Perfil (Sabado)

EL VALOR DE LO SIMPLE

- A.M.

—¿Por quéen tus relatos –también en “El equilibris­ta”– reinvindic­ás el valor de lo simple, de lo local, de lo próximo, del terruño, del barrio?

–Frente a una decisión tan compleja y tan profunda [dónde colocar sus cenizas una vez muerto y cremado], mi papá lo resolvió de la manera más simple del mundo: “ahí nomás” y señaló hacia la alcantaril­la de la esquina de mi casa. Más allá del tamaño del pueblo, del barrio, esto tiene que ver con querer entender y respetar la vida del otro. El mundo social avanzó no respetando la vida del otro, no creyendo que la vida del otro podía cotizar en el mercado. El alma humana es lo que cotiza en el mercado. La vida es el mecanismo del ser humano; es súper atractivo. No podemos dejar de creer que eso tiene un valor. Cuando vas en el auto y te agarra una lluvia torrencial, por más que el auto sea carísimo y esté en la publicidad de todos los programas de televisión, lo que te salva de esa lluvia tremenda en plena noche en la ruta es el limpiapara­brisas, que es lo más barato de todo, una ruedita que gira y, si deja de girar, no te deja avanzar, por más que tengas el auto que tengas. El médico no te puede operar si no entró alguien a limpiar el quirófano más temprano. Yo no puedo hacer la función si no va uno a poner las cosas en su lugar en el escenario y si no va otro a encender las luces y el aire acondicion­ado y otro, a vender las entradas. Esto de que valen algunos y otros no, es un invento de las leyes del mercado, pero no es real.

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