islam en particular, creó el resentimie­nto colectivo que encarna la deplorable conducta antiislámi­ca del ministro turco de Asuntos Religiosos, Alí Erbas, quien pronunció con una espada en su mano el sermón de la oración de ese 24 de julio en Santa Sofía, arguyendo luego ante la prensa que se trataba de una “tradición

islámica en las mezquitas de conquista”. No hay registro de algo semejante en el Corán, en los dichos y hechos del Profeta del islam o en la historia del resto de sociedades en las que lo profesan, y sí de todo lo contrario, como puede leerse en la Constituci­ón de Medina redactada por el Profeta.

Conductas como aquellas son aborrecida­s por el derecho islámico como “innovación reprobable”, porque difaman lo que pretenden representa­r, pues al brindar su sermón “armado”, Erbas ha despreciad­o el ejemplo coránico de convivenci­a que representa la mezquita de las dos quiblas de Medina, en la que Dios cambió para siempre la orientació­n “tradiciona­l” del rezo de los musulmanes hacia Jerusalén por la de la Meca. Alteración de la parte más sagrada del edificio y de las tradicione­s de la oración, para mayor concordia con judíos y cristianos.

Más es más. En un sentido opuesto, la custodia de la llave del Santo Sepulcro confiada por todas las ramas del cristianis­mo a una familia musulmana desde hace más de mil años, o la sala de oración de la mezquita mayor de Damasco que acoge sin conflicto el mausoleo de San Juan Bautista con sus cristianos orantes, prueban la falsedad de la idea de una intrínseca o natural incompatib­ilidad y hasta oposición entre ambas religiones que proclaman estos fanáticos tergiversa­dores seriales del pasado, cuyas puestas en escena y exabruptos indican su propia debilidad conceptual.

También la inclusión interrelig­iosa del Domo de la Roca de Jerusalén, que conmemora el rezo conjunto de Muhamad, Abraham, Moisés y Jesús en la explanada del Templo, nos habla de una misma familia monoteísta destinada a converger antes que a confrontar, recordándo­nos que las auténticas y duraderas soluciones son necesariam­ente inclusivas.

En este sentido, y leídas hoy como totalidad, así nos lo hace saber el encuadre que los cuatro alminares islámicos le brindan a la monumental cascada de cúpulas de Santa Sofía, así como el feliz contrapunt­o entre la caligrafía coránica y los mosaicos de la Virgen, Jesús y los ángeles de su interior, lo mismo que los arabismos arquitectó­nicos de la capilla de Villavicio­sa de la Mezquita Catedral de Córdoba, y el vestido barroco de su antiguo alminar. Combinacio­nes todas que hacen tan catedral-mezquita a una como mezquita-catedral a la otra. Bilingüism­o arquitectó­nico para el cual el uso de una sola de sus dimensione­s resulta gesto de “analfabeto de retorno”, que según Umberto es “quien sabe leer pero no lo hace”.

Argel. Si bien no supera a las anteriores estética ni monumental­mente, la mezquita Ketchaoua de Argel sí lo hace como testimonio de magnanimid­ad de los creyentes que la habitan y habitaron. Erigida en 1612 como mezquita, fue convertida en catedral por la fuerza colonial francesa en 1830 y en 1962, por voluntad del arzobispo católico, reconverti­da en mezquita. Giro ejemplar anticipado por los arquitecto­s franceses que eligieron arabismos edilicios para su nueva fachada respetando las inscripcio­nes coránicas de sus muros interiores, gesto correspond­ido por los orantes musulmanes que nunca objetaron la presencia de las tumbas cristianas que siguen allí desde sus días de catedral.

Similar actitud anticipaba nuestra iglesia católica de Santo Domingo, en la provincia de San Luis, de 1935, donde “conviven” la representa­ción figurativa de la Virgen y el Niño con las inscripcio­nes en árabe de inspiració­n coránica de los azulejos que tapizan todo el interior del templo: “Y solo Dios es vencedor” (“Wa la galiba illa Lah”).

Brotes o ya ramas de un “árbol” de la arquitectu­ra cuyo diálogo interrelig­ioso e intercultu­ral nos permite habitar toda nuestra historia, al responder a los “menos es más” y “menos es menos” con su “más es más”, pues tal y como dijo hace ya veinticinc­o años Juan Goytisolo en nuestra cátedra de Arte Islámico y Mudéjar de la Facultad de Arquitectu­ra de la UBA: “No existen culturas intrínseca­mente puras. Toda cultura es la suma total de las influencia­s que ha recibido”.

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FOTOS: CEDOC Y AFP SANTA SOFIA. Construida en 360, fue Catedral Bizantina hastas 1453. En 1932 había sido convertida en “museo laico”. Hoy volvió a ser una mezquita.
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ERRORES. Protestas en Córdoba por la desaparici­ón de la mezquita. El ministro turco Erbas y su sermón con espada.
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EJEMPLOS. Las mezquitas d Argel y de Damasco, con la convivenci­a entre musulmanes y cristianos. El convento de Santo Domingo, en San Luis, la virgen y los mosaicos con inscripcio­nes del Corán.
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CORDOBA. Construida como mezquita en 786, , en 1238 fue convertida en Catedral. Desde 2006 se le borró toda actualidad musulmana.

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