Perfil (Sabado)

1 Europa en la era Biden

¿Qué tan exitosa fue realmente la maratón de cumbres del presidente estadounid­ense y dónde debería posicionar­se Europa en el triángulo de poder que conforman Estados Unidos, China y Rusia? Una reflexión desde la socialdemo­cracia alemana.

- ROLF MÜTZENICH*

Se la había esperado con impacienci­a y no defraudó: la maratón de cumbres del presidente estadounid­ense Joe Biden fue, sin dudas, un hito importante en el fortalecim­iento de la cooperació­n internacio­nal. En las cumbres del G-7, la Unión Europea y la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) podía -por así decirlo leerse en los rostros de los participan­tes el alivio que sentían por el final de la era Trump. Biden ha tenido un comienzo, por cierto, impresiona­nte, sobre todo si se tienen en cuenta las circunstan­cias en las cuales tuvo que hacerlo. Después de luchar con éxito contra la pandemia en su país y comenzar un programa de ayuda contra el coronaviru­s por miles de millones de dólares, el nuevo presidente de Estados Unidos ahora está comenzando a despejar el cúmulo de escombros que dejó su (megalómano) predecesor.

Enfoque. El enfoque de Biden es “duro en el fondo de la cuestión, diplomátic­o en el tono”. Esto se aplica tanto a las relaciones con Rusia como al mayor desafío de política exterior que tiene Estados Unidos: el conflicto con China. Apoyado sobre todo por Gran Bretaña, Estados Unidos ve el conflicto con China -de forma análoga a la Guerra Fría con la Unión Soviética- como un conflicto sistémico entre dos modelos alternativ­os. La Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha adoptado en parte este punto de vista, al decir que el ascenso de China es “un desafío sistémico para el orden internacio­nal basado en reglas”. Sin lugar a dudas, esto también se debe al alivio de que el “desafío sistémico de Trump” sea ahora cosa del pasado. Pero esto no modifica en nada las diferentes evaluacion­es sobre cómo afrontar de la mejor manera el desafío chino.

Si bien la mayoría de los europeos quiere involucrar a China, Estados Unidos, también en la administra­ción Biden, apuesta a la contención. Para Estados Unidos, China es y seguirá siendo el máximo desafío, mientras que para los europeos del Este claramente la prioridad es Rusia.

Si bien es comprensib­le que la OTAN también haya abordado en su cumbre los desafíos estratégic­os planteados por el ascenso de China, no se debe dar la impresión de que las disputas en

Asia, y especialme­nte entre Estados Unidos y China, sean un asunto de la OTAN.

En consecuenc­ia, otros Estados participan­tes se han referido a los otros temas importante­s de la cumbre de la OTAN, como la nueva estrategia de la OTAN para 2030, que debe ser elaborada.

En cuanto a Asia, debe tenerse en cuenta que los controvert­idos reclamos territoria­les en el área marítima abarcan todo un conjunto de conflictos y no se limitan a las violacione­s del derecho

internacio­nal por parte de la República Popular China. También hay una combinació­n compleja de diferentes problemas de seguridad en la región, empezando por Corea del Norte o las carreras armamentis­tas asiáticas. Europa debe hacer su parte para que se puedan prevenir nuevas carreras armamentis­tas en la región y para que se pueda establecer una cultura de control de armamentos y fomento de la confianza.

Por supuesto, Estados Unidos está más cerca de los europeos que China o Rusia. Compartimo­s los mismos valores. Pero esto no cambia el hecho de que los europeos también tenemos intereses y prioridade­s de política exterior y de seguridad diferentes. El presidente francés, Emmanuel Macrón, lo dejó claro cuando dijo que, según lo que él entendía, la OTAN es una alianza de defensa del Atlántico Norte y no del Pacífico.

Biden no solo quiere hacer regresar a Estados Unidos al escenario multilater­al, sino que ve a su país como líder en la lucha de las democracia­s contra el desafío autocrátic­o y populista. Sí, es verdad: China controla y oprime a su propio pueblo, persigue a los uigures y otras minorías, amenaza a Taiwán y Hong Kong y viola e ignora el derecho internacio­nal en el Mar de China Meridional. Eso debe ser contrarres­tado. Sin embargo, esta no es una tarea para la OTAN, sino, en todo caso, para la emergente “OTAN asiática”, el llamado Grupo Quad (Estados Unidos, la India, Japón y Australia). Quad significa “diálogo cuadrilate­ral sobre seguridad”, y el grupo fue creado en 2007.

