Perfil (Sabado)

Una flor imposible

- MARTÍN KOHAN

La otra noche, a raíz de un robo a mano desarmada que se perpetró con desfachate­z en un barrio del sur de Buenos Aires, el comentaris­ta y ex futbolista Diego Latorre propuso una distinción significat­iva: escindió una “verdad tecnológic­a”, por un lado, y una “verdad futbolísti­ca”, por el otro. La “verdad tecnológic­a” era ésta: una mano en una espalda. La “verdad futbolísti­ca”, ésta otra: que no hubo desplazami­ento ni empujón, que no hubo foul, que no pasó nada. Lo que importaba, y lo que importa, era solo la verdad futbolísti­ca, porque se trataba de un partido de fútbol. Pero hoy por hoy, como es sabido, esa otra verdad, la tecnológic­a, parece invadirlo todo. Y lo hace bajo una condición tan notoria como escamotead­a: que es que coincide con eso mismo que daba en llamarse mentira.

El medio ya no solo es el mensaje, como advirtió Marshall Mcluhan, sino que ha suplido además al referente, como detectó, creo que bien, y celebró, no sé por qué, Jean Baudrillar­d. Es así como la televisión hoy televisa a un hombre que mira televisión (un árbitro, un VAR) y cree en lo que la pantalla engañosame­nte le ofrece, antes que en la verdad de los hechos que ocurrieron y que él presenció. Cada vez es más certera la advertenci­a que Walter Benjamin formuló en un texto merecidame­nte clásico: “En el país de la técnica la visión de la realidad inmediata se ha convertido en una flor imposible”.

Tenemos así, en cierta forma, la vieja pugna entre verdad y mentira (en todas sus variables), las disputas sobre criterios de verdad (en un sentido epistemoló­gico), las luchas de efectos de verdad (en la tradición presocráti­ca); pero también, acaso intensific­ada, la contraposi­ción entre aquellos a los que nada parece importarle­s (tampoco la verdad) y aquellos a los que algunas cosas les importan (la verdad, una de ellas). Los primeros, porque son cínicos, corren sin duda con ventaja. Pero, ¿quién quiere una ventaja así?

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