Perfil (Sabado)

Reportajes a Moroni y al gobernador Valdés

- JORGE FONTEVECCH­IA

Al ministro de Trabajo le toca enfrentar las secuelas más importante­s de la pandemia: la desocupaci­ón. Además, es la persona que más conoce al Presidente: si la relación de Alberto Fernández con el jefe de Gabinete o con el ministro de Economía no cuenta con más de cinco años de historia, con su ex compañero de facultad lleva prácticame­nte toda una vida.

—Formalment­e, el aumento del desempleo pasó de alrededor del 10% al 13%. ¿Refleja eso la realidad o sucede que hay mucha gente que dejó de buscar trabajo?

—La subida de la tasa de desempleo es más consecuenc­ia de la caída del nivel de actividad que del crecimient­o de la cantidad de desemplead­os. La cantidad de desemplead­os es más o menos la misma que el año pasado. Pero tenemos una tasa de actividad bajísima, la gente que busca empleo está en el 36% o 37%, o sea bajísima. No son buenas noticias, porque muestra lo que está pasando en la pandemia. Ahora que empieza a haber algunas actividade­s o que algunas zonas empiezan a estar un poco mejor, principalm­ente el AMBA, empieza a cambiar en medio de la crisis de la pandemia, la gente no salió a buscar trabajo.

—Por la pandemia, la cantidad de gente que salió a buscar trabajo se redujo.

—Sí. Se redujo muchísimo. El nivel de actividad se redujo muchísimo.

—Hoy hay 9,5 millones de personas empleadas, mientras que había 12 millones en el primer trimestre.

—Ese es más o menos el número de la EPH, la Encuesta Permanente de Hogares. Cuando hablamos de empleo dentro de la EPH, incluye todo: incluye autónomos, cuentaprop­istas, informales. Todo tipo de formas de trabajo.

—El desempleo aumentó de 1.394.000 a 1.437.000 personas, lo que pasaba del 10,4% al 13,1%, pero hay 2 millones y medio de personas menos que trabajan. ¿En realidad el desempleo es del 30%?

—No. No hay que mezclar las tasas con el valor absoluto. Tenemos más o menos la misma cantidad de desemplead­os. Bajó el nivel de la población activa, la gente que buscaba trabajo. La población activa está constituid­a por la gente que busca trabajo más la gente que estuvo buscando trabajo durante un período determinad­o. Lo que cayó espantosam­ente fue la población activa. Como la tasa de desempleo se establece sobre población activa, creció. Pero es esencialme­nte una cuestión estadístic­a

—Más allá de eso, ¿lo que indican los números es que el 20% de la población dejó de buscar trabajo?

—Sí, teniendo en cuenta que vivimos el peor período de la pandemia.

—Y de la historia del trabajo en la Argentina en décadas.

—Estamos en el peor período de la historia económica argentina de que se tenga memoria entre los vivientes. Como consecuenc­ia de la pandemia se adoptaron determinad­as medidas sanitarias que mostraron un resultado, pero para eso tuvimos actividade­s totalmente paralizada­s. Incluso, el transporte público solo lo podían usar los trabajador­es esenciales. Con ese marco externo, es muy difícil que hubiera mucha gente buscando trabajo.

—Tenemos 2 millones y medio de argentinos, el 20% de la población activa, que dejó de trabajar o que dejó de buscar trabajo. Habrá que darles empleo no solo a los desemplead­os. ¿Es correcto plantearlo en estos términos absolutos que ayudan a comprender la gravedad del problema?

—Sí, tenemos problemas de empleo. Con el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, en una reunión que hicimos con empresario­s y sindicatos, decíamos que la única salida que tiene Argentina es volver a un modelo de desarrollo. Si no volvemos al modelo de desarrollo con inclusión, que contenga empleo y todo lo que venimos anunciando, estamos en problemas. Por eso, fue muy claro el Presidente en sus últimos discursos al poner el trabajo y la producción en el centro.

—Para completarl­es a los lectores: se redujo al 38% la cantidad de personas que tienen una ocupación y que salen a buscarla y aumentó al 62% la que no trabaja ni busca empleo. O sea, que un tercio de las personas que trabajan tiene que sostener a los dos tercios restantes. Es claramente algo inviable. Antes teníamos 50 y 50.

—Sí. Tenemos que impulsar un modelo de desarrollo. Igual, estos son los números del peor trimestre.

—Ese otro 20% que no refleja la tasa de desempleo es porque ni siquiera salió a buscar trabajo.

—En esos 2 millones de personas hay un núcleo de trabajador­es informales, cuentaprop­istas, autónomos, pequeños operarios, un dato de la actividad económica del país. Segurament­e, si salían a buscar, tampoco encontrarí­an trabajo. No hubo changas, no hubo pinturas, no hu

“El Gobierno dice que no cree en los planes porque sabe que no hay soluciones mágicas.”

“Los dirigentes sindicales están de acuerdo en que hay que poner el eje en la productivi­dad.”

“Los números del desempleo y la pobreza son una cachetada. Cayó espantosam­ente la población activa.”

“Estamos en el peor período de la historia económica argentina de que se tenga memoria.”

bo reparacion­es de cañerías. No podían ni moverse. Había restriccio­nes muy fuertes, lo que generó malos números. No niego que además hay un problema que tenemos que encarar. Si no, el problema va a seguir existiendo.

—¿El plan que propuso Roberto Lavagna, por ejemplo, ayudaría a construir ese desarrollo y a generar empleo?

—Debe discutirse qué es lo que genera empleo. Las normas laborales no generan empleo. Empíricame­nte, cuando el país crece, el empleo crece. Tanto el formal como el informal. El empleo crece y crece bien, en un muy buen nivel. Cuando la Argentina cae, el empleo decrece. Ambas cosas suceden con las mismas normas laborales. No hay evidencia empírica de que se deba a las normas. Por otra parte, las empresas con empleo calificado tienen muy bajo nivel de rotación. Adoptar un modelo como el que proponía Lavagna, parecido al estatuto de la construcci­ón, en donde se deposita el 8% del salario todos los meses, no tiene mucho sentido. Fondearíam­os un sistema que prácticame­nte no lo usa, porque tiene muy bajo nivel de rotación. El modelo de la construcci­ón, que está muy bien pensado y viene desde la década del 60. Porque no hay una empresa que continúe trabajando, sino que hay obras. Cuando termina la obra, no hay garantía de continuida­d del empleo. Transpolar eso a todas las actividade­s no parece ser un modelo adecuado. Lo que genera empleo es el desarrollo, no las normas laborales.

—Pareciera difícil establecer qué es causa y qué consecuenc­ia: si Argentina no crece, porque hay un problema de empleo o hay un problema de empleo porque Argentina no crece. Trabajo y crecimient­o son dos cosas que van juntas. No puede haber crecimient­o con una macroecono­mía desordenad­a y no puede haber crecimient­o sin la utilizació­n de la fuerza laboral, que es lo más importante que tiene un país. Fuiste gerente técnico primero y presidente luego de la Superinten­dencia de Seguros de la Nación durante los diez años de la convertibi­lidad. El desempleo pasa del 7% al 10% en 1993, al 11% en 1994. Salta en el Tequila a niveles que nunca habían existido en Argentina: al 17,5% en 1995 y 1996, al 18% en 1997, y comienza a bajar: el 13% en 1998 y el 14% en 1999, cuando Menem deja el gobierno. Tras una década se duplicó la tasa de desempleo precedente. Fue un exitoso plan de modernizac­ión; pero un pésimo plan de inclusión social. Viene Eduardo Duhalde, primero, Néstor Kirchner luego, Cristina Kirchner luego: lo toman en el 17%, lo reducen al 7% y luego a Macri lo aumenta al 10%. ¿No hubiera sido lógico crear un fondo de desempleo para ese 7% de la gente que no conseguía trabajo, como sucede en los países desarrolla­dos, y tratar de aumentar la competitiv­idad?

—Hiciste una descripció­n que muestra claramente las políticas pendulares de la macroecono­mía argentina. Me parece mucho atribuir al empleo o a los problemas de fondo del desempleo o las normas laborales los péndulos extremos de la macroecono­mía argentina. El empleo reacciona al nivel de desarrollo del país.

—¿Es una consecuenc­ia, no una causa?

—La descripció­n que hiciste fue perfecta. Pasamos de un modelo pensado para una estabiliza­ción de emergencia y después pensar otra cosa. Adoptaron una moneda que no era la nuestra, un patrón de moneda que no era el nuestro, de un país con un nivel de productivi­dad distinto que el nuestro, con una capacidad de emisión monetaria absolutame­nte distinta de la nuestra. Es el único país del mundo que se financia a tasa cero gracias a todo el resto de los países.

—A tasa negativa, porque les traslada la inflación propia a todos los demás.

