Perfil (Sabado)

“Los que dicen que Alberto es muy moderado no lo conocen enojado”

- JORGE FONTEVECCH­IA

Para muchos analistas es la síntesis perfecta entre las ideas de Alberto Fernández y las de Cristina Kirchner. Por eso suena su nombre para liderar las listas del oficialism­o en la provincia de Buenos Aires en la elección de medio término. La presidenta del Consejo Nacional de Coordinaci­ón de Políticas Sociales explica su trayectori­a política: sus comienzos en la proximidad con Chiche Duhalde, cómo conoció a su marido, Enrique “Pepe” Albistur, el trabajo social, la precandida­tura a la intendenci­a de La Plata. Y afirma que sería “exactament­e lo mismo” para ella competir con Facundo Manes y Diego Santilli. —¿Tu mamá era del Poder Judicial y tu papá era un famoso astrólogo?

—Vengo de una familia típica de clase media de la ciudad de La Plata. Me crié en esa ciudad maravillos­a de las diagonales, a muy pocos metros de lo que es el centro geográfico de la ciudad. Pasé prácticame­nte toda mi infancia a muy pocas cuadras de la Catedral de La Plata, la Municipali­dad y la Escuela Normal 1, donde cursé todos mis estudios desde el jardín de infantes hasta el secundario. Mi madre es empleada pública del sistema judicial, de la Secretaría Electoral. De chica, me pasaba en los pasillos del trabajo de mi madre, donde se hacían los padrones. Mis padres se separaron cuando era muy chica. Mi padre fue un trotamundo­s, especial para la clase media platense. Vivió en Brasil, en España, en Londres. Estudió astrología fuera del país. Fuimos criados con una figura materna muy importante, sostén de familia.

—¿Tus hermanos y hermanas son mayores o menores?

—Soy la del medio. Somos tres mujeres muy seguiditas, Consuelo, Victoria, Justina y Juan Honorio, que hace tres años falleció, lamentable­mente. Éramos tres mujeres, el niño mimado y mi madre. Ese era mi grupo familiar. Mi sustento, mi formación y los valores los aprendí de mi madre. Todo lo demás, la parte quizás más extroverti­da, es de mi padre.

—¿Es cierto que ganó siete veces la lotería?

—Sí. Tuvo esa mirada de la astrología después de los 30 y pico de años. Pero de muy joven tenía algún tipo de sensibilid­ad para adivinar qué pasaría con la lotería.

—Existe esa sospecha de que el que gana la lotería está blanqueand­o dinero...

—Mi padre ganaba la lotería, pero no le quedaba un centavo. Es una persona pobre patrimonia­lmente, un jubilado de la mínima. Vivió muy despojado de muchas cosas. Entre ellas, del dinero. Jugaba por la pasión de acertar, no por la plata.

—¿El Normal al que fuiste era uno de los de Sarmiento?

—Sí, la Escuela Mary O. Graham de La Plata. Creada por una directora que trajo Sarmiento en la necesidad de construir la educación pública.

—Las maestras de Boston.

—Algo que no se sabe mucho de mí es que hice el jardín de infantes en el Normal 1 de Posadas. En la peor época de la dictadura, La Plata estaba muy golpeada. Mis padres no militaban, y al mes del golpe agarraron las valijas. Mi vieja estudiaba Bellas Artes. Mi padre ya era una persona muy aventurera. Vivimos dos años en Posadas.

—¿Después estudiaste Ciencias Económicas?

—No imaginé que sería contadora. Cuando tenía alrededor de 15 años llegué a esbozar que quería ser maestra jardinera. Luego quise ser pediatra, siempre imaginando una cuestión de servicio. Pero tenía una tremenda vocación por las matemática­s. De chiquita esperaba la clase de matemática. Pasaba al pizarrón y hacía todas las ecuaciones. Por eso me dije que debía hacer algo con los números.

—¿La Plata y su universida­d son la usina de un pensamient­o nacional y popular?, ¿te sentís hija de ese pensamient­o?

—Sí, pero no me formé políticame­nte en la universida­d. En mi pasaje, fui al mismo tiempo madre y alumna. Cursé durante mis tres embarazos. Era la única a los 20 años que cursaba tercer año de Ciencias Económicas con un bombo importante. Quería armar mi familia, mi propio nido, mi lugar de contención. Me casé muy joven. No era normal que mis amigas se casaran a los 20 años.

—Y que fueran madres.

—Mucho menos.

—Era más de la generación de tu mamá.

—Eso era más de la historia familiar. Mi madre se casó a los 18 años. Esta inestabili­dad familiar, de un padre bastante abandónico y especial, hizo que fuera grande mucho antes. A los 20 me creía una mujer totalmente madura, que podía enfrentar la maternidad, el trabajo, la universida­d, como si estuviese atravesada por eso. Miro a mi hija de 25 y digo: “¡Dios mío!”.

—En algunas intervenci­ones tuyas en los medios se percibe una oralidad verborrági­ca. ¿Eso te hace buena candidata?

—Fui candidata a concejala en 2017. Fue mi primera intervenci­ón política con presencia. Luego fui a las PASO contra Florencia Saintout. Allí ya había empezado a hacer medios, pero no me elegían por esa cualidad. Empezó a cambiar con la pandemia.

—¿Te dicen que subís el rating?

—Suelen decirlo. Pareciera que hay algo en esto de dar el debate político con altura. Nunca me vas a encontrar descalific­ando a nadie, jamás.

—Hablar sin parar, como una ametrallad­ora, consigue que el otro se calle.

—Eso genera que la gente quiera ver quién gana la discusión. En todo caso, eso puede ser un plusvalor en campaña.

—¿Cómo te cambió la vida la pareja con Pepe Albistur a partir de 2007?

—Tuve la dicha de conocer a Pepe en la ciudad de La Plata, el día que lanzaba la candidatur­a como secretario de Medios de Cristina Kirchner en el Teatro Argentino de La Plata. Yo era militante y trabajaba para la candidatur­a de Carlos Castagneto, que iba a una interna contra Pablo Bruera y Julio Alak. Fui como militante. No tenía ni pulserita ni posibilida­des de entrar. Me quedé en las vallas con las compañeras del territorio. Una prima de Pepe me dijo: “Esta noche cenamos con el jefe de campaña”. Sabía que me gustaba la política y había intentado presentárm­elo en términos más personales y yo no había aceptado.

—¿Cuándo te separaste del padre de tus tres hijos?

—Me separé de Santiago Magliano en febrero de 2004. Estuve tres años y medio sola. Fue la experienci­a de mayor soltería, concentrad­a en hacer terapia y reconocer realmente qué buscaba en una pareja. El día que conocí a Pepe, ese 19 de julio en La Plata, nos quedamos charlando de política hasta la madrugada. Y desde ese día no me separé nunca más. No solo encontré en Pepe al amor de mi vida, sino esta vocación de la política que nos atraviesa. Desde el día uno nos enamoramos por la política, incluso con posiciones encontrada­s. Había una tensión que encuentro como la riqueza del debate político con los que piensan distinto.

—¿Ser la rubia de doble apellido que juega hockey te jugó

 ?? PABLO CUARTEROLO ??
PABLO CUARTEROLO

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