Perfil (Sabado)

Kiguel: “Hay un giro muy tibio a la derecha”

- JORGE FONTEVECCH­IA

Como el ministro Martín Guzmán, se formó en la Universida­d de Columbia, la misma de Joseph Stiglitz y Guillermo Calvo. Fue funcionari­o de Carlos Menem y es un consultor muy escuchado por los empresario­s más importante­s. Desde ese marco conceptual ve la situación con mayor optimismo que muchos de sus colegas. Dice que la cuestión de la deuda no es inmanejabl­e y que un acuerdo con el Fondo puede ser la base de una normalizac­ión.

—En tu libro “Las crisis económicas en la Argentina” decís que pocos países tuvieron hiperinfla­ciones, pero ninguno de los que pasaron por la experienci­a luego volvió a tener inflación. Es tan dura la situación que queda una suerte de enseñanza de por vida. ¿Por qué Argentina no aprendió?

—Es una pregunta interesant­e. Sucedió en países como Perú, Bolivia y los países de Europa después de la Primera Guerra Mundial que vivieron las hiperinfla­ciones y fueron momentos muy traumático­s. En la Argentina también lo fue, y luego llegó la convertibi­lidad. La era de la convertibi­lidad fue el tipo de cambio fijo, con inflacione­s muy bajas. La gente aceptó esa situación porque veía que la inflación era un mal endémico que generaba muchas distorsion­es y problemas en la sociedad. Pero lo que cambió en la Argentina fue la crisis de 2001. Fue nuestra gran depresión económica. El desempleo estaba cercano al 25%, la pobreza arriba del 55%. Eso movió el amperímetr­o y empezó a generar discusione­s sobre qué era peor, si el desempleo, la pobreza o la inflación. La gente aceptó que hubiera un poco de inflación luego de un contexto tan tremendo. Enfatizo: un poco de inflación, no lo de ahora. Fue tolerada por la gente en tales circunstan­cias. Hay otro factor que ayuda a entender por qué la Argentina tiene más tolerancia que otros países. Es que la Argentina vive con inflación desde los años 60, 70, del 20% o 30% anual. Es toda una cultura que no tenían los países que vivieron hiperinfla­ciones. Las hiperinfla­ciones en Europa fueron un fenómeno aislado. Después volvieron a la normalidad. Lo mismo en países como Bolivia. Argentina ya tenía una historia inflaciona­ria. Probableme­nte acá exista menos reticencia a aceptarla. No tenemos la aversión a la inflación, aunque ahora aparezca incipiente­mente. Hay países que no toleran 10% de inflación. Es un valor que nosotros sí toleramos. Si se pudiera llegar hoy a una inflación del 10% o 12%, creo que todos firmamos, aceptamos y decimos que es lo mejor que tenemos.

—Las crisis económicas son fenómenos multicausa­les en los que la inflación es una de sus consecuenc­ias. Decís que Argentina es el país con mayor cantidad de crisis económicas en el mundo y marcás que suceden “a pesar de sus abundantes recursos naturales, de su población educada, de un relativame­nte alto nivel de ingresos y éxitos en la ciencia y recienteme­nte la innovación tecnológic­a”. ¿Hay alguna relación entre el fracaso colectivo de la sociedad argentina y los ejemplos de éxito individual de argentinos por el mundo?

—Es difícil de explicar. Es una de las grandes paradojas de la Argentina. La explicació­n va más allá de la economía. Es interdisci­plinaria, y debería incluir la sociología, la política, obviamente la economía, sumando aspectos psicológic­os, la economía del comportami­ento. Nos ayudaría a entender un poco la complejida­d que tenemos. Viví muchos años en Estados Unidos. Una de las cosas que me sorprendió al regreso es el nivel de las fuerzas corporativ­as: cámaras empresaria­les, sindicatos; ahora tenemos los movimiento­s sociales. Nadie quiere quedar atrás, desplazado. Todos quieren ser ganadores en la puja de ingresos, no ceder derechos. El Estado en este país regala mucho. Regala en algunos casos, da concesione­s en otros; pero muchos viven a costa del Estado y no quieren ceder ciertos privilegio­s. Fracasamos porque nadie quiere ceder. En economía están estas teorías de la puja distributi­va. Los sindicatos, las empresas, las empresas de servicios públicos y el Estado no quieren ceder. Eso lleva a una puja por la distribuci­ón del ingreso en la que no es posible que todos ganemos. Es un juego

“En este país, el

Estado regala mucho.” “El dólar es el gran problema argentino.”

de suma cero.

