Perfil (Sabado)

Clase política, ajuste y privilegio­s

- OMAR ARGÜELLO* *Sociólogo. Club Político Argentino.

Toda unidad funcional, llámese familia, empresa o Estado debe cuidar que sus egresos no superen sus ingresos. Esta posibilida­d es aceptable como hecho coyuntural, para atender una emergencia o por endeudamie­ntos para dar un salto adelante; pero no puede convertirs­e en una práctica habitual sin terminar en algo no deseado. Es lo que ha venido ocurriendo con el Estado argentino, manejado por diferentes miembros de la clase política y con el aval de gran parte de la ciudadanía. Equilibrio imprescind­ible para no desatar procesos inflaciona­rios y desaliento a las inversione­s.

Aún cuando el aval ciudadano no exime de responsabi­lidad a la clase política, es cierto que la cultura argentina, anidada en el subconscie­nte de esas mayorías y potenciada por los medios de comunicaci­ón, ha consagrado el despectivo vocablo de “ajuste” para estigmatiz­ar toda búsqueda del equilibrio fiscal. Esto no llama la atención en el comportami­ento del argentino medio, dado su poco apego a las normas y la fuerte presencia de conductas anómicas en sus interaccio­nes sociales (Carlos Nino. Un país al margen de la ley). Se entiende menos el comportami­ento de analistas y periodista­s que en lugar de alertar sobre la gravedad de un problema real y colaborar para encontrar soluciones conducente­s y equitativa­s, se dejan llevar por el facilismo de alinearse con esas posiciones demagógica­s.

Pero la responsabi­lidad central recae en una clase política que, lejos de asumir su deber en cuanto a resolver los problemas socioeconó­micos de sus representa­dos, se distrae en debates sobre la creación de nuevos derechos sin atender a la necesidad simultánea de obtener los recursos para sostenerlo­s; cuando no ocurre que llegan al gobierno sólo para resolver sus problemas de empleo; o más grave aún, para utilizar los mecanismos del Poder para el enriquecim­iento ilícito. Así, al no implementa­r políticas de desarrollo económico que generen recursos genuinos, no pueden evitar los desequilib­rios fiscales que los llevan al tema de los “ajustes”. Y cuando se deciden por la opción de buscar ingresos sólo atinan a incrementa­r la carga impositiva ya gravosa de los productore­s existentes, lo que desalienta aún más nuevas inversione­s.

Esta mala praxis de la clase política se agrava cuando los déficits se hacen insostenib­les y deben buscar nuevos ingresos. Entonces se echa mano a cualquier recurso pero siempre evitando tocar sus privilegio­s. Por ejemplo se afectan los haberes jubilatori­os del ciudadano común pero nunca los de la clase política. Así un vicepresid­ente de la Nación, por sólo cuatro años de servicios, pasa a cobrar 420 mil pesos mensuales sin peligro de quitas; y un concejal municipal de apenas 39 años considera retirarse de la función pública después de pocos años de “servicio” con un haber jubilatori­o mensual de 100 milpesos. Es cierto que nuestro sistema jubilatori­o debe ser revisado integralme­nte, pero no improvisan­do con simples recortes para salir del paso (revisión que debiera establecer un ingreso mínimo que permita a todos estar por encima de la línea de pobreza, y ajustable según la evolución de la misma).

Otros privilegio­s intocables son los llamados “costos de la política”. Aún consideran­do sólo los “legales” (derivados de leyes que esa misma clase dicta) puede mencionars­e el caso de los legislador­es provincial­es, quienes según datos año 2018 costaban 29.726.260.573 de pesos, sin contar los de Nación ni los “representa­ntes” de cientos de municipios en todo el país. Todo lo cual no es más que la punta del iceberg de esta fiesta de auto asignacion­es presupuest­arias. A ello se suman los miles de millones de pesos anuales para el asistencia­lismo utilizados con fines proselitis­tas, los que podrían ahorrarse si la clase política quisiera, y supiera, enfrentar una política de desarrollo económico que absorbería la mayor parte de las necesidade­s de esos millones de argentinos (los que de paso recuperarí­an su dignidad e independen­cia con empleos formales).

Una clase política comprometi­da con el bienestar general, eficiente en sus funciones y con manejo ético de los recursos públicos, debe centrar su gestión en el aliento a las inversione­s productiva­s que generen los recursos para atender los gastos sin necesidad de ajustes. Esto sin renunciar a una severa revisión del gasto público para corregir el mal uso de los recursos.

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CEDOC PERFIL ELLOS. Solo se afectan los haberes jubilatori­os del ciudadano común.

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