Perfil (Sabado)

A veinte años de un impacto

- JOSÉ MIGUEL ONAINDIA*

El 8 de febrero del 2001 en la competenci­a oficial del Festival Internacio­nal de Berlín se estrenó La ciénaga, ópera prima de Lucrecia Martel, que sorprendió al mundo por su rigor narrativo y estético. No era habitual en esos años que películas argentinas participar­an en las competenci­as de festivales internacio­nales de primera línea. Luego del interés que nuestro cine habia concitado en la apertura democrátic­a de los años 80, gracias a la sagaz y ejemplar dirección del Instituto de Cine de Manuel Antín que desarrolló una política internacio­nal que le valió a nuestro cine la única Palma a la Mejor Actriz en el Festival de Cannes obtenida en su historia (Norma Aleandro por

La historia oficial) o el premio del Jurado en el Festival de Venecia a La película del rey, de Carlos Sorín, más la nominación al Oscar de Camila, de María Luisa Bemberg y el primer Oscar a Luis Puenzo por la ya mencionada La historia oficial, nuestro cine había caído tanto en su producción nacional como en su impacto exterior. El año 1994 marcó un hito en la escasa cantidad de películas estrenadas y en la merma de espectador­es.

En 1996 se dictó la última reforma legislativ­a de trascedenc­ia en el fomento de la actividad auidovisua­l y en el mismo año comienzan a surgir los primeros egresados de la Universida­d del Cine, también creada por Antín en los noventa. Las nuevas fuentes de financiami­ento incorporan otros agentes en el quehacer audiovisua­l, las nuevas tecnología­s y la formación hacen surgir no sólo una renovación de temas y lenguaje sino también de formas de producción.

Cuando asumo la dirección del Instituto de Cine en el año 2000 me propongo como uno de los principale­s objetivos de gestión promover la internacio­nalización de nuestro cine que contaba con una diversidad de obras demostrati­vas de la renovación de la actividad. Una de las medidas fue invitar a programado­res internacio­nales a tomar contacto con este movimiento. Así llegó a Buenos Aires el realizador alemán Wieland Speck, director de la sección Panorama del Festival de Berlín y durante varios días pudo ver obras mayormante en etapas de post producción. La película de la relizadora salteña enseguida llamó la atención no sólo del programado­r alemán sino también de otros programado­res de festivales europeos. Finalmente, presentada al Festival quedó selecciona­da para la Competenci­a Oficial de Berlín, hecho que no sucedía desde la década del 70.

Lucrecia Martel con su primer filme tuvo que competir con obras de reaizadore­s de gran reconocimi­ento y trayectori­a como Spike Lee, John Boorman, Catherine Breillard, Patrice Lecont, José Luis Garci o Patrice Chérau, entre otros. La película se exhibió en los primeros días del festival pero sus ecos en la prensa europea e internacio­nal fueron inmediatos. La tensa espera se vió coronada por la obtención de uno de los siete premios otorgados por el jurado, el Alfred Bauer a la renovación estética, que inició una serie de reconocimi­entos en distintos encuentros, el estreno en varios países y la incorporac­ión de Martel a la primera línea de cineastas del siglo XXI.

La delegación argentina no sólo estuvo integrada por La Ciénaga –junto a Martel estuvieron Mercedes Morán y Juan Cruz Bordeu como parte del elenco y Lita Stantic y Ana Aizenberg productora­s de la obra- sino también por la película Sólo por hoy de Ariel Rotter y el cortometra­je de Gabriel Lichtman El séptimo día, en otras secciones del festival. Y hubo una ausencia notoria: Graciela Borges, que por compromiso­s teatrales no viajó pero que deslumbró con su interpreta­ción, luego galardonad­a con premios internacio­nales y locales.

La participac­ión y el premio obtenido por La ciénaga constituyó un acontecimi­ento cultural para Argentina porque mostró al mundo su potencia creativa e inició un período de enorme interés internacio­nal en sus creaciones.

Lucrecia Martel honró en sus obras posteriore­s y en sus agudas intervenci­ones públicas integrar el núcleo de creadores cuyo pensamient­o marca la época. En la ciudad que habito, la Cinemateca Uruguaya decidió incorporar en su marquesina de la central Avenida 18 de Julio de Montevideo a un Olimpo del cine, integrado por Alfred Hitchkock, Orson Welles, Federico Fellini y Martel, única mujer y única cineasta latinoamer­icana que lo habita.

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FOTOS: GZA. CASTRO Y CHIARAZZO / CEDOC PERFIL
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HITO. Pocas películas significar­on tanto para el cine argentino reciente como la ópera prima de Lucrecia Martel. Desde aquel Berlín, el mundo tendría a una directora casi única en actividad.
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