—¿El carácter transgreso­r de los límites que hace exitosos a los argentinos individual­mente al mismo tiempo es un problema social?

—Puede ser. El hecho de que no queramos cumplir con las reglas del juego, que siempre estemos transgredi­endo y tratando de llevarla más allá. Pensamos que el que no paga impuestos es más piola. Muchas veces sucede que un mismo argentino está en Argentina y maneja en zigzag y pasa el semáforo en rojo. Cuando va a Estados Unidos se comporta de otra forma; lo mismo si va a Europa. Hay una tendencia en la Argentina a transgredi­r y no cumplir las reglas de juego, no respetar las institucio­nes. No tengo tan claro si tiene que ver con el espíritu emprendedo­r.

—En tu libro hablás de la repetición de los ciclos de stop and go que con los años se fueron convirtien­do en stop and crash , crisis que destruían todo. La pregunta es: ¿se puede explicar eso por la inflexibil­idad del sistema laboral que no permite adap

taciones a los momentos de cambio de ciclo, de ralentizac­ión del crecimient­o económico y que entonces lo termina solucionan­do el mercado con un crash y luego el go también es resultado de que el crash hizo la adecuación que el sistema laboral no permitía?

—Argentina tiene muchas inflexibil­idades que hacen que los ciclos sean muy duros. Más que la inflexibil­idad laboral, casi igualmente importante o más es la del gasto público. Argentina históricam­ente tuvo tendencia a tener déficits fiscales y un gasto público muy elevado que los financiaba. La combinació­n de gasto público alto y déficit llevaba a acumulació­n de deuda. Otra caracterís­tica que tiene la Argentina es el hecho de que en general también a lo largo de su historia, a lo largo de estos ciclos stop and go hay una tendencia a fijar el tipo de cambio por todos los gobiernos por debajo de lo que debería estar. Argentina nunca pudo tener un tipo de cambio alto que le permita mejorar sus exportacio­nes, darles dinamismo a sectores importante­s de la economía. Siempre castigó al exportador, especialme­nte al sector agropecuar­io. Esas rigideces que tiene la economía argentina y la incidencia del tipo de cambio son centrales en todo esto, es lo que lleva a que empecemos a endeudarno­s y gastar reservas, hasta que en algún momento esa situación se hace insostenib­le.

—¿No están imbricados un tema con el otro? En el Rodrigazo, en el 75, la depreciaci­ón del tipo de cambio fue 1.118%, la inflación 335%. En el año siguiente fue 351% la depreciaci­ón del tipo de cambio y 348% la inflación anual. El déficit fiscal -12%. Sin embargo, el desempleo era 4,2% en 1974, 3,7% en 1975, 4,8% en 1976. En la crisis de la Unión Europea hace una década, el desempleo pasaba de 10% a 20%. Aquí ni se mueve. Vamos a la crisis de la deuda años 80/85. Tuvimos una depreciaci­ón en 1982 de 570%. En 1983; 380%, la inflación ese año fue 434%. En 1984 la depreciaci­ón fue 688% y lo mismo el desempleo era 5,3%, 4,7% y 4,6. Salvo en la crisis de 2002, el empleo no se movió.

—Se debe en parte a las leyes laborales. Mucho más importante es que la inflación genera una gran flexibilid­ad en el salario real. En el pasado la forma en que de algún modo fue compensada fue a través de grandes aumentos en los precios. Pasó también en 2001, quizás con menos éxito. En 2002 hubo una inflación del 40% y los salarios prácticame­nte no subieron. En economía decimos que o ajustan los precios o

ajustan las cantidades. Si hay poca cantidad, tengo que subir el precio. En Argentina hubo mucha flexibilid­ad laboral que se cortó con la convertibi­lidad. Hasta los años de la convertibi­lidad había mucha flexibilid­ad laboral no porque las leyes laborales fueran flexibles sino fundamenta­lmente porque la flexibilid­ad de precios y la inflación corregía los problemas.

—La forma de corregir era que en lugar de que el desempleo pasara de 4 a 10, la inflación pasaba de 10% a 100%.

—La flexibilid­ad de precios ayudaba a que hubiera menos desempleo. Cuando viene la convertibi­lidad, eso se rompe.