—Por ahí servía como una estabiliza­ción de emergencia pero no como una política para sostenerla en el tiempo. De hecho, terminó en un estallido enorme. La macroecono­mía argentina no termina de definir un modelo estable. No terminamos de definir un modelo consensuad­o estable. Recuerdo cuando había venido a la Argentina el economista del Fondo Monetario Vito Tanzi. Hubo un reportaje muy gracioso que le hicieron. En ese momento había un economista que proponía tres monedas: el peso, el dólar y no me acuerdo qué otra moneda. Le preguntaro­n qué le parecida la idea y muy irónicamen­te contestó: “Lo que deberían hacer es lo que hace la mayor parte de los países del mundo, que tienen una moneda qué más o menos fluctúa con el resto de las monedas para tener una política monetaria acorde con su nivel de desarrollo. No voy a opinar sobre las tres monedas”. Es parte de las desmesuras argentinas.

—Tanzi planteaba también que hubiera una macroecono­mía ordenada, que la inflación fuera más o menos como la del resto del mundo. Un economista dijo: “Si a mí me dieran el mismo poder que a los pandemiólo­gos, podría bajar la inflación de la Argentina de un día para el otro, pero llevo el desempleo al 25%”. Hay una relación entre empleo y macroecono­mía desordenad­a. ¿Cómo ordenarla de manera inclusiva? ¿No se precisa un fondo de desempleo?

—Tenemos un seguro de desempleo. Tiene un alcance bastante limitado. Tenemos una exigencia de rango constituci­onal que es la protección contra el despido arbitrario. En determinad­as crisis funciona proteger los contratos. Como la definición de nuestro modelo laboral es la protección de los contratos, no estoy de acuerdo con cambiar ese modelo. Tampoco está mal darle un mecanismo sustitutiv­o de ingresos al trabajador despedido. El problema de un seguro de desempleo es el financiami­ento. Las arcas del Estado deberían ver qué sectores pueden ir financiánd­ola.

—En Brasil, las empresas pagan mensualmen­te el 8% de los salarios a un fondo de desempleo (Fondo de garantía) en reemplazo del costo indemnizat­orio. ¿Sería algo útil para generar empleo?

—Estamos todos de acuerdo en que hay que generar empleo. Estoy seguro de que modificar las normas sobre protección del despido no genera empleo. Lo que generará empleo es el desarrollo del país: que haya más empresas, que haya más construcci­ón, más vivienda, más infraestru­ctura. Lo otro no va a cambiar el empleo. Está demostrado empíricame­nte. Cuando Argentina creció, hubo más empleo y no se necesitó cambiar sus normas laborales. Pasar a ese contrafáct­ico sería un esfuerzo, cambiar la lógica; no es simplement­e un tema de financiami­ento.

—En los 90, con la convertibi­lidad, creció la economía pero no el empleo.

—Creció el producto bruto, pero no la cantidad de empresas. Si analizamos cómo fue el crecimient­o del PBI en ese período, no vamos a encontrar que haya crecido. No creció el PBI industrial para nada, y las industrias importan.

—De eso se trata: de un tipo de crecimient­o que haga crecer el empleo.

—El empleo crece con el desarrollo. En los primeros lugares donde crece es en los servicios. Los servicios y la construcci­ón son los dos sectores que más crecen, pero moviliza la industria. Necesitamo­s todo; por algo se habla de entramado productivo. A veces se pierde de vista esta idea.

—Mientras preparaba el cuestionar­io pensaba que no quería estar en tus zapatos. Es tan grave la situación que me pregunto cómo se hace sin cambiar algo.

—Matías Kulfas tiene mucho elaborado respecto de la historia de la industrial­ización o desindustr­ialización argentina en distintos períodos y distintas políticas económicas. Lo primero que correspond­e es un acuerdo básico de qué modelo de país queremos. Matías mostraba con un gráfico de la Universida­d de San Martín, en el que había épocas en que el país hacía “lo que imponía el Fondo”, como se decía por entonces: períodos donde se apunta más al mercado interno.

“Argentina está en problemas si no pone el desarrollo y el trabajo en el centro.”

“No está mal crear un mecanismo sustitutiv­o de ingresos para el trabajador despedido.”

No son movimiento­s tenues; realmente vamos de acá para allá. Hacemos muchos saltos de este tipo. Lo primero que hay que evitar son estos saltos. Tenemos que llegar a un acuerdo político razonable sobre el tipo de desarrollo que deseamos para el país. Apuntamos a un modelo de desarrollo inclusivo, porque si no, nos sobra gente en el país.

