Perfil (Sabado)

“Quiero que el acordeón encaje en otro tipo de texturas”

Grabado junto al noruego Per Einar Watle, Hielo azul, tierra roja tiene al acordeonis­ta misionero en su mejor forma.

- ALEJANDRO LINGENTI

“El dilema de la sequía creativa lo atravesamo­s casi todos los artistas.”

Hay algo que caracteriz­a al Chango Spasiuk como artista: su voluntad de exploració­n. Y ahí aparecen la polca, el folklore, el tango, el rock, el jazz, la world music. Spasiuk tocó en el festival de Cosquín y en el de Montreux (donde compartió cartel con colegas de la talla de Pat Metheny y John Mclaughlin). También con Divididos en Obras. Y en sus giras por Europa suele pasar por ciudades tan ajenas como Oslo.

Allí fue, precisamen­te, que conoció a Per Einar Watle, un guitarrist­a de jazz que fue a uno de sus conciertos, le dejó en el camarín un regalo y una sugerencia: que escuchara uno de los temas que él había compuesto influencia­do por su música. Cuando regresó a Buenos Aires el Chango escuchó el disco completo y le propuso muy pronto a su colega noruego iniciar una sociedad artística cuyo primer resultado es Hielo Azul Tierra Roja, un álbum de diez temas que ahora, con los protocolos de la cuarentena un poco más flexibles, está empezando a promociona­r. “Siempre que terminás un proyecto te preguntás qué podrías hacer después -explica Spasiuk-. Cuando grabé el disco en vivo en el Colón, me dije ‘¿Podré hacer de nuevo algo de esta magnitud?’. El dilema de la sequía creativa lo atravesamo­s casi todos los artistas.por suerte hasta ahora siempre ha aparecido algo nuevo. Y este disco es una prueba muy clara”.

—¿Tenés rutinas de trabajo con la música?

—El trabajo de todos los días es mi relación con una búsqueda de la belleza y de un concepto estético. Para mí componer no es solo terminar una melodía, con su armonía y su ritmo, sino estar pensando todo el tiempo en música. Me la paso uniendo piezas que quizás no parecen tener una conexión a la mera primera vista.

—Este cruce con un músico de jazz noruego es bastante inusual para un músico argentino.

—Tiene que ver con esta idea de estar abierto. Yo me enamoré de la musica de Per Einar en cuanto la escuché. El sonido de la guitarra que usa te remite a Django Reinhardt, a la dulzura del jazz gitano. Y el cruce está vinculado con venir de un contexto cultural de mucha diversidad. Si miro para atrás, solo he profundiza­do en la tradición de la música folklórica del nordeste argentino, que es mi centro de gravedad, pero yo nací en ese contexto diverso del que hablaba recién, entre lo mestizo, lo criollo, la frontera con el sur de Brasil y con Paraguay. Es natural para mí estar rodeado de una diversidad de colores y texturas, y por eso en mi música hay una paleta muy grande que sirve para crear mi propio mundo.

—¿Hay prejuicios en torno al chamamé como género y al acordeón como instrument­o atado a un solo tipo de música?

—Cuando empecé a venir a Buenos Aires, noté que había una lectura del chamamé como un mundo pequeño, un consumo muy específico para deteminada gente y determinad­os lugares. Y me tenía que conformar con girar por ese circuitos preestable­cido. Sin embargo me fui dando cuenta de que hay muchos más puntos de contacto de los que yo mismo pensaba con otros colegas. Y me animé a sacar al acordeón del lugar típico del instrument­o que los padres y los abuelos tocan en la sobremesa. Muchos piensan que es el acordeón está pensado para el chamamé, el pasodoble y la ranchera, que no puede sonar en un contexto de jazz o música electrónic­a. Yo busqué, y busco, cómo hacerlo encajar en otro tipo de texturas, estoy abierto a otras estéticas, aunque en el fondo suenen mi raíz y mi tradición.

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FOTOS: GZA. CLAUDIO CASTELLO CRUCE. El famoso músico argentino junto a Per Einar en la presentaci­ón de su creación conjunta.
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 ??  ?? BANDA. La configurac­ión del disco hecho a dos fuegos tiene a Steinar Raknes, Marcos Villalba y Kenneth Ekornes en la grabación.
BANDA. La configurac­ión del disco hecho a dos fuegos tiene a Steinar Raknes, Marcos Villalba y Kenneth Ekornes en la grabación.

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