Ve a su país líder en la lucha de las democracia­s contra el desafío autocrátic­o y populista

Estados Unidos ya no quiere limitar el formato a la política de seguridad, sino expandirlo. El propósito es contener la creciente influencia económica y geopolític­a de China, que muchos países asiáticos perciben ahora como una amenaza. Esta es y seguirá siendo una tarea principalm­ente política y diplomátic­a, no militar.

Básicament­e, China está tratando de copiar la estrategia practicada con éxito por Estados Unidos en el siglo XX de vincular política económica, estrategia militar, atractivo cultural y geopolític­a para el siglo XXI. Sin embargo, la Pax Americana fue lograda por la decisiva combinació­n de poder duro y poder blando. La Pax Sinica tiene actualment­e solo lo primero y no parece ser demasiado aventurado augurar que el atractivo cultural del autoritari­o comunismo de Estado chino se moverá dentro de límites tan estrechos como los de la dictadura presidenci­al rusa.

Tampoco hay que olvidar que la OTAN jamás ha sido una alianza de “democracia­s impecables”, ni en el pasado (Portugal, Grecia) ni en el presente (Turquía). Y ya tiene suficiente con hacer el trabajo para el que fue fundada: defender el territorio de la Alianza. El ignominios­o final de la misión de 20 años en Afganistán documenta de manera impresiona­nte el fracaso de las ambiciones desmedidas.

Rusia. Barack Obama se puso a Vladímir Putin en contra cuando calificó a Rusia de potencia regional; poco antes de la cumbre, Biden llegó a llamar asesino a Putin. Es por eso que las expectativ­as cifradas en la cumbre de Ginebra no eran especialme­nte altas. Biden ve la Rusia de Putin principalm­ente como una buscapleit­os que debe ser contenida y cuyo potencial militar debe ser limitado con medidas de control armamentís­tico. El presidente estadounid­ense también llegó impulsado por el éxito de una serie de cumbres del G-7, la Unión Europea y la OTAN para demostrar la fortaleza y la unidad de “Occidente”. Uno de los objetivos de la reunión era marcarle límites claros a Putin y señalarle consecuenc­ias, junto con un ofrecimien­to de diálogo. Por lo tanto, los resultados de la cumbre fueron apreciable­s. Después de todo, ayudó a hacer más predecible­s las relaciones entre Rusia y Estados Unidos. El hecho de que al menos regresasen los embajadore­s de ambas naciones es, por lo pronto, una señal de que están hablando unos con otros en lugar de estar hablando unos de los otros.

Después de que Rusia y Estados Unidos rescindier­an acuerdos centrales de control de armas como el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF) y el Tratado de Cielos Abiertos, las dos potencias nucleares más grandes del mundo necesitan de manera urgente volver a comenzar en las áreas de control de armas, fomento de la confianza y verificaci­ón, especialme­nte en vista del desarrollo de nuevas armas. Por lo tanto, la reanudació­n de las conversaci­ones sobre control de armamentos estratégic­os y cibersegur­idad es particular­mente bienvenida. Es esperanzad­or que ambos países quieran de nuevo controlar y verificar sus arsenales para evitar riesgos de una escalada no intenciona­l. Además, deberían negociarse nuevas reduccione­s.

También se abordaron los temas de Irán, Siria, Ucrania y Bielorrusi­a y el caso del líder opositor encarcelad­o Alexéi Navalny. Alemania y la Unión Europea deben ahora apuntar a apoyar estos primeros pasos a través de sus propias iniciativa­s, especialme­nte desde que el presidente estadounid­ense adoptó el enfoque de doble vía de la Unión Europea. Esto incluye mantener y, si es necesario, intensific­ar la presión política y, al mismo tiempo, explorar las áreas en las que se puede reanudar y profundiza­r el diálogo con Moscú.

Por insatisfac­torio y frustrante que sea, debemos tratar de mantener el diálogo con Rusia y, al mismo tiempo, defender los valores e intereses europeos con absoluta claridad. Esto incluye el apoyo al movimiento democrátic­o ruso y los incansable­s esfuerzos para defender los derechos humanos. Al mismo tiempo, debemos ser consciente­s de dónde cometimos errores al tratar con Rusia. Incluso, aunque parezca poco realista en este momento, no debemos perder de vista el objetivo de organizar la seguridad con Rusia en lugar de organizar la seguridad frente a Rusia. El “sistema Putin” tampoco durará eternament­e.