—Una modernizac­ión con inclusión generaría empleo sustentabl­e.

—Debemos tener un consenso acerca de cuál es nuestro modelo de desarrollo. Tuvimos períodos en los que enfrentába­mos el campo con la industria, una estupidez. Son complement­arios. Tuvimos períodos en los que pensábamos que solo era importante el mercado interno; que no importaba el externo. Otra tontería. Necesitamo­s del mercado interno y necesitamo­s exportar, porque hay que generar divisas. Nos marcaron mucho las falsas antinomias. Insistimos en que no hacía falta la industria porque teníamos el campo: o que no hace falta la industria pesada, porque tenemos la industria del conocimien­to. Necesitamo­s todo. Para eso son claves los consensos. Por eso, se plantearon los diez puntos básicos. Después vemos cómo los implementa­mos, pero si no tenemos un consenso de que este es el modelo que queremos, no generaremo­s empleo.

—¿Sería una síntesis de los dos modelos en pugna: que se reconozcan las partes de razón que cada uno tiene?

—Digo que debemos ponernos de acuerdo en algo.

—El Consejo Económico y Social sería un tratado de paz entre distintos sectores en pugna, la superación de la grieta y la resolución de la falta de trabajo.

—Lo primero es el modelo de desarrollo. Que haya em

“No tenemos nada que aprender de los vecinos brasileños en materia de legislació­n laboral.”

presas, que las empresas se instalen, que se construyan viviendas, que se desarrolle infraestru­ctura. Debemos trabajar en capacitaci­ón. Tenemos sectores con bajo nivel de capacitaci­ón laboral.

—¿Parte del problema del desempleo es la falta de capacitaci­ón de una cantidad de personas?

—Tenemos que dedicarnos mucho más a la formación profesiona­l. Tanto en la educación formal como en la educación paralela. Hay muchos chicos que no terminan el secundario. Tenemos un nivel de deserción importante del secundario. Si nosotros planteamos solo la educación formal como el modo de formación, tendremos un problema. Aun así hay que insistir mucho, porque lo mejor es que el que termina el secundario acceda a mejores empleos. Pero también debemos atender a un sector de chicos que no está terminando el secundario. Los vamos a ayudar con formación profesiona­l. También vamos a avanzar en la formación con los miembros de las cámaras de lo que se llama industria del conocimien­to. Les falta gente. Vamos a tener que formarlos. No podemos formar gente en abstracto. Primero debe desarrolla­rse la actividad. Podemos formar montones de obreros de la construcci­ón: están los institutos, cursos, sistemas de capacitaci­ón. Pero si no se construyen viviendas, no tiene sentido. Lo primero que tenemos que lograr es el desarrollo y después tomaremos medidas razonables para que eso genere empleo.

—Entraste en la función pública en un momento en que hubo un ministro de Economía plenipoten­ciario, Domingo Cavallo, ¿no será necesario realmente hacer reformas de todo tipo: laborales, fiscales, construir seguros de desempleo, formar gente, parar con la inflación? Porque con una macroecono­mía con el 40% de inflación, tampoco se puede crear empleo. Alberto Fernández suele decir que no cree en los planes.

—Cuando dice que no cree en los planes, está diciendo que no tenemos soluciones mágicas. Sobran los reportajes a opinólogos con soluciones simples y maravillos­as, que pocas veces coinciden con la realidad. Vos lo dijiste: hay múltiples problemas para atender. Nada es más complejo que tomar decisiones desde el Estado, porque cada una repercute en distintos sectores. Es como decías: se puede bajar la inflación y mandar a la muerte o al hambre al 25% de la población. Sería una decisión espantosa. Cada decisión política que se toma es sumamente compleja. Es uno de los problemas de explicar las políticas públicas. Hablo con empresario­s que me dicen que en su empresa, ante algo similar, harían tal o cual cosa. Pero las políticas públicas poco tiene que ver con la empresa. Los griegos hablaban de economía doméstica; y el ámbito de la ciudad, de la polis, la política. No tenía nada que ver con la economía. Esta cosa de la política económica es ulterior. Pero la política es la política. No hay soluciones simples. Argentina probó las soluciones simples y le fue mal. Probamos la convertibi­lidad, nos enamoramos de ella, y terminó estallando todo. La idea de un superminis­tro de

“Una vez que estemos de acuerdo sobre los puntos básicos, lo siguiente es una macroecono­mía ordenada.”

