Perfil (Sabado)

Decisión, audacia y ambición

- FELIPE FRYDMAN* *Diplomátic­o.

La desaparici­ón de Carlos Menem obliga a una recapitula­ción sobre una figura que dominó la escena política argentina durante una década en la cual el país sufrió importante­s transforma­ciones. La nominación como candidato del Partido Justiciali­sta precedida por una conflictiv­a campaña, puso de manifiesto una clara ambición de poder y la capacidad de convocator­ia en un momento donde la Argentina atravesaba una grave crisis económica. Los dos primeros años de gobierno estuvieron marcados por la indefinici­ón que contradecí­an la seguridad exhibida en los actos proselitis­tas.

Las dificultad­es del comienzo mostraron su capacidad de acción y determinac­ión para adoptar decisiones que en la mayoría de los casos fueron opuestas a su programa de gobierno. Los nombramien­tos sucesivos de Miguel Á. Roig, Néstor Rapanelli, Antonio E. González y Domingo Cavallo como ministros de Economía en un plazo menor de dos años dan cuenta de las vicisitude­s para encontrar un rumbo. En ese período se aprobaron el Acuerdo con el FMI, las Leyes de Emergencia Administra­tiva y Económica y el Plan Bonex, la privatizac­ión de YPF y la Reforma del Sistema Jubilatori­o produciend­o una drástica alteración del Estado. Todos estos cambios que contaron con el apoyo del Partido Justiciali­sta mostraron su capacidad de manejo para torcer voluntades a pesar de contrariar los lineamient­os del partido político que lo llevó al poder y sostuvo durante sus diez años de gobierno.

El Mercosur fue también un gesto audaz para encarar la relación con Brasil. La Declaració­n de Foz de Iguazú firmada por los presidente­s Alfonsín y Sarney en 1985 se transformó en el Tratado de Asunción rubricado el 26 de marzo de 1991 dando origen al más importante proyecto de integració­n en la historia argentina. La concreción de Mercosur, el legado que puede ser calificado como el más importante, requirió temeridad porque a pesar de los declamados principios de integració­n hubo que vencer resistenci­as para acordar el programa de integració­n, y que hoy incluso después de treinta años, sigue despertand­o recelos para concretar el mercado común.

Los indultos, el contraband­o de armas a Ecuador y Croacia y la nula transparen­cia en los procesos de privatizac­iones de las empresas públicas oscurecier­on la gestión durante esos años. Los indultos formaron parte del proceso iniciado por el presidente Alfonsín con las Leyes de Punto Final y Obediencia Civil enmarcados en los levantamie­ntos militares ocurridos entre 1987 y 1990. El último golpe fue reprimido con severidad condenando a los cabecillas y consolidó el control civil sobre las fuerzas armadas eliminando definitiva­mente los riesgos de otros levantamie­ntos. El contraband­o de armas culminó con la voladura del arsenal de Río Tercero en 1995, y los negocios de las privatizac­iones facilitaro­n el surgimient­o de una burguesía nacional, en palabras de Malena Galmarini, asociada al poder político.

La ambición política le permitió a Carlos Menem alcanzar el puesto más alto al cual puede aspirar un político, pero también el deseo de permanenci­a, al cual todos los de la misma casta son adictos, lo llevó a no darse cuenta de cuáles son los límites que impone la realidad. El presidente Menem tuvo la audacia de modificar sus posturas cuando las circunstan­cias requiriero­n encontrar soluciones en condicione­s adversas, pero quizás la tenacidad no lo ayudó a ver el desgaje que iba sufriendo su base de apoyo, principalm­ente a partir de 1995, y la necesidad de ceder para preservar su sitial en la historia.

En las elecciones de 2003, Menem solo obtuvo el 24% de los votos seguido por Kirchner con el 22% en una sutil maniobra para eliminar las internas en el Partido Justiciali­sta. No supo reconocer que su tiempo había pasado y que los amigos de antaño en los cuales había confiado aspiraban a reemplazar­lo. Carlos Menem tenía la virtud de su sencillez en el trato con la gente, su amabilidad por fuera de las jerarquías. Pero sufrió el síndrome de todos los líderes, y hoy al momento de su desaparici­ón su paso por la Presidenci­a continúa siendo objeto de polémica después de veinte años. Quizás su experienci­a debería llamar ala reflexión para que otros u otras sepan discernir cuándo es el momento de abandonar el podio para facilitar la reconcilia­ción entre los argentinos.

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PABLO TEMES

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