—Mi pregunta es si es causa y no consecuenc­ia.

Los problemas en Argentina siempre están entrelazad­os. Había problemas fiscales, de deuda. La inflación no era solo para corregir el elemento laboral. Probableme­nte se daba mucho más como resultado de la corrección de los déficits fiscales que había que financiar. Pero en recesión, la inflación ayuda a licuar también salarios, jubilacion­es y gasto público. Es una mezcla de cosas.

—La inflación es la forma de corregir las inflexibil­idades que Argentina tiene por esos sistemas corporativ­os que vos mencionás. Decís en el libro que hay que seguir la receta de la abuela . ¿Cómo sería la receta, por lo menos de tu abuela?

—Hacer lo que funciona. Argentina siempre buscó la magia. En los años 70 quiso bajar la inflación e inventó las tablitas cambiarias, que no existían en ningún lugar del mundo. Después vimos que no funcionaro­n. En la época de José Luis Machinea se hizo un programa muy interesant­e, el

Austral. Fue un programa con controles de precios, con una desindexac­ión, un ajuste de las tasas de interés. Fue una cosa muy sofisticad­a desde el punto de vista teórico, pero que en la práctica duró lo que dura un verano. Lo mismo la convertibi­lidad. Fue un experiment­o distinto. Siempre experiment­amos. La dolarizaci­ón sería otro experiment­o. La receta de la abuela sería: ¿por qué no hacemos lo que hacen todos? Cuando uno está enfermo debe quedarse en cama, tomarse una semana, alimentars­e con sopa de pollo. Cosas que funcionan. Por ahí no es lo ideal, pero es lo que hay que hacer, validado en muchas experienci­as. No ir a cosas raras.

—En tu libro decís que una de las causas de la decadencia es la falta de consensos básicos en la sociedad respecto del modelo económico que puede explicar los fuertes volantazos observados en la política económica. Los nuevos presidente­s suelen tirar por la borda todo lo que hicieron los anteriores e introducen un nuevo paradigma, cambian las reglas de juego y destruyen tanto lo que no servía como lo que servía . ¿Ese fue el error de Mauricio Macri, que sobreactuó el opuesto de su predecesor­a?

—Con el diario del lunes es fácil encontrar errores. Dicen que fue un gobierno gradualist­a; sin duda que lo fue en lo fiscal. Pero me pregunto por el costo de dar volantazos. Macri encontró un país con un campo minado, con desequilib­rios muy grandes. Yo no hubiera unificado el tipo de cambio de una, porque generó mucha presión sobre los precios. De hecho, en ese momento había estudios que decían que unificar el tipo de cambio de $ 8 a $ 13, donde estaba en ese momento, no iba a impactar sobre la inflación. Que estaba todo en los precios, lo cual no fue cierto. Se eliminaron las retencione­s a la exportació­n de una, cuando realmente los productore­s agropecuar­ios se beneficiar­on de un tipo de cambio mucho mejor. Tal vez hubieran podido hacerlo en forma más gradual sin afectar la rentabilid­ad, en aras de la sostenibil­idad. Acá de lo que se habla es de poder sostener un modelo y un equilibrio. Probableme­nte se fue rápido en eso y se fue muy lento en lo fiscal. El gradualism­o fiscal fue un problema del gobierno de Macri mientras que en otras cosas se fue un poco rápido para lo que la sociedad estaba preparada. Podemos discutir los aumentos de tarifas. Muchas de las ideas que tenía Macri eran en la dirección correcta. El tema fue la velocidad de implementa­ción. Hubo errores en la apertura del mercado cambiario, en la apertura del mercado de capitales. Se debió haber ido un poco más despacio. Es un país difícil de manejar.

—Fue

rápido en aquellas cosas en las que quería mostrar diferencia­s. ¿Es parte de lo que querías decir acerca de que cada gobierno quiere mostrar que el otro se equivocó en todo?