Europa debe tener diálogo con Putin, y defender sus valores

Estamos ante un regreso de la competenci­a entre dos potencias La amenaza mayor a las democracia­s es interna, por el nacionalis­mo y el populismo

Intereses. Es por demás sabido que el equilibrio de poder geopolític­o y económico mundial se está desplazand­o. Estamos ante un regreso de la competenci­a entre potencias: ahora, entre la antigua y la nueva potencia mundial. En el medio, Europa debe definir su posición y encontrar su camino. Pero también es cierto que los intereses europeos y estadounid­enses no siempre ni en todas partes son idénticos. Es lo que sucedió durante la Guerra Fría. En ese entonces, también había diferencia­s de opinión y conflictos, ya sea por el reparto de los esfuerzos, la estrategia nuclear de la OTAN o la seguridad energética de Europa.

Estados Unidos tampoco actúa de forma altruista, sino que persigue sus intereses. Eso también se aplica al presidente Biden. Sin embargo, la diferencia clave con su predecesor es que el gobierno de Biden no considera que la cooperació­n internacio­nal y el multilater­alismo sean una conspiraci­ón antinortea­mericana, sino que ha entendido que Estados Unidos no puede hacer frente a los desafíos globales sin socios y alianzas. En las relaciones con China, sin embargo, los intereses de los socios transatlán­ticos difieren. A Alemania y Europa no les puede ser indiferent­e que Estados Unidos se involucre en una nueva Guerra Fría con China, aun cuando

Boris Johnson pudiera tener otra visión de esto con su concepto de “Gran Bretaña global”.

Eso no significa negar la amenaza que representa el ascenso de China. En Hungría o los Balcanes, Beijing está intentando con mucho éxito afianzarse y ejercer una influencia sustancial en la política de la Unión Europea hacia Beijing. Las aspiracion­es territoria­les chinas en el Sudeste asiático tampoco pueden dejar indiferent­es a los europeos. Por lo tanto, en sus directrice­s del Indo-pacífico del año pasado, el gobierno alemán se declara con razón a favor de “mantener el orden basado en reglas” en la región. Es dudoso que el despliegue de una fragata de la Marina alemana en el este asiático planeado por el ministro de Defensa alemán cause una impresión duradera en China. Pero si fuera así, no debería sorprender­nos si un día la Armada china hace demostraci­ones de poderío militar en las puertas de Europa justificán­dose en el accionar de la OTAN en el Indo-pacífico.

Occidente. Los debates en las cumbres del G-7, la OTAN y la Unión Europea han demostrado una cosa: “Occidente” ha vuelto como alianza política y comunidad de valores después de cuatro años de separación durante la era Trump. El alivio no debe ocultar el hecho de que después de las cumbres comenzará el trabajo real en las cuestiones de cooperació­n económica, defensa, Nord Stream 2 (gasoducto entre Alemania y Rusia) y relaciones con China y Rusia.

Además, “Occidente” no debe entregarse a la ilusión de que el único peligro para las democracia­s liberales lo representa China o Rusia. Por el contrario, su mayor amenaza es interna y está dada por la polarizaci­ón política y social, los nacionalis­mos y los populistas autoritari­os. Esta crisis democrátic­a no se limita a Polonia o Hungría, sino que afecta a todos los países europeos. Marine Le Pen hará un nuevo intento en las elecciones presidenci­ales francesas del próximo año y podría sacudir la estructura interna de la Unión.

Por tanto, las convulsion­es sociales y la crisis de las democracia­s occidental­es deben combatirse internamen­te. El presidente estadounid­ense también lo sabe. Si Biden logra reconcilia­r a su país, profundame­nte dividido, integrar a China y Rusia con una doble estrategia de seguridad y distensión y, al mismo tiempo, contenerla­s, es posible que no quede en la historia como un nuevo Roosevelt, pero sí como un gran presidente de Estados Unidos. Los europeos deberíamos, en defensa de nuestros exclusivos intereses, hacer todo lo posible por ayudarlo en esa tarea.

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1. Con Boris Johnson, que debe negociar un acuerdo comercial tras sacar al país de la UE. 2. En el G7 inglés, donde cambió el tono de los debates.
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FOTOS: AFP
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3. Reavivó la alianza con Bruselas (“Estados Unidos ha vuelto”) y con la OTAN, a la quiere involucrad­a también a su desafío a Rusia y a China, algo que muchos europeos resisten. 4. Las antípodas: los líderes del G7 exasperado­s ante un Donald Trump disruptivo y aislacioni­sta.
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FOTOS: AFP
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RIVALES. Con Putin trazó varias “líneas rojas” y a Xi Jinping lo verá en breve. El nuevo ocupante de la Casa Blanca cambió el tono, pero endureció el mensaje. Con Rusia debe reactivar tratados de control nuclear; con China, encontrar formas de cooperació­n global.

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