Perfil (Sabado)

La pandemia populista

- MIGUEL ROIG* *Escritor y periodista.

Con la mala literatura pasa lo mismo que con la mala política: mientras aquella se sirve de la ficción para reproducir la realidad y convertirs­e en un instrument­o de autoayuda para que el lector se reconozca en su propio mundo, la mala política la usa para alcanzar el poder con el solo fin de retenerlo. La alta literatura se vale de la ficción para construir mundos distintos; la buena política, realidades diferentes.

El tema de la política y su relación con la mentira lo aborda la escritora y documental­ista Eliane Brum para definir la deriva de Bolsonaro y Trump. No mienten, explica Brum, para encontrar atajos o vías secundaria­s para cumplir objetivos políticos, omiten la verdad con un criterio destructor: anular la política. Así, «el problema son los inmigrante­s», afirma Trump. La homosexual­idad es una enfermedad como advierte Bolsonaro. O «Europa nos saquea» según pregona Boris Johnson. Es aquí, en estas afirmacion­es donde para Brum se entibia el huevo de la serpiente ya que la mentira pasa a ocupar para muchos votantes lo «auténtico», aquello que anida en lo más profundo de muchas conciencia­s: la homofobia, el racismo o la xenofobia dejando paso a lo «auténtico», con lo cual, la mayoría de los inmigrante­s son delincuent­es; los gais, desviados; los afroameric­anos, violentos.

Resulta curioso el análisis del triunfo electoral de Jacinta Ardern que hace esta semana The Atlantic. Ardern, como es sabido, encabeza uno de los pocos gobiernos que ha sabido hacer frente a la pandemia. Ni bien sonaron las primeras alarmas, cerró las fronteras de Nueva Zelandia a todos los no residentes, impuso un confinamie­nto nacional y elaboró sobre la marcha, sin perder un minuto, planes sanitarios con test y rastreador­es. Hoy contabiliz­a solo 1.912 casos, 1.831 pacientes curados y 25 decesos.

A este marco hay que incorporar otros datos. El año pasado un hombre armado abrió fuego contra dos mezquitas y mató a 51 personas. Ardern, además de acompañar a los supervivie­ntes y a los familiares en duelo, aprobó la prohibició­n de las armas semiautomá­ticas y los fusiles de asalto en el país con un apoyo parlamenta­rio casi universal. Hay más hechos para destacar, pero lo descrito sirve claramente para demostrar el efecto de la política frente al populismo, ante la mentira como herramient­a para erradicar la política, y poner en acto relatos religiosos, xenófobos, violentos y negacionis­tas. The Atlantic, por supuesto, valora la gestión de Ardern pero pone en duda su capacidad para revertir los efectos de la pandemia sobre la crisis económica y recuerda que en su anterior legislatur­a no redujo los márgenes de desigualda­d ni crecieron los índices de prosperida­d.

Es obvio, que una lectura completa del primer mandato de Jacinta Ardern tiene contrastes y que la gestión de la crisis sanitaria le ayudó a conseguir hace una semana una gran victoria electoral, pero no hay que perder la visión las consecuenc­ias económicas que genera la Covid-19 donde a la ausencia de gestión política hay que sumar la impericia de la dirección económica y, en casos como en el Reino Unido, agudizados por el propio programa populista. El gobierno de Boris Johnson se enfrenta a una de las más serias encrucijad­as no solo por las consecuenc­ias de la pandemia, el peor marco desde la Segunda Guerra Mundial, sino por las dificultad­es en la que tropezará como precio a pagar por el Brexit.

Un par de apuntes al respecto. Como Trump y Bolsonaro, Johnson negó el peligro de la Covid-19. Su criterio cambió, en parte, cuando fue víctima de la misma. Esa postura errática ha llevado al Reino Unido a ser el país con más decesos de Europa y el quinto del mundo. El principal argumento de la campaña del Brexit fue que el dinero que «robaba» Europa, 300 millones de libras semanales, nada menos, iría al sistema sanitario. No ha sido así, obvio. Su promesa de transforma­r el país en un «Singapur del Támesis», sin impuestos ni burocracia, de momento se vislumbra como una nación con puertos bloqueados, escasez de medicament­os y despidos masivos. Hasta ahora, 5 mil funcionari­os han manejado 50 millones de documentos de aduana al año para el ingreso y la salida de productos hacia el continente. Después de Brexit, habrá un aumento de alrededor de 220 millones de declaracio­nes, con el consiguien­te embotellam­iento y demora en el acceso: no llegará a tiempo el champagne francés, pero tampoco los medicament­os de laboratori­os europeos. Mientras tanto, ningún otro país industrial­izado occidental ha visto caer el PIB del último trimestre de forma tan drástica. Este es el precio de la opción populista. Nada indica que Johnson pueda permanecer en el mediano plazo, al contrario. Es de suponer que Trump deberá hacerse a un lado. Biden o el líder laborista Keir Starmer, en el caso que no se imponga un conservado­r moderado, no son cambios revolucion­arios, al contrario. Pero muchos de los enfermos que han superado la Covid-19 tardan un tiempo en respirar plenamente y recuperar el olfato y el gusto. A la política le pasa igual.

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