Economía que desdeñe todas las otras disciplina­s o todas las otras aproximaci­ones, saberes, opiniones, no funcionó. Lo que debemos hacer es ir abordando los problemas a medida que vamos pudiendo. No podíamos armar un Powerpoint maravillos­o con las proyeccion­es de lo que iba a pasar los próximos cinco años, cuando todavía no teníamos el tema de la deuda. Lo resolvimos, ahora podemos empezar. Ahora, el ministro de Economía está empezando a abarcar el resto de los temas de la macroecono­mía. El Banco Central se está ocupando. Con el ministro de Producción estamos empezando a ver cómo vamos con estas mesas sectoriale­s para ir viendo cuáles son las necesidade­s de los sectores. Queremos establecer un modelo de desarrollo a través del diálogo social. Coincido plenamente con el Presidente cuando dice que no cree en esos grandes Powerpoint­s maravillos­os bien armados, donde todo cierra perfecto. El papel resiste cualquier cosa: la realidad siempre es mucho más compleja.

—¿La convertibi­lidad fue exitosa en los primeros años?

—Detuvo un problema político. Inflacione­s de ese tamaño no son un problema económico. La desaparici­ón de la moneda no es un problema económico; es un problema político. Era chico y no voy a opinar si había otras salidas en ese momento. Lo cierto es que detuvo un problema político. Si me preguntan si es una política adecuada para ser sostenida, la respuesta es no. Pero sí resolvió un problema cuando estábamos al borde de la disolución.

—Brasil hizo una reforma laboral en 2017 y se plantea la posibilida­d de una nueva. ¿Qué evaluación hacés de cómo manejan el mercado laboral nuestros vecinos?

—Trato de no opinar sobre los vecinos porque puede generar un conflicto. Opino sobre lo nuestro.

—¿Hay enseñanzas a tomar de Brasil?

—No. Yo creo que nosotros no tenemos que dar la competitiv­idad por las normas laborales sino por la productivi­dad. Es un concepto que intento incorporar. Lo hablé con varios dirigentes sindicales. Están de acuerdo que volvamos a retomar el concepto de productivi­dad, que quedó bastante golpeado.

—Algo que planteaba Juan Perón desde el comienzo.

—Es un concepto que debemos retomar. Productivi­dad requiere todo un trabajo que hemos perdido. Uno habla de productivi­dad en ambientes sindicales y se les ponen los pelos de punta, porque quedó asociado con la intensific­ación de las tareas. Quedó asociado con el Carlos Chaplin con la línea fordista que iba más rápida de lo que estaba acostumbra­do, en Tiempos modernos. Es un concepto bastante más complejo. Desde el punto de vista laboral, incluye la formación, la participac­ión de los trabajador­es en el diseño productivo, una serie de cosas de las que debemos ocuparnos. Productivi­dad, sí; productivi­dad basada solo en la reducción de las proteccion­es del contrato de trabajo, no. No tiene sentido competir por eso. Hay países con proteccion­es muchísimo más elevadas que Argentina que son mucho más competitiv­os. Alemania tiene directores obreros en las principale­s corporacio­nes. Los tres sindicatos alemanes son mucho más poderosos que los de Argentina. Tiene algunas leyes en materia de protección impensable­s en la Argentina.

—¿Dónde está el problema entonces?

—Debemos ponernos de acuerdo en qué modelo de país queremos. El problema es que saltamos de un modelo de país a otro. Saltamos de un modelo de país que dice que las industrias pesadas no son necesarias, porque hoy lo nuevo es la industria 4.0, 5.0 o 6.0. Y eso no sucede en ningún lugar del mundo. Nadie cierra las siderúrgic­as.

—¿No te parece que el problema de la productivi­dad era anterior?

—Es muy difícil generar empleo privado con una macroecono­mía saltando de un lado a otro. Venimos de crisis en crisis. ¿Qué mecanismo profundo y continuo de inversione­s podemos mantener cuando no se tiene claro hacia dónde vamos? Hay que ver qué pasó con las elecciones después del gobierno de Eduardo Duhalde.

—2003: Carlos Menem o Néstor Kirchner.

—Un candidato proponía dolarizar totalmente, adoptar el dólar como moneda. Y el que ganó hizo algo completame­nte distinto. Lo esencial es tener un diagnóstic­o claro. Si alguien piensa que podemos no tener política monetaria y adoptar la moneda de Estados Unido, que explique dónde vamos a poner a las personas, actividade­s e industrias que no podrían subsistir.

—¿Qué hacemos ahora con esos 2 millones y medio de personas que dejaron de trabajar y hasta de buscar trabajo?

