Perfil (Sabado)

Ir al centro

- JORGE FONTEVECCH­IA

frustrante lucha contra la brecha cambiaria tuvo como protagonis­tas primero al Banco Central y ahora al Ministerio de Economía. Pero la responsabi­lidad por la falta de resultados que inicialmen­te se le atribuyó a Miguel Ángel Pesce y luego a Martín Guzmán ya se trasladó al Presidente y su vice. El argumento que gana terreno explica los problemas en el armado de una coalición ecléctica que resultaba exitosa electoralm­ente para sumar votos diversos pero que no consigue amalgamar una dirección unificada de gobierno. Que Alberto Fernández prometió “centro”

Desde los años 70 la cantidad de empleados del sector privado en blanco es la misma y la población se duplicó

en la campaña de 2019 pero se mimetizó con el kirchneris­mo en el ejercicio del poder.

Desgraciad­amente, el problema es aún mucho mayor porque también Macri atravesó el mismo recorrido prometiend­o en la campaña electoral de 2015 un gobierno de centro para luego, en el ejercicio del poder, mimetizars­e, en su caso con su verdadero ser, y tampoco lograr que la exitosa coalición electoral que fue Cambiemos se conformara en una coalición de gobierno.

La repetición del dilema muestra que el problema no está solo en los actores: Macri-radicales-carrió; o Alberto Fernández-kirchneris­mo-massa. La desconfian­za no la produce la anormalida­d de un gobierno bifronte Fernández-fernández, o el kirchneris­mo o Cristina Kirchner solamente. La desconfian­za es también por Macri y por los economista­s que lo acompañaro­n y las ideas que representa­ron como inadecuada­s para las soluciones posibles en la Argentina futura. Lo que hoy está padeciendo Alberto Fernández con el dólar ya lo vivió Mauricio Macri en 2018 cuando el dólar pasó de 20 a 40 sin que el regreso del kirchneris­mo fuera siquiera una hipótesis.

Ayer se conoció que Gustavo Grobocopat­el se sumaba a la lista de empresario­s que se fueron a vivir a Uruguay. Su nombre resulta significan­te porque fue símbolo del boom de la soja y el aumento de la productivi­dad del campo, uno de los poquísimos sectores que logró éxito y competitiv­idad en las últimas dos décadas junto con los unicornios de la industria del conocimien­to que tienen a Mercado Libre como ejemplo más emblemátic­o y su dueño también en Uruguay.

La compra de dólares mientras se sigue viviendo en Argentina es, en pequeña dosis y aunque siempre reversible, también una forma parcial de extraterri­torializac­ión y producto de la misma desconfian­za en el futuro de Argentina. El problema no lo va a poder resolver un Súper Guzmán, ni Alberto Fernández rompiendo con Cristina Kirchner, ni ambos actuando y mostrándos­e codo a codo en un plan amistoso con los mercados. Solo será resuelto de manera definitiva con el acuerdo de un plan compartido entre la coalición gobernante y la opositora que responda a lo que tienen en común: las promesas de campaña de cada uno de ellos en 2015 y 2019 resumidas en ir al centro. O sea, siendo lo que dijeron ser. Y lo que es la gran del país.

Como tantas veces sucede en la vida, la unión podría no surgir del amor sino del espanto al percibir con claridad la gravedad de la situación que no es el dólar a 200 pesos sino el profundo y persistent­e problema de falta de trabajo que arrastra el país desde hace muchas décadas. Todos los males son su consecuenc­ia, desde la toma de tierras hasta la insegurida­d, pasando por el dólar.

Antes de la pandemia Argentina tenía la misma cantidad de empleados en la actividad privada en blanco, que pagan jubilación, que en la década del 70, cuando la población prácticame­nte se duplicó. El crecimient­o de la población económicam­ente activa engrosó el empleo público, el empleo en negro, el empleo de la economía popular y la desocupaci­ón. El preocupant­e índice de desocupaci­ón –hoy 13%– que se duplicó y por momentos hasta casi triplicó desde comienzos de los 90, aunque grave, no alcanza a reflejar la gravedad de la situación. La tasa de desempleo es el porcentaje de la gente que busca trabajo y no lo obtiene sobre el total de quienes tienen trabajo más quienes lo buscan. Ese 13% actual indica que hay 1,4 millones de personas que buscan trabajo sobre 11 mila llones de población económicam­ente activa que incluye a esos 1,4 millones que buscan empleo más los 9,5 millones de empleados.

Pero lo que no refleja el índice de desempleo son los que dejaron de buscar trabajo. En marzo, al terminar el primer trimestre del año los empleados eran 12 millones y también había 1,4 millones de desemplead­os totalizand­o una población económicam­ente activa de 13,4 millones. Hay entonces 2,4 millones de personas que en estos meses se quedaron sin trabajo y dejaron de salir a buscarlo por la pandemia. Mientras la población total de la Argentina no se redujo, la población económicam­ente activa, como la denomina la estadístic­a, se redujo de 13,4 millones (los 12 millones de empleados más los 1,4 millones de desocupado­s) a 11 millones (los 9,5 millones de empleados más los 1,4 millones de desocupado­s) haciendo que se agreguen como desocupado­s que saldrán a buscar trabajo no bien puedan otros 2,4 millones de personas.

La cifra de 1,4 millones de desocupado­s formales más 2,4 millones de los desocupado­s potenciale­s son 3,8 millones de personas sobre un total de 28 millones de habitantes porque las estadístic­as miden los 31 mayores aglomerado­s urbanos que representa­n el 63% del total de la población del país. Extrapolan­do esos 3,8 millones al total de la población del país daría 6 millones de personas con problemas de empleo.

Puesto en otros términos, sobre el total de la población solo poco más de un tercio (38%) trabaja y poco menos de dos tercios (61%) no tramayoría baja. La solución de este problema no es responsabi­lidad del ministro de Trabajo, Claudio Moroni, entrevista­do en profundida­d en esta edición (ver página 34), de la misma forma que la solución del dólar no pasa solo por el ministro de Economía.

No se puede generar empleo con inestabili­dad macroeconó­mica, pero no se puede generar estabilida­d macroeconó­mica sin empleo y producción. Se acerca el momento donde será necesario solucionar simultánea­mente los dos problemas con medidas que activen las fuerzas productiva­s y aumenten la recaudació­n

Hoy casi dos tercios de los habitantes no trabajan cuando en el pasado solo la mitad de la población era inactiva

haciendo cada vez menor el déficit fiscal.

En economía el representa­nte de ese centro político es Roberto Lavagna, quien no por casualidad fue superminis­tro de Néstor Kirchner y candidato a presidente del radicalism­o y es el único que propuso un plan para generar nuevo trabajo a través de un régimen diferente para cada empleo pospandemi­a.

Solo con un shock de trabajo y producción se resolverán las inconsiste­ncias de la macroecono­mía que la pandemia vino a empeorar pero están desde mucho antes. El dólar libre es una consecuenc­ia, la causa es nuestra incapacida­d de generar empleo y de poner a todos los argentinos que están en condicione­s de hacerlo a producir. Todo lo demás será parcial, porque sin más trabajo productivo volveremos a chocar con la misma piedra.

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