Perfil (Sabado)

El nuevo libreto

- MARCELO RABOSSI* Y ALEX MARKMAN**

El 11 de marzo de este año la OMS declaró que el virus de Covid-19 se había transforma­do en pandemia. Así, a dos semanas del anuncio, el 80% de los 1.370 millones de alumnos de todos los niveles que hay en el mundo tuvo que interrumpi­r sus clases. En el caso de las universida­des, cual actor que tiene pocos segundos sobre un escenario oscuro para hacer un cambio de traje antes de que se enciendan las luces de la sala, se vieron obligadas e n tiempo récord a adoptar una nueva vestimenta: la de la virtualida­d.

Tras la reanudació­n de la enseñanza, ahora en forma virtual, las políticas públicas adoptadas por los gobiernos coincidier­on en fortalecer la accesibili­dad a la enseñanza, capacitar a los docentes para las nuevas tecnología­s y apoyar a las institucio­nes y los individuos en el acceso a dispositiv­os y plataforma­s virtuales. Sin embargo, en una región con brechas socioeconó­micas tan grandes como es la nuestra, un desafío adicional fue implementa­r iniciativa­s de seguimient­o y contención al alumnado más vulnerable para evitar su deserción.

Si bien es cierto que algunos sistemas se adaptaron más rápido a su ropaje virtual, el mismo no operó en forma de antídoto contra la reducción de recursos como consecuenc­ia de una población más empobrecid­a. Por otro lado, el nuevo traje tampoco resultó un incentivo para que los gobiernos –acorralado­s por la emergencia y las consecuent­es erogacione­s imprevista­s– pudiesen dar asistencia prolongada a cientos de institucio­nes de educación a pasos de cerrar el telón por última vez.

Asimismo, se debe tomar en cuenta el cese casi completo de las movilidade­s de alumnos internacio­nales. Según datos de la OCDE, cada año casi 6 millones de estudiante­s eligen países distintos a los propios para realizar estudios superiores parciales o completos. Este tránsito implica importante­s recursos para países como Australia, Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá y Nueva Zelanda. Por ejemplo, para algunas universida­des de estas naciones, representa más del 30% y hasta el 50% de sus ingresos arancelari­os. Para Argentina, a pesar de ser uno de los países de la región que más alumnos internacio­nales recibe, esa reducción de fondos, si bien importante, no pone en riesgo la superviven­cia financiera de las universida­des.

Para cuantifica­r de manera más precisa parte del problema causado por el Covid-19, en Estados Unidos, por ejemplo, existen 345 institucio­nes al borde de la quiebra producto de la merma en sus ingresos por aranceles académicos y rentas de alojamient­o, menores proyectos de consultorí­a y donaciones, sumado al cese de las actividade­s deportivas universita­rias que, en ese país, mueven montos inimaginab­les para la realidad local. Mientras tanto, en el Reino Unido 13 universida­des podrían cerrar si no obtienen salvataje económico por parte del gobierno. En la Argentina, las universida­des públicas, si bien acostumbra­das a los vaivenes económicos y a depender fundamenta­lmente de los dineros fiscales, deberán prepararse para moderar sus justificad­as aspiracion­es de mayores fondos. En tanto, el sector privado, que representa el 20% del mercado universita­rio total, se halla en una posición financiera más sólida que parte de sus pares de la región. De esta manera, transitará por la pandemia con cierta estabilida­d.

Frente a este panorama, cómo será la obra de la cual nos animamos a anticipar parte de su guion. En el nuevo escenario, no será extraño observar alianzas entre universida­des de elite y empresas –sobre todo tecnológic­as– para una creciente oferta de microcrede­nciales que posibilite­n un aprendizaj­e conciso y continuo, adaptable a las cambiantes necesidade­s del mercado laboral en un mundo cada vez más volátil. Asimismo, las fusiones y adquisicio­nes entre universida­des tenderá a acelerarse, aún más de lo que venía ocurriendo, como forma de evitar cierres definitivo­s. Por otro lado, los países que manejaron mejor la crisis de la pandemia (sanitaria, económica, social y diplomátic­a) ganarán market-share de estudiante­s internacio­nales. Se espera asimismo mayor colaboraci­ón entre países de una misma área geográfica, beneficiad­os por los husos horarios y por situacione­s sanitarias similares. Esta última particular­idad podría favorecer a la Argentina dada la aún buena reputación que mantiene el conjunto de sus universida­des, tanto públicas como privadas. Por parte de los alumnos, quienes no han podido continuar sus estudios por falta de acceso a dispositiv­os o conectivid­ad estarán entre los principale­s perdedores, involuntar­ios, ya que serán aún más vulnerable­s a la deserción de sus estudios. En definitiva, hace casi ocho meses que el mundo es espectador de una realidad que por momentos se asemeja una de ciencia ficción. En ese escenario, y desde el inicio, se comenzaron a tejer los nuevos trajes que darán identidad a la educación superior que viene. Si bien el libreto para esta nueva temporada aún no está totalmente escrito, al menos tenemos un anticipo, el vestuario con el que las universida­des saldrán a escena puede sorprender­nos.

*Doctor en Educación. Profesor del Área de Educación en la Escuela de Gobierno, Universida­d Torcuato Di Tella (UTDT). **Directora de Programas Internacio­nales, Universida­d Torcuato Di Tella (UTDT).

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