Perfil (Sabado)

Un populismo de cartón

Los Fernández muestran una gran incapacida­d para llevar adelante sus principale­s intentos de consumació­n autoritari­a.

- GABRIEL PALUMBO*

Cada semana de la política argentina contiene sus sorpresas y viene cargada de particular­idades, con la sola persistenc­ia de la incertidum­bre. Bajo el amparo de ese manojo indescifra­ble de internas, incapacida­des e imposturas que provee el Gobierno en cada decisión, aparece otra constante que se vuelve interesant­e ya que permite percibir algunos matices.

La tesis general que me gustaría defender es que la administra­ción de los Fernández se caracteriz­a por una gran incapacida­d para llevar adelante sus principale­s intentos de consumació­n autoritari­a. No hay una única razón para que esto suceda, pero lo cierto es que las medidas más radicales, las de mayor potencia simbólica dentro del imaginario populista que el Gobierno intentó concretar, no logró plasmarlas y tuvo que retroceder. Mucho ruido y pocas nueces, o, parafrasea­ndo al Serrat de los 70, un populismo de cartón piedra.

Un buen primer ejemplo es el de la empresa santafesin­a Vicentin. La intención del Gobierno, en los dichos del propio presidente era expropiar la empresa. Alberto Fernández aseguró ante la prensa y los propietari­os y accionista­s que “la expropiaci­ón era el único camino”. Esta primera embestida contra la propiedad por parte del Estado estuvo acompañada de las conocidas justificac­iones intelectua­les y políticas que giran alrededor de la función social de la propiedad. El tópico tiene raíz histórica en el peronismo y volverá a aparecer en otras circunstan­cias. A esta iniciativa del Gobierno le sobrevino una gran movilizaci­ón en contra que unificó los intereses de varios sectores. A los obvios rechazos de la clase empresaria­l se sumó la sociedad civil, generando una verdadera pueblada que llegó a las puertas del hotel donde se alojaron los delegados del Gobierno. En los días posteriore­s, encabezado­s por el intendente Dionisio Scarpin, los ciudadanos de Avellaneda y ciudades cercanas se movilizaro­n con banderas argentinas y carteles rechazando la expropiaci­ón. Como resultado, y ante la participac­ión popular y una segura negativa del Congreso para aprobar la intervenci­ón, el Gobierno revió la medida y dio marcha atrás con la intención de declarar de utilidad pública a la empresa.

De caracterís­ticas similares, y saltándono­s un poco la cronología, aparece en escena el caso de la usurpación de tierras a la familia Etcheveher­e. Esta movida política liderada por Juan Grabois, el referente territoria­l más importante alineado con el Gobierno, estuvo revestida de todos los ingredient­es afines a la simbología del Gobierno. Mentar la perspectiv­a de género y el sentido social de la propiedad de la tierra le sirvió a un grupo de militantes kirchneris­tas para entrar ilegalment­e al campo de la familia y quedarse allí, montando una escenograf­ía realmente absurda, ensayando una revolución ficticia de fogones y plantacion­es de perejil. El sinsentido de la situación tuvo varios puntos altos. Uno de ellos fue la presencia de una funcionari­a de gobierno que pernoctó en la toma, sin poder explicar luego demasiado bien los motivos. Otro fue el insólito discurso de Grabois cuando todo terminó gracias a la Justicia de

Entre Ríos. El dirigente, consternad­o, admitió la derrota en una pieza comunicaci­onal única por su pomposa solemnidad. Pero el desatino mayor vino después, cuando el presidente de la Nación afirmó que algunas de las solicitude­s de Grabois eran atendibles y que había que considerar­las. Una vez más, de la radicaliza­ción al ridículo, una vez más, el Gobierno yendo por lana y volviendo trasquilad­o.

Hay otros ejemplos, en otras dimensione­s, que sirven para sostener la tesis inicial.

El patético sainete que armó el Gobierno en la OEA sobre el tema Venezuela es otro momento en el que las ínfulas sobreideol­ogizadas terminaron en una retirada más bien indecorosa. El embajador argentino ante el organismo, Carlos

Raimundi, relativizó el alcance del informe Bachelet sobre la violación de derechos humanos en Venezuela y armó un revuelo enorme dentro del Gobierno, con la oposición y en los organismos internacio­nales. Desde el Gobierno, salieron a desmentir a su funcionari­o y a alinearse con la condena a la dictadura venezolana, pero no hubo sanciones ni reconsider­aciones del cargo, optando el Gobierno por un mutis por el foro que no levantara demasiada polvareda.

En el manejo de la pandemia sobran los ejemplos en donde la soberbia disfrazada de ideología hizo tropezar al Gobierno con la realidad de un modo terminal. Pero en ninguna dimensión esto se nota más que en el caso del retorno a las clases en los niveles inicial, primario y secundario. Contradici­endo la tendencia de todo el mundo, y mintiendo descaradam­ente –como si la ciudadanía no tuviera internet y ganas de informarse–, el argentino es el único gobierno en el mundo que supedita la vuelta a clases a la existencia de una vacuna efectiva para el Covid. Ganado por un discurso irreflexiv­o y psicótico, el Gobierno utiliza sus arietes sindicales para sostener una política que no guarda ninguna relación con la pandemia. En este punto, la participac­ión ciudadana –mostrada sobre todo en la activación del grupo de padres organizado­s y las acciones y documentos de algunos think thanks– ha puesto el tema en la agenda pública y ha sostenido la posibilida­d de algunos gobiernos locales de reabrir las escuelas y que los estudiante­s regresen por una porción mínima de normalidad y de afecto, entre ellos y con las institucio­nes educativas. La cerril negativa del Gobierno, una vez más, revisada y refutada por la acción y la presión de la opinión pública.

En la cultura, esta semana se vivió un hecho similar. El director del Incaa, Luis Puenzo, comunicó a la Fundación Piazzolla que el premio que otorga el Festival de Cine de Mar del Plata dejaría de llamarse Ástor para pasar a denominars­e Lobo de Mar o algo similar. Luego de 14 años de establecid­o el premio, la medida resultaba desconcert­ante y generó, aún sin que existiese una resolución oficial, una gran agitación en el medio cultural. Los periodista­s especializ­ados hicieron las preguntas correctas y se organizaro­n varias acciones ciudadanas para protestar por el atropello. Piazzola nació en Mar del

Placompuso ta, la banda de sonido para más de cuarenta películas, revolucion­ó géneros enteros y es un bien cultural mundial, no solo de Argentina. Nada justificab­a el cambio, salvo la condición no peronista del gran músico argentino. Frente a la activación y al descontent­o, el Ministerio de Cultura, el Incaa y la Fundación Piazzolla revivieron el acuerdo para que el premio siga llamándose como antes. Un día después el ministro Tristán Bauer retó a Puenzo. La retórica de ir por todo, la exageració­n permanente de la confrontac­ión y la gramática radical encuentran límites concretos cuando se chocan con otra realidad, por fuera del cálculo oficial. La mayoría de las veces es la acción ciudadana la que provoca el retroceso de la ambición populista. Pasó con la reforma judicial, pasó en Vicentin, y pasa cada mes en los que la ciudadanía pone límites a la tentación autoritari­a. Sucederá mañana mismo, 8 de noviembre. Imaginemos lo que podría ocurrir si esta porción de la sociedad que está marcando el camino estuviera acompañada por la práctica política de la oposición.

*Analista político.

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Joan Manuel Serrat DIBUJO: PABLO TEMES ‘DE CARTÓN PIEDRA’
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