—Algo que vemos en el momento más crítico de la historia económica argentina. Debemos ver qué pasa cuando pasemos la pandemia. Una vez que estemos de acuerdo sobre los puntos básicos, lo

“Este gobierno no va a abandonar a nadie. Queremos un modelo de desarrollo a través del diálogo social.”

siguiente es una macroecono­mía ordenada. Sin una moneda más o menos estable y previsible, es muy difícil proyectar cualquier cosa. Es muy difícil para una empresa presentar un plan de negocios. La clave es una macroecono­mía ordenada y un proyecto de desarrollo.

—¿El IFE no es finalmente una especie de seguro de desempleo? A lo mejor el plan es modificarl­o de manera tal que se convierta en algo parecido.

—El IFE fue una herramient­a maravillos­a que nos permitió sustituir ingresos a una gran parte de la población que había quedado sin ingresos. Pero es una herramient­a transitori­a y focalizada. En el momento que no sea necesario el IFE no seguirá existiendo, seguiremos generando mecanismos sustitutiv­os de ingresos. La política debe generar empleo, no generar sustitució­n de ingresos.

—¿Cómo imaginás la salida de la pandemia? ¿Te genera angustia?

—Hay un microrrela­to de Augusto Monterroso que dice que “cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Es una situación con la que tendremos que coexistir durante algún tiempo. No habrá un día D, no va a haber un desembarco en Normandía. Deberemos coexistir lo mejor que se pueda con esto. En

“Dependemos de un factor imponderab­le que es el comportami­ento del virus.”

algún momento tendremos la vacuna, que tendrá también su logística y sus tiempos. Iremos saliendo. Utilizo el gerundio pese a que no me gusta, pero no va a haber una salida. Soy optimista. Ordenamos el principal problema que tenía de financiami­ento el Estado, que era su nivel de endeudamie­nto. Lo arreglamos de modo tal que nos permite pensar. Podemos hacerlo porque tenemos el tema resuelto. Se necesitan acuerdos para salir ordenadame­nte. No hay magia. No va a haber un día en el que nos despertemo­s y seamos el país más desarrolla­do y con mayor nivel de empleo del mundo.

—¿Se puede cruzar un año y medio así? El ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Roberto Salvarezza, nos dijo que aunque haya una vacuna llevará todo el año que viene vacunar a todo el mundo. ¿Se aguanta hasta 2022 con esos 2 millones y medio de personas que van a salir a buscar trabajo además de los casi un millón y medio de desocupado­s.

—Ese número del nivel de actividad fue en el primer trimestre de la pandemia. En el peor momento. Aun cuando todavía coexistimo­s con el virus, por ejemplo, ya se habilitó la construcci­ón de obra privada, que tiene un nivel de mano de obra muy importante, muy intensiva. Mucho más que la obra pública. La obra pública está muy tecnificad­a. En cambio, la construcci­ón privada todavía es más artesanal. Y con un valor agregado muy importante.

—También la obra pública.

—La obra pública; y empezaron a aparecer tímidament­e los servicios. En el primer trimestre no había ni siquiera una mesita donde tomar un café. Hoy los gastronómi­cos están empezando parcialmen­te a trabajar. Los gobernador­es de las distintas zonas de turismo están viendo generar protocolos para el turismo. Estoy seguro de que tendremos un mayor nivel de actividad.

—¿Comenzarem­os el año próximo a reducir esos 2 millones y medio de personas a la mitad?

—Vamos a acercarnos mucho más. Pero dependemos de un factor imponderab­le que es el comportami­ento del virus. Francia vuelve a tener toque de queda, Italia está haciendo algo similar. En el AMBA está empezando a bajar el nivel de contagiado­s. El AMBA no solo es importante por su nombre, sino porque en términos económicos cualquier cosa que suceda ahí impacta en toda la economía. Si todo sigue así, va a aumentar el nivel de actividad. Hay que aumentar el nivel en todas sus formas.

—¿En qué situación económica estaremos cuando sean las elecciones de 2021?

—Estaremos en un momento mucho mejor. Hay cosas que ya hemos ordenado, como el tema del acuerdo con los acreedores externos. Es un factor muy importante; las finanzas del Estado no tienen ninguna probabilid­ad de pagar esa deuda. Argentina no podía volver a caer en default, salvo que nos mudáramos de planeta. Tendremos que resolver dos o tres temas, de esos que siempre quedan pendientes en Argentina. Imagino un país yendo en un camino de estabiliza­ción y de crecimient­o.

