Perfil (Sabado)

Entre el western patagónico con corazón y el drama rural

- J.C.F.

Su título refiere a un poema de un anarquista que en los años 20 fue asesinado por un estanciero apodado “El Turco”. El director y guionista Nacho Aguirre dice que su ópera prima está inspirada en hechos reales ocurridos en la Patagonia en esa época. Bajo esa mirada, muestra una tierra atravesada por la violencia hacia los más débiles y la ley que intentan imponer cuatreros y bandidos o dueños de estancias.

La historia a la que refiere Aguirre se inscribe en el género del western clásico. Pero a medida que avanza su relato, las imágenes van transmutan­do en una suerte de drama rural y gauchesco, con reminiscen­cias de las viejas películas de cowboys, como A la hora señalada

(Fred Zinnemann, 1952).

El western en formato sui generis y con mayor o menor suerte, tiene en la producción cinematogr­áfica argentina un pequeño espacio del que podemos destacar dos sólidas produccion­es: Aballay (Fernando Spiner, 2010) y Pistolero (Nicolás Galvagno, 2019).

Soria (Emanuel Gallardo) es un pibe experto en explosivos, algo romántico y temeroso, que se asocia con dos ladrones rurales: Román (Facundo Sáenz Sañudo) y Foster (Juan Manuel Alari) con la intención de robar el Banco de Bariloche. En el rincón opuesto, quien les sigue las pisadas es Baigorria (Emilio Bardi), un comisario al servicio de los políticos de turno y sus alianzas. Sobre estos personajes se define una historia en la que hay sangre, tiros, ahorcados, soledad y superstici­ones.

El director Nacho Aguirre se desliza con bastante comodidad por una narración clásica y por instantes despareja, tanto en el diseño de algunas secuencias, como en las interpreta­ciones. Entre los aciertos, con agudas pinceladas de violencia exacerbada, se ubica la escena de la estancia. En cambio, en otras como la del almacén, la falta de una más pronunciad­a tensión entre los personajes provoca que se pierda interés. Lo mismo ocurre en los enfrentami­entos a punta de pistola.

A pesar de un guión cuyos diálogos a veces suenan forzados por ser demasiado descriptiv­os, el film adquiere un vigor dramático que disimula bien su carácter de ópera prima.

Con una historia que intenta trazar una amplia elipsis, entre el pasado y el presente, referido a la toma de tierras; el relato tiene en los personajes de Soria y el superstici­oso Foster a dos aliados que por opuestos despiertan el mayor atractivo de este western patagónico.

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GZA APIMA HONOR. La película celebra los modelos clásicos del gran género.

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