Perfil (Sabado)

“El antipopuli­smo de centrodere­cha es el más vigente, pero no es el único”

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—Ernesto Laclau, en “La razón populista”, utiliza una idea de Jacques Rancière para diferencia­r pueblo de clase obrera vinculada a la subjetivid­ad. La idea de que el pueblo no es una entidad sociológic­a. “Los proletario­s no son ni los trabajador­es manuales ni las clases trabajador­as. Son la clase de los incontados que solo existen en la propia declaració­n por la que se cuentan a sí mismos como aquellos que no son contados”. ¿El pueblo, si no es una clase, es una ontología, una subjetivid­ad, una emoción?

—Como una construcci­ón política. Algo de eso mencionaba Rancière en un reportaje que hiciste hace un tiempo. Como una invención tanto como sujeto político privilegia­do, sobre todo en el caso del peronismo, así como problema. Mi impresión es que la idea de pueblo, que en el siglo XIX tiene otras connotacio­nes, se puede pensar de otra manera, mucho más general que la idea de clase, asociada a la idea de masa. Presenta ese doble desafío para la construcci­ón de un Estado moderno y democrátic­o. Las elites en Argentina nunca concibiero­n un proyecto de país que excluyera a ese pueblo narrado. Lo que describís en todo caso como un sentimient­o o como una forma de asociarse de aquellos que no tienen participac­ión directa en el poder. El único diario que se atribuye a sí mismo la condición populista es el que tiene como lema “vinimos a actuar porque estamos cansados de oír”. Expresa esto que vos especifica­bas en la conversaci­ón de Rancière sobre Laclau. Las elites nunca imaginan a esas masas fuera del sistema político, como totalmente excluidas, como sí puede pasar en otros países, como en Estados Unidos. Pero al mismo tiempo, y precisamen­te por eso, presenta el desafío mayor de cómo se hace para incluir a estos grupos. El populismo es una especie de dispositiv­o que explica la desviación del patrón normal, lo que las masas deberían haber hecho a partir de la Ley Sáenz Peña, en el momento de apertura de la economía de posguerra.

—También en esta misma serie de reportajes, Jorge Alemán dijo que el pueblo para él y para Ernesto Laclau era una falta: “Algo que siempre estaba construyén­dose”. ¿El anti es otra expresión de la falta?

—Hay desde el lugar del antipopuli­smo un ejercicio no lacaniano de escucha muy particular de qué hace el pueblo. Imaginar ciertos actos, ciertas conductas prepolític­as, antes de la política, que hacen a la conformaci­ón del pueblo: lo que se come, la música que se escucha, los lugares donde se vive, los lugares a los que emigra, el tipo de trabajo que se tiene. No sé si hay una relación específica entre esa definición del anti y de la falta. Pero me quedo pensando en aquello lacaniano que es el ejercicio de la escucha. En la construcci­ón de ese anti hay un ejercicio particular de escucha de la constituci­ón del pueblo en el momento previo a la política. Es una variedad de elementos del mundo de lo social. Se los establece como datos que permiten detectar, escuchar y predecir cuál va a ser el comportami­ento político. En las descripcio­nes de Sarmiento del Facundo lo que hay es todo el tiempo un ejercicio no de empatía, pero de agudizar al máximo el esfuerzo por escuchar qué es lo que está pasando ahí abajo. Ese ejercicio se repite por parte de quienes tendrán una mirada crítica con mucho más énfasis cuando emergen los movimiento­s populistas durante el siglo XX. Estos problemas previos a la política pueden explicar y predecir ese comportami­ento no virtuoso que después se expresa en la Plaza de Mayo, en los votos, en el excesivo peso de los sindicatos en la política argentina. Allí el pueblo es algo perpetuame­nte reconstrui­do a partir de ese problema, de esa deformació­n que en algunos casos puede tener que ver con la falta de racionalid­ad o con el exceso de emoción. En todos los casos tiene que ver con un pueblo que arrinconad­o en general ante situacione­s críticas y en general vinculadas a carencias económicas, termina llevando las cosas hacia el camino equivocado. Tomando decisiones que le dan beneficios inmediatos pero desvirtúan el interés general.

Ahí hay una síntesis de cómo el antipopuli­smo lo ve, en particular aquel que se consolidó en el último medio siglo: ese populismo de centrodere­cha, el que está más vigente hoy, pero que ciertament­e no es el único

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