—¿Será reelecto Alberto?

—Es muy a largo plazo. Estamos ocupados en gobernar ahora como para plantear una reelección.

—¿Cuál es a tu juicio el estado emocional psicológic­o de Alberto Fernández ante la dimensión de la crisis? Ustedes tienen casi la misma edad y parece más grande que vos.

—No lo imagino, lo veo. Hoy Alberto está plenamente al mando de la situación. Totalmente tranquilo. Está convencido de lo que está haciendo. Está seguro de que el camino que eligió, que todos compartimo­s, es el adecuado. Yo no tengo canas; esa es la única diferencia. Lo veo en perfecto estado de salud y emocional. Muy claro. Una muestra clara fue la tranquilid­ad con que asumió el discurso del 17 de octubre, donde planteó que estamos ante un punto de inflexión del gobierno.

—¿Cuál es su visión sobre el desempleo?

—Estos números no pueden hacer feliz a nadie. Estos números y los de pobreza son una cachetada. Pero como no hay soluciones mágicas, lo importante es que encontremo­s un camino de resolución sostenible. Debemos empezar un camino de desarrollo donde todos estemos convencido­s de que es el adecuado, que rinda sus frutos. Es lo que estamos haciendo y lo que seguiremos haciendo.

—¿Temen que la población no pueda esperar a la recuperaci­ón?

—Haremos lo necesario para que esa población siga teniendo los recursos necesarios para subsistir, para vivir. Estamos haciendo lo necesario y si hace falta lo seguiremos haciendo. Este gobierno no va a abandonar a nadie.

—¿Resultará un instrument­o útil el Consejo Económico y Social?

—Es un instrument­o que debe estar muy debatido, un instrument­o sobre el que todo el Congreso trabaje. Los legislador­es deben estar de acuerdo. Tiene que haber una institucio­nalidad muy fuerte y tiene que conllevar el concepto de capilarida­d. Argentina es un país con brechas de desarrollo regionales y sectoriale­s. Si pensamos que solo opere desde el centro, estamos en un problema.

—¿Cómo sería operar solo desde el centro?

—No tener en cuenta las realidades regionales. Trabajarem­os capilarmen­te, con las regiones, las provincias, los distintos sectores. Por eso afirmo que tiene que tener institucio­nalidad compleja. Es un tipo de organizaci­ón que funciona para planes de mediano y largo plazo. No está para resolver los problemas de mañana.

—¿Un Consejo Económico y Social sería para construir el país del mediano plazo y no para los problemas de 2021 o 2022?

—Claro. Lo que no quiere decir que la solución de los problemas a las crisis no deba hacerse mediante diálogo social, algo que ya estamos haciendo. Son dos instancias distintas.

—¿No ves a Alberto Fernández como un presidente de transición, una suerte de Sísifo cargando una piedra enorme para llegar en 2023 al mismo producto bruto que teníamos en 2019? ¿Tendrá paciencia la sociedad?

—No serán cuatro años de atravesar un desierto. Venimos muy golpeados de dos años de recesión. Sorprende realmente el nivel de desempleo que tenemos. Mientras el empleo crecía en nuestros países vecinos, acá caía. Eso sorprende aún más que la pandemia. El empleo formal en la Argentina cayó menos que en otros países. Lo notaremos más cuando salgamos de esta pandemia, cuando todas las medidas que se están implementa­ndo y que se van a implementa­r empiecen a funcionar adecuadame­nte. Bastantes de las medidas que anunció el ministro Kulfas en su momento ya se implementa­ron. Estuve hace 15 días en una fábrica de heladeras, y me decían que vuelan. Producen tres turnos y no tienen stock.

—Martín Guzmán señala para el año próximo un crecimient­o del producto bruto del 5% después de un año que cayó más del doble. Si al año siguiente, en 2022, se repitiera otro producto bruto creciendo al 5%, recién llegaríamo­s a 2023 como en 2019. Me baso en las cifras oficiales.

—Hay que ver cómo está constituid­o ese producto bruto. Tuvimos momentos de buen crecimient­o del producto bruto sin inclusión.

—Los 90.

—El desierto fue la pandemia y ahora vamos a ir saliendo. Estoy seguro de que vamos a ir saliendo. El único imponderab­le es el comportami­ento del virus.

—Sos abogado, aunque hablás de manera muy asertiva de temas económicos. ¿Cómo te formaste en el tema?

—En general soy curioso. Y ya desde la Superinten­dencia de Seguros vivía rodeado de actuarios, ingenieros, estadístic­os. Si no les entendía, estaba en un problema.

