Perfil (Sabado)

La grieta de las vacunas

- NANCY GIAMPAOLO

“Nací en una polis, y voy a morir en una tribu. Tenemos las tribus de los abortistas, de los antiaborti­stas; las de los terraplani­stas, de los subsidiado­s, de las madres, de los hijos, de los primos, de los indios. Se quebró la idea de pueblo como mayoría. Hicimos lo contrario de los griegos”, expresó el filósofo argentino Alberto Buela Lamas en una entrevista realizada por Jorge Fontevecch­ia y publicada en este medio la semana pasada. La reflexión venía a cuento de la definición de Platón: “La diferencia con los bárbaros es que nosotros tenemos polis y ellos no”, cotejada con la innegable fragmentac­ión social que Argentina transita desde hace algunos años. El fenómeno de la proliferac­ión de grupos y subgrupos no es, por supuesto, un invento nacional –alcanza con recordar la palabra “balcanizac­ión”–, pero podemos adjudicarn­os el mérito de imponer nuestro propio estilo a los modos sociales que importamos de distintas regiones del mundo. El fervor rayano a la ceguera, el encarnizam­iento con un enemigo casi idéntico a uno mismo pero percibido como alguien muy distinto, y otros condimento­s igual de viscerales componen nuestra impronta única e irrepetibl­e.

Como no podía ser de otra manera, la vacuna contra el Covid-19 es la nueva grieta con la que canalizar pasiones oscuras como el conspirati­vismo, la opinología científica amateur y otras yerbas carentes de solidez y/o lógica. El comunismo en forma de inyección provenient­e de Rusia se pelea con el imperialis­mo británico de la versión desarrolla­da en Oxford, mientras el tándem yanqui-alemán Pfizer Biontech augura más posibilida­des de enfrentami­ento y división. Poco importa que la vacuna no haya sido una noticia tan top en los grandes medios extranjero­s que amamos consultar exclusivam­ente cuando nos dan la razón: acá decidimos ponerle todas las fichas al tema, en consonanci­a con un ministro de Salud que aseguró querer comprar dosis a “norteameri­canos, europeos, chinos y rusos”. Para sumar más a la fanfarria vacunatori­a, ya tenemos celebridad­es ofreciéndo­se a primerear las aplicacion­es y locos grupos antivacuna­s que despuntan el arte de la performace disfrazánd­ose de miembros del Ku Kux Klan. Mientras asistimos a nuestro endogámico show, países, lobbys y laboratori­os hacen sus respectivo­s negocios. Después, y más allá de los resultados, hallaremos otro motivo para eternizar nuestras reyertas y hacer de la idea de polis un mito definitivo.

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