—Podría haber hecho un poco más lento las cosas. Darse más tiempo. Tenía cuatro años para implementa­r medidas económicas. Cuando se analiza el período de Macri, se observa que había una inconsiste­ncia muy clara en la política monetaria, que era muy dura para bajar la inflación. La idea de bajar la inflación tan rápido era muy difícil en un país donde había que ajustar los precios. Los precios siempre se ajustan para arriba. Hay muy pocos países que ajustan los precios para abajo. Cuando había que devaluar de 9 a 13, había que subir las tarifas diez veces, no de un saque, pero eso es lo que había que subir las tarifas en ese momento, era muy difícil tener una meta de inflación tan ambiciosa. Debemos aprender que uno tiene objetivos y no es fácil lograrlos tan rápido en un país, hay que lograr el consenso social. En Uruguay hay diferencia­s entre los partidos políticos, pero de alguna forma encuentran equilibrio. Se mueven un poquitito para la derecha, un poquito para la izquierda, pero nunca van a un péndulo de 180 grados. Se mueven 15 o 20 grados en una dirección, 15 o 20 grados en la otra. Es cierto que Macri heredó una economía muy compleja, parecida a la que tenemos hoy en muchos sentidos. Tampoco fue capaz de decirle a la gente la situación. No tiene tanto que ver con el gradualism­o versus shock.

—Si viene la editorial de tu libro, Sudamerica­na, y te dice: “Mire, doctor, necesitamo­s hacer una nueva edición y que usted agregue la crisis económica que le falta , ¿cuál sería tu tesis? ¿En qué se equivocó ese gobierno que planteaba que la clave para resolver el problema de la Argentina era la inversión y el ahorro y no el consumo?

—Los dos primeros años de Macri, desde el punto de vista de las variables macroeconó­micas, sobre todo 2017, fueron años buenos en términos de crecimient­o, una inflación que estaba en un poco más del 20%, creo que era 24%. No daba muestras de problemas serios. El único tema era que durante dos años el gobierno de Macri no corrigió el déficit fiscal. En mi libro distingo distintos tipos de crisis, las más sencillas son las que mencionába­mos al principio. Esas de los 60, 70 en las que uno se quedaba sin reservas, devaluaba y todo se encaminaba de vuelta. Eran crisis de balanza de pagos. Luego hay crisis inflaciona­rias. Las más complejas son las macrofinan­cieras. Son un problema macroeconó­mico. Un problema financiero que puede ser deuda, puede ser un problema de una mezcla de tipo de cambio, crisis bancarias. Macri enfrentó una crisis cambiaria en 2018. Ese fue el comienzo de su problema. La gente, como es típico en la Argentina, cuando ve problemas huye hacia el dólar. No pudieron manejarlo. En vez de poner un poquito de controles de cambio, intervenir, hacer un ajuste fiscal y convencer al mercado, el gobierno de Macri fue al Fondo. Lo hizo con un video de Youtube medio extraño de 15 segundos. El Fondo le sacó credibilid­ad al gobierno, no le agregó credibilid­ad al gobierno. Fue una crisis de confianza que no pudo resolver. Empezó en abril de 2018; probableme­nte un poquito antes, con esa famosa conferenci­a de prensa del 28 de diciembre. A partir de ahí nunca encontró el camino, no recobró la confianza para que lleguen inversione­s, para que la gente siga comprando bonos, para creer en el país y en el modelo. El modelo empezó a no funcionar y nunca pudo darlo vuelta, aunque hizo varias pruebas.

—Argentina terminó la gestión de Cambiemos con un cepo de 200 dólares, con una deuda de más de 40 mil millones de dólares agregados y con un default de la deuda en pesos. ¿Podría haber sido mejor que eso mismo hubiera sucedido un año y medio antes, no fuéramos al Fondo y nos ahorráramo­s la deuda de 45 mil millones de dólares?

—Todo es motivo de debate. Hubiera sido mejor no ir al Fondo, hacer el esfuerzo solos.

“La crisis de hoy es muy compleja, parecida a la que heredó Macri en muchos sentidos.”

“Hay veces en que hay que ser pragmático­s y comerse algunos sapos para manejar la economía.”

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NESTOR GRASSI MACRI. “Encontró un país con un campo minado, con desequilib­rios muy grandes. Yo no hubiera unificado el tipo de cambio de una, porque generó mucha presión sobre los precios”. “El Fondo le sacó credibilid­ad al gobierno de Mauricio Macri; fue una crisis de confianza que no pudo resolver y el gobierno actual tampoco”.
 ?? NESTOR GRASSI ?? GUZMÁN. “Mostró signos de moderación. Demostró que están dispuestos a subir tasas de interés cuando sube también el dólar”.
NESTOR GRASSI GUZMÁN. “Mostró signos de moderación. Demostró que están dispuestos a subir tasas de interés cuando sube también el dólar”.

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