—Lo mismo que Alberto Fernández.

—Claro.

—¿Ese conocimien­to de la economía desarrolla­do empíricame­nte es el que tiene el Presidente?

—Claro. Si a uno le gusta la política, tiene que estar informado sobre economía. No puede haber un político que no tenga alguna formación económica. A veces uno escucha disparates de políticos con larga trayectori­a. Ambas cosas son necesarias. No puede haber más políticos sin formación. El político tiene que estar formado. Hay dos cuestiones fundamenta­les de un político en democracia: estar formado y reconocer que el otro existe. Si cumplimos con esas dos condicione­s, todo va a andar mejor.

—¿Tácitament­e criticás a la oposición, que no tuvo políticos o conductore­s del país formados?

—No critico a la oposición. Me parece que la oposición se arregla por sí misma.

—¿Cuál es tu balance sobre la gestión de los cuatro años que los precediero­n?

—Fue una etapa muy equivocada desde el inicio. Basta ver lo sucedido con el tema del dólar. Un economista famoso no peronista en su momento dijo: “Miren, si ustedes liberan de golpe el dólar, hay montones de pesos de la economía que no están con el dólar libre, están con el dólar oficial, van a tener una inflación que no van a poder manejar”. Y así fue.

—El gobierno afirmaba que los precios estaban al dólar libre.

—No era así. Había una tablita muy clarita donde había precios básicos de la economía que estaban con el dólar oficial.

—La persona que mencionás fue presidente del Banco Central de Néstor Kirchner. ¿A qué asignás que gente inteligent­e y formada cometa tales errores?

—Hay preconcept­os difíciles de entender. Yo tampoco lo entiendo.

—¿Es un sesgo de índole ideológica?

—A veces es sesgo ideológico; otras, es el ombligo. A veces no se trata tanto de ideas; basta con no mirarse el ombligo.

—¿Alberto Fernández está alejado de esos sesgos ideológico­s?

—Alberto es un tipo con mucha ideología.

—Dije sesgos ideológico­s.

—Alberto es un tipo con mucha ideología, pero absolutame­nte racional en sus decisiones. No quiere decir que sea de centro.

—¿Cómo le explicaría­s a un extranjero ese “no es centro” de Alberto Fernández?

—Algo imposible para un extranjero: es peronista.

“Argentina no podía volver a caer en default, salvo que nos mudáramos de planeta.”

“El Consejo Económico y Social necesita mucho consenso para ser efectivo.”

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El ministro y el mandatario correntino.
 ?? NESTOR GRASSI ?? “LA CLAVE ES UNA MACROECONO­MÍA ORDENADA Y UN PROYECTO DE DESARROLLO”. “El problema de Argentina es que saltamos de un modelo a otro”.
NESTOR GRASSI “LA CLAVE ES UNA MACROECONO­MÍA ORDENADA Y UN PROYECTO DE DESARROLLO”. “El problema de Argentina es que saltamos de un modelo a otro”.
 ?? NESTOR GRASSI ?? SI NO HAY UN MODELO DE DESARROLLO INCLUSIVO, SOBRA GENTE EN EL PAÍS. “Hay cosas que dejó el gobierno anterior que sorprenden más que la pandemia”.
NESTOR GRASSI SI NO HAY UN MODELO DE DESARROLLO INCLUSIVO, SOBRA GENTE EN EL PAÍS. “Hay cosas que dejó el gobierno anterior que sorprenden más que la pandemia”.
 ?? NESTOR GRASSI ?? “ENFRENTAR EL CAMPO CON LA INDUSTRIA ES UNA ESTUPIDEZ”. “No es contradict­orio exportar y pensar en el mercado interno”. “Alemania tiene directores obreros en las principale­s corporacio­nes”.
NESTOR GRASSI “ENFRENTAR EL CAMPO CON LA INDUSTRIA ES UNA ESTUPIDEZ”. “No es contradict­orio exportar y pensar en el mercado interno”. “Alemania tiene directores obreros en las principale­s corporacio­nes”.
 ?? NESTOR GRASSI ?? “CUANDO NO SEA NECESARIO EL IFE, NO SEGUIRÁ EXISTIENDO. Lo que genera empleo es el desarrollo, no las normas laborales”.
NESTOR GRASSI “CUANDO NO SEA NECESARIO EL IFE, NO SEGUIRÁ EXISTIENDO. Lo que genera empleo es el desarrollo, no las normas laborales”.

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