EL ALMA DUELE ELTENDÓN MÁS QUE
EN ESTE RELATO QUE SALIÓ PUBLICADO EN EL LIBRO “PELOTA DE PAPEL 2”, EL PROPIO GAGO DESCRIBE LA PESADILLA QUE SIGNIFICÓ LA ROTURA DEL TENDÓN DE AQUILES. UNA PESADILLA CON FINAL FELIZ.
El alma le duele más que el tendón. Más que todo. El número 5 hace memoria de sí mismo y no puede creerlo. Se mira, se ve y disfruta, como desde que pateó por primera vez una pelota, de jugar en el club del cual es hincha y en el que se formó desde pequeño. Conoce cada metro cuadrado de las instalaciones, del estadio y del césped. Sabe de su importancia dentro del equipo y es consciente de que su ausencia durante siete meses por una grave lesión se notó. El hombre, que hace un puñado de días cumplió 30 años, hace lo que más le gusta. Lo que más adrenalina le genera. Y encima, el partido de esta tarde es contra el rival de siempre. El de toda la vida. Al que siempre se le quiere ganar.
El partido está 0 a 0. Es áspero como cualquier otro clásico, pero leal. Se va el primer tiempo. Pero cuatro minutos antes del pitazo del juez...
¡Tac!
Lo primero que hace el volante central es mirar de reojo al delantero rival. Cree que fue él quien lo pateó. O que lo pisó. O que algún contacto físico tuvo con él. En realidad quiere creer eso porque no quiere creer lo otro. «Lo otro» que no quiere creer es lo que acaba de pasar en realidad. Y es que se rompió de nuevo el tendón de Aquiles izquierdo. No es posible. No puede pasar. Otra vez la pesadilla, no. Si en la rehabilitación anterior hizo los deberes. Si los médicos le dieron el alta. Si en la puesta a punto física no sintió dolor alguno. Si ....
Los estudios confirman el peor diagnóstico. Y entonces se derrumba todo. El miedo y la impotencia vuelven a hacerse presentes. Y sentimientos de culpa. «¿En qué fallé?», se pregunta, hasta que comprende que las fatalidades existen, que le tocó otra vez, y que irremediablemente se vienen días de lucha, de tratar de salir rápido de una recuperación larga, de trabajos en triple turno y de que toda la energía esté focalizada en un solo sector de su cuerpo: el tendón de Aquiles izquierdo.
La segunda operación despeja dudas. Todo lo malo que puede pasar, sucede. La lesión es aún más grave que la que sufrió solo siete meses antes. Esa noticia es un golpe muy duro. El hombre tambalea, y no por su falta de equilibrio con las muletas. Tambalea internamente. Está shockeado. No resulta tan sencillo imaginarse otra vez de pie y sin dolores, y mucho menos con una pelota bajo la suela. Más sabiendo de primera mano lo que le espera: una larga y dura recuperación. Otra vez. No quedan muchas opciones, es esperar un proceso de inmovilización donde la duda pasa por ver cómo reacciona el cuerpo. Le duele todo.
Pero lo sabe, y bien que lo sabe: el alma le duele mucho más que el tendón.
¿Puede el peor momento de una persona convertirse en la mejor experiencia de su vida? ¿Puede un ser humano descubrir ante la adversidad que, aunque por momentos dude, está completamente capacitado para superar y dejar atrás ese obstáculo? ¿Acaso eso puede servirle para reconfirmar también que los seres queridos que lo rodean, lo aman y lo acompañan realmente en las buenas y en las malas?
Todas estas preguntas tienen una misma respuesta.
Sí. Puede.
Durante esos primeros días tras la operación, pasan millones de cosas por la cabeza del volante central. El panorama es desolador. La decisión del retiro está tomada. No hay nada que lo motive para volver a recuperarse. Volver a atravesar el largo proceso de rehabilitación. ¿Para qué? ¿Quién le garantiza que no se volverá a romper? ¿Y si, más allá del fútbol, no puede volver a caminar con normalidad nunca más? Al fin y al cabo, aún es joven. Con toda la vida por delante.
Como en tantas otras ocasiones, el hombre se aferra a sus seres queridos. Un pequeño viaje con su esposa, también deportista, le sirve para ver la luz al final del túnel. Gracias al apoyo de ella y al amor que sus hijos le inyectan con cada mirada, con cada sonrisa y con cada mimo, entiende que realmente no puede dejarse vencer sin intentar superarlo. El poder de la sonrisa de ellos le cambia el humor y le hace olvidar todo el sufrimiento. Siente que tiene que darles un ejemplo a ellos. No puede derrotarlo una lesión. No puede retirarlo una lesión. No puede…
El No 5 jamás pensó que ese mal momento se convertiría en una de las mejores experiencias que le tocó vivir. Gracias a aquello, aprendió que siempre se puede salir adelante de cualquier situación extrema que aparezca en el camino, y lo preparó como nunca para lograr, una y otra vez, y todas las veces que sean necesarias, recuperarse. Para volver a ponerse de pie y enfrentar cualquier batalla, aun cuando casi nadie lo crea posible. Excepto él, claro, y los seres queridos que lo rodean a diario. Así en la tierra como en el cielo.