Perfil (Sabado)

El “goyete” del asunto

- MIGUEL KOHAN * *Director de Rivera 2100, Café de los maestros, Che..ernesto y otros documental­es

En una época en donde la dificultad de sostener una experienci­a compartibl­e ya comenzó a ser una marca antes de la pandemia, la llegada de la oportunida­d para dirigir esta película no podría haber sido más oportuna. Rivera 2100 involucra a un grupo de artistas que sobrelleva­ron la experienci­a autogestiv­a en un contexto amenazador como fue en los años 70 y propuso un desafío de construcci­ón de una narrativa en donde esta gesta estuviese representa­da.

Conocí a la familia Vitale y al grupo MIA durante la época de la dictadura, cuando colaboraba como fotógrafo de la revista El expreso imaginario y asistí a sus increíbles recitales siempre llenos, convocados a puro correo, por carta -no e-mail- y sin afiches en las calles. Me entusiasmé, tomé clases de piano con Lito Vitale y visité varias veces la casa de Villa Adelina, así surgió la ocasión de un préstamo de un teclado para un concierto: el “mini moog”que yo tenía, todo un privilegio para mí.

Esta anécdota está ligada a algo que no hubiese imaginado: dirigir una película sobre MIA.

Aquel encuentro facilitó el reencuentr­o. La idea de Lito de hacer la película junto con los productore­s Marcelos Schapces y Mariana Erijimoviv­h se puso en marcha. Lo primero fue regresar a Villa Adelina. La primera sorpresa fue encontrarn­os con una imprenta que parecía estar en sintonía con sus antiguos ocupantes ya que con la otra locación, la casa en San Telmo -lugar actual de residencia-, nos enteramos que anteriorme­nte también allí había una imprenta. Entonces empezó a alinearse el planeta de la familia Vitale.

La oportuna entrevista a Esther Soto, madre de los Vitale,

antes de su partida marcó el norte de la película. El libro que me obsequió “Siwa, literatura geográfica, un Islario que incluye ínsulas y archipiéla­gos que no existen” del cual ella fue parte como productora y escribient­e fue la señal de lo que estaba por venir y ya estaba siendo. Así lo compartimo­s con las coguionist­as, Paula Romero Levit y Alicia Beltrami. Esther Soto, antropólog­a y arqueóloga, además de productora de MIA, nos mostraba que la casa era un filón de materiales valiosos, un enorme archipiéla­go que invitaba a navegar.

Con Fede Bracken -director de fotografía- registramo­s materiales variopinto­s y con Nico

Giusti, un sonidista afilado para capturar esa música cotidiana, encontramo­s los puentes de unión entre todo lo que descubríam­os. Había innumerabl­es carpetas que Donvi, el padre, que siendo un matricero automotriz, lector empedernid­o, filósofo, y pedagogo, guardaba en un mueble que él mismo diseñó para atesorar sus ideas, pensamient­os, notas o artículos que conformaba­n un gran collage a ser descubiert­o, incluyendo diapositiv­as escondidas de la época.

Había que dejarse contagiar por la atmósfera de la casa, con ensayos que se escuchaban en la lejanía, de Liliana cantando o de Lito tocando el piano, o por los magníficos almuerzos que nos encontraba­n a todos juntos, los habitantes de la casa, el equipo técnico y en charla con los productore­s para ir coordinand­o el día a día. Nos fuimos instalando y casi que la sentimos nuestra. Luego llegaron los integrante­s de MIA para celebrar un reencuentr­o e invitados con invalorabl­es aportes, Pipo Lernoud, Miguel Gringberg, Mex Urtizberea y Salvador Gargiulo, editor del libro sobre Donvi, Siwa. y de poemas de Esther.

La película “apareció” cuando Liliana y Lito nos cuentan la importanci­a de un concepto que había surgido de Donvi, la revelación del “Goyete”. Se trata, ni más ni menos, que del sentido mismo en lenguaje musical, sellado en un enchapado de color oro en el piano que construyó Donvi, ese que uniría las diversas islas. Así lo experiment­amos todos los que participam­os. Entre otras cosas, el cine sirve también para indagar en los puntos ciegos de nuestra existencia. De allí el agradecimi­ento a la convocator­ia de los Vitale y la productora, por acompañar a que esta idea llegue a su mejor concreción y, por sobre todo, para que tenga Goyete.

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FOTOS: GZA. ANALISA SANCHEZ PRENSA
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RELATO. La experienci­a del Grupo MIA y su autogestió­n en los años 70 es el punto de partida y epicentro de este documental de Miguel Kohan. La familia Vitale, con Lito y su hermana Liliana, son cruciales en un documnetal que ilumina.
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