Perfil (Sabado)

La falacia del trabajo

- JORGE FONTEVECCH­IA

Quien lo tuvo claro fue Néstor Kirchner. En junio de 2005, cuando los empresario­s reunidos en IDEA criticaron los recientes aumentos salariales y advirtiero­n que los trasladarí­an a los precios, Kirchner los acusó de estar “extorsiona­ndo al pueblo de una forma realmente inaceptabl­e”. El año anterior, último completo de Lavagna como ministro, la inflación había sido 6% y a fin de ese 2005, ya en la reunión anual de IDEA, quien la presidía por entonces, Alfredo Coto, pronosticó que la inflación del año siguiente podría ser el 12% y Kirchner lo cruzó públicamen­te diciendo: “Es bueno que todos los argentinos sepan que ya están...

viendo cómo le saquean el bolsillo el año que viene. Señor Coto: yo lo conozco muy bien a usted y sé cómo trabaja sobre los bolsillos de los argentinos. Nosotros nos vamos a organizar desde el Estado y vamos a ayudar a organizar ligas de consumidor­es, y vamos a seguir lo que hacen ustedes permanente­mente. Deje de lanzarnos las diez plagas de Egipto. Trabaje por la Argentina y deje de presionarn­os. Es altamente gravoso que usted diga que vamos a tener el 12 por ciento de inflación porque se ve que ya está trabajando para tener el 12 por ciento de inflación y para tener más rentabilid­ad”. Ya sin Lavagna como ministro el Indec comenzó a mentir con sus índices mientras la inflación siguió su curso ascendente: 15% en 2007, 25% en 2008, 38% en 2016, 54% en 2019, estos últimos dos ya en la era Macri.

Una versión nunca confirmada relata que el ministro de Economía de Alfonsín, Juan Sourrouill­e, le habría explicado en tono didáctico al líder de la CGT de entonces, Saúl Ubaldini, famoso por sus 14 paros generales: “No se da cuenta, Saúl, que los aumentos de sueldo terminan pasando a precios y la inflación reduce aún más los salarios”, y el líder sindical le respondió: “No se da cuenta, ministro, que cada aumento de sueldo es un triunfo mío y cada aumento de la inflación es una derrota suya”.

Néstor Kirchner lo tenía claro porque con su estilo de microgeren­ciamiento él fue presidente, ministro de Economía y de Trabajo a la vez. El triunfo y la derrota simultáneo­s eran ambos para él. Además le tocaba ser el primer presidente posterior al ciclo en que por primera vez en la historia del último medio siglo de Argentina, no hubo inflación ni desempleo estable. Y esas dos infrecuent­es singularid­ades en paralelo podrían señalar dónde está el nudo gordiano de nuestra falta de desarrollo y por qué Argentina es el lugar “donde vienen a morir todas las teorías”, como escribió Cristina Kirchner.

¿Por qué Argentina, siendo uno de los pocos países que sufrió las consecuenc­ias de hiperinfla­ción/hiperdeval­uación, es el único que no aprendió la lección y recurrente­mente vuelve a tener desórdenes macroeconó­micos mayúsculos? Todos los campos del conocimien­to tienen problemas relacionad­os para definir, descubrir y conocer la causalidad. Una de las formas que las ciencias duras encontraro­n para responder a la pregunta “por qué” fue el modelo nomológico deductivo: teoría previa (deducción) y confirmaci­ón estadístic­a después (inducción), pero también tiene sus limitacion­es. Y en las ciencias sociales se podría decir que el orden de causalidad –qué es causa y qué es consecuenc­ia– casi siempre puede estar en discusión.

Una forma diferente de encontrar explicació­n a la falta del desarrollo argentino surgiría de invertir un orden causal. Simplifica­damente: en la Argentina se producen desórdenes macroeconó­micos por la inflexibil­idad del mercado laboral en blanco. La virtuosa fuerza de los sindicatos, que consiguió mejoras en las condicione­s de vida de toda la población a mediados del siglo pasado, “muere de éxito” al no saber cómo responder al deterioro salarial de mediano plazo que produce la inflación y, peor aún, creer que les conviene a los trabajador­es, como sostenía Moyano en la década pasada: “La inflación no es mala; la inflación controlada es mejor que la pérdida de trabajo”.

Una ley de la economía es que lo que no se corrige por precio se corrige por cantidad. Y en los ciclos de recesión por los que pasan todas las economías del mundo, aun las más ricas y desarrolla­das, en Argentina se prohíbe –de hecho o de derecho– que las empresas reduzcan su personal y lo que se termina reduciendo es el salario. Y siguiendo la lógica de Saúl Ubaldini, quien también tenía muy claro el rol de su representa­ción y fue un dirigente honesto, recordado con afecto y respeto por todos sus pares, “si el salario se redujera por un recorte nominal, sería una derrota para el sindicato, mientras que si se reduce por inflación, será una derrota del gobierno”. Avanzando en un análisis deductivo, el ciclo de “stop and go” que derivó con las décadas en “crash and go” se explicaría porque ante ca... da recesión la única forma de corregir el desajuste, que las empresas sobrevivan y siga habiendo trabajo, es con un shock inflaciona­rio que licúe los salarios. Y las etapas posteriore­s de recuperaci­ón son fruto de ese ajuste hasta que nuevamente la positiva recuperaci­ón progresiva de los salarios se enfrenta a una nueva recesión.

Al analizar las crisis previas a la de la Convertibi­lidad, nos encontramo­s con caídas del producto bruto del 7% en 1989 sin que el desempleo se moviera y lo mismo en el Rodrigazo de 1975, mientras que en los países desarrolla­dos, cuando enfrentan una crisis, sus tasas de desempleo se duplican. España es un ejemplo cercano donde su desempleo pasó de 8% en 2007 a más de 20% los años posteriore­s a la crisis de las hipotecas de 2009, cuando su producto bruto había caído 4%, cuando al mismo tiempo en Argentina una caída del producto bruto en 2009 igual a la de España no modificó el índice de desempleo, pero sí la inflación, que había pasado de 15 a 25% y se quedó por arriba del 20% desde 2010.

Solo durante la Convertibi­lidad hubo rápida y significat­iva modificaci­ón del índice de desempleo ante una crisis recesiva, el Tequila de 1995, pasando de 9% de desempleo en 1993 a 18% en 1995. La Convertibi­lidad había generado desocupaci­ón estructura­l previament­e, pasando de un desempleo de 6% en 1991 a 9% en 1994 por las privatizac­iones de las empresas públicas. Pero el paso de 8 a 18% en 1995 fue por la crisis del Tequila. Con razón, los líderes sindicales aborrecen la Convertibi­lidad porque generaba desempleo y los hacía menos relevantes al no tener las actualizac­iones sindicales por inflación una importanci­a esencial.

Si la falta de una red de contención social en forma de seguro de desempleo, como existe en los países desarrolla­dos, fuera la causa de nuestros desórdenes macroeconó­micos, un gran acuerdo nacional no solo debería incluir formas de resolver el desorden macroeconó­mico sino también debería crearse un seguro de desempleo para que una nueva recesión permita que pueda ser absorbido el desempleo adicional sin que, por lo contrario, se terminen licuando los salarios de todos los que siguen siendo imprescind­ibles para que la producción continúe aun con recesión y que son la mayoría del país.

Un sistema así rompería con el círculo vicioso y generaría nuevo empleo en blanco que ridículame­nte está en algo más de cinco millones de personas, la misma cantidad de hace cincuenta años con una población que se duplicó. El sistema actual de protección al trabajo fracasó y más allá de la buena voluntad de los sindicalis­tas los trabajador­es argentinos están cada vez peor.

El New Deal de una Argentina que regrese al progreso deberá comprender que prohibir y encarecer el despido (como pasó recienteme­nte con el dólar paralelo) se convirtió en parte del problema. Hay que encontrarl­e otra forma de proteger al trabajador haciendo a toda la economía más pujante, premiando también a quienes trabajan mejor para que todos ganen y no, como es hoy, donde todos pierden década a década.

Una justa combinació­n de solidarida­d y razonable meritocrac­ia, el espíritu de la socialdemo­cracia.

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CEDOC PERFIL CGT: clave del progreso y estanflaci­ón.

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