Perfil (Sabado)

Una marca de época

- JOSÉ MIGUEL ONAINDIA* *Profesor Derecho Constituci­onal.

La influencia de Carlos Saúl Menem en la vida argentina se puede analizar desde puntos de vista disímiles. Elijo señalar la modificaci­ón que durante su década de apogeo produjo en la cultura, entendida esta como el conjunto de sistemas de valor y hábitos mayoritari­os de una sociedad, más que de la creaciones culturales producidas en un período determinad­o. Muchas se ha escrito sobre su imagen, su gusto por el espectácul­o y la conversión sin tapujos de la política en parte del “show” . El conocido ensayo de Sylvina Walger “Pizza con champagne” resumió en un sagaz título los símbolos que distinguie­ron ese período: la fusión de lo supuestame­nte popular con lo supuestame­nte sofisticad­o en paralelo con la eventual combinació­n de lo “barato” con lo “caro”, de la transgresi­ón de hábitos provenient­es del pasado en desacarton­ados gestos que no desdeñaban el cartón.

Esta modificaci­ón de hábitos tuvo su correlato en decisiones políticas que mostraban las consecuenc­ias profundas de este cambio exterior. Creo que el conjunto de indultos que el Presidente decretó en el inicio de su gestión (1989 y 1990) para beneficiar a militares condenados por sedición y violacione­s a los derechos humanos, civiles acusados de similares delitos y delitos económicos y líderes de grupos subversivo­s fue la raíz de ese comportami­ento que emergía con apariencia liviana y colorida. El indulto es una facultad concedida al Presidente en forma privativa e indelegabl­e para el perdón absoluto de una pena ya impuesta a una persona, luego de haberse sustanciad­o el debido proceso. Si bien no extingue el delito sino su castigo, conlleva un valor simbólico de alto impacto porque deja sin penalidad un crimen ya juzgado, máxime cuando recae sobre actos que han conmovido la vida pública de un país.

El juicio a las Juntas y el castigo por primera vez en la historia argentina de quienes se alzaron contra el orden constituci­onal había sido el gran logro de la recuperaci­ón democrátic­a. Logro que es reconocido en el mundo porque en muy pocos países se juzgan estos actos por los tribunales civiles ordinarios de un estado constituci­onal. La decisión de indultar a los condenados en esos juicios y a otras personas vinculadas a actos contra el orden constituci­onal y los derechos humanos significó un giro abrupto en esa política y el surgimient­o de una aceptada impunidad de los delitos de toda índole simulada por gestos contradict­orios.

A pocos años del indulto, Menem promueve la reforma de la Constituci­ón y lo elijo como sujeto activo de esta medida porque fue él y su círculo cercano quienes comenzaron con esta idea, que no contó en su origen con un respaldo unánime de otros sectores y figuras del Partido Justiciali­sta. En esa reforma constituci­onal a la que se arriba luego del célebre “Pacto de Olivos”, se introdujo en nuestra constituci­ón una cláusula de “defensa de la democracia” (el actual art. 36) que precisamen­te es una norma sancionato­ria de todo acto de fuerza contra el orden institucio­nal y el sistema democrátic­o, declarando su nulidad insalvable y a sus autores la aplicación de las penas correspond­ientes a los “traidores infames a la patria” . También en los últimos párrafos de ese artículo se dispone que atentarán contra el sistema democrátic­o quienes incurriere­n en grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecim­iento.

La reforma fue votada en la Convención Constituye­nte por los bloques mayoritari­os. Por consiguien­te, los representa­ntes del partido cuyo presidente había indultado a militares sediciosos y a condenados por delitos económicos incluían en la constituci­ón una cláusula de futuro castigo. La penalizaci­ón constituci­onal de la corrupción administra­tiva en un momento de escándalos, denuncias y juicios por conductas de esa tipología, si bien acertada desde lo jurídico contrastab­a con las conductas y los gestos imperantes.

Este comportami­ento aparenteme­nte contradict­orio revela un modelo cultural dónde la máscara se impone al rostro y se sustituye de acuerdo a las convenienc­ias del momento, porque el sostenimie­nto del poder es el fin que legitima todo medio. Menem fue el protagonis­ta central de ese modelo cultural que aún tiene vigencia, pero no puede soslayarse que triunfó en esa década en dos elecciones presidenci­ales, cuatro legislativ­as y una de constituye­ntes. La sociedad que lo avaló con su voto, el partido que lo llevó como candidato y que hasta su muerte lo ungieron senador por su provincia son responsabl­es del período que él lideró.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina