Perfil (Sabado)

Los perdedores

- MIGUEL ROIG* *Escritor y periodista.

Estados Unidos entra en la tercera ola de la Covid-19. No es un dato menor de cara a las circunstan­cias que rodean a las elecciones del martes pasado. Se cumplen, al mismo tiempo, doce años desde la crisis económica iniciada con la caída de Lehman Brothers que originó una crisis que, pocos años después, se comparó con la de Wall Street en 1929.

Dos puntos que convergen en Estados Unidos para que el fenómeno Trump emerja: el primero, su triunfo en las elecciones de 2016. El segundo, más allá de su suerte como candidato presidenci­al esta semana es el caudal de votos acumulado y el colapso, una vez más, cuatro años después, de las encuestas y el pronóstico de los analistas.

Hace unas semanas en un diario argentino Gay Talese decía, con acierto, que el principal problema en el análisis posterior al triunfo de Trump de 2016 no era la lectura de su gestión, esperpénti­ca, por supuesto, sino de la imposibili­dad de asumir esos medios críticos, liberales o progresist­as, su incapacida­d para prever, mínimament­e, la derrota de Hilary Clinton. De algún modo eso es una negación del otro, no ya por insuficien­cia moral, sino por una perspectiv­a del mundo que no va más allá de la extensión de los propios brazos.

El año pasado la periodista Amber A’lee Frost publicó un artículo en el

Columbia Journalism Review donde, desde una mirada socialista de la que dejaba constancia explícita, planteaba que el Financial Times posee una mirada más refrescant­e que el New York Times, y no se pierde, como este, en las miopes guerras culturales de los estadounid­enses. Frost planteaba entonces, ante el triunfo de Trump, que Fukuyama había reconocido su error al plantear, años atrás, el fin de la historia y que tanto él como un columnista del Financial Times eran consciente­s de lo que sabía cualquier trabajador de Detroit pero se ignoraba en la redacción del NYT. «Leo cada mañana el Financial Times», dice Frost, «juegan para el otro equipo, aclara, pero al menos saben de que va el juego».

Eso mismo dice Talese con otra dirección, más cruel y casi sin retorno: no ha votado ahora ni antes por Trump, pero no acepta su criminaliz­ación de los medios liberales (NYT, Washington Post o CNN), solo por el mero hecho de no haber vislumbrad­o su triunfo en 2016. Esto puede ser anecdótico (aunque no lo es): el punto de inflexión que no se permiten admitir estos medios, según Talese, es que Trump es Estados Unidos. Ni Trump ni Biden tienen, por ejemplo, voluntad para cambiar un país racista. Un país que tiene un sistema electoral complejo, ineficaz y caduco porque fue creado con el fin de evitar el manejo del mismo por la gente de color.

De todos modos, el tema, más allá de estas considerac­iones, es por qué Trump acaba de acumular tal cantidad de votos. Cuando se produjo la derrota de los que proponían la permanenci­a en la Unión Europea del Reino Unido frente a los secesionis­tas del Brexit, ocurrió lo mismo: ¿de dónde había emergido ese caudal de indignació­n que las encuestas no habían podido vislumbrar?

Se habló entonces, del peligro de la volatilida­d del mercado. Después de lo lábil que se había vuelto el sistema. Tuvo que llegar la extrema derecha en Italia, Francia, Austria, incluso en Alemania y ahora en España, además de los gobiernos emergentes en Polonia y Hungría, para entender que la austeridad paga beneficios, pero no compra voluntades.

La teoría de la división de la sociedad en minorías dispersas de Mark Lilla, sin capacidad desde el progresism­o para aglutinarl­as e interpreta­rlas, es correcta. La ausencia de una solución, en el caso de Estados Unidos, sigue siendo la misma que en Europa. Esto no está en ninguna agenda a pesar de que la respuesta a la covid-19 haya hecho que en Europa, al contrario que ante la Gran Recesión de 2008, obligue a atender al consumo, lo cual no es lo mismo que al ciudadano pero es un paso adelante.

La Covid-19 desbarató la planificac­ión económica de Trump y le ha puesto contra las cuerdas, pero Trump no es el problema. Biden tampoco es la solución. El resultado de la elección sigue siendo negativo.

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