Perfil (Sabado)

El poder de una letra

- NANCY GIAMPAOLO

En Zappa, documental de Alex Winter estrenado a fin del año pasado, se incluye un enfrentami­ento del músico con la liga de mujeres comandada por Susan Baker y Tipper Gore (esposa del devenido paladín demócrata de la ecología, Al) que operaba en los años de Ronald Reagan, bajo el nombre de Parents Music Resource Center. Con el estrafalar­io Dee Snider como ladero, Frank Zappa fue uno de los pocos que se atrevió a dar la cara en un tribunal para refutar a quienes, con el argumento de “controlar el contenido sexual o satánico de las letras de las canciones para preservar a los niños”, procesaban su afán por cancelar cualquier cosa que resultara irritante a sus paladares o contraria a sus intereses. El corolario fue la implementa­ción de la famosa etiqueta de clasificac­ión Parental

Advisory: Explicit Content que podemos ver en las portadas de tantos discos. El poder corporativ­o de aquellas señoras, fundado en sus conexiones con el gobierno, había tenido más peso que la voz de los artistas y los gustos del público.

Actualment­e, en foros internacio­nales de músicas feministas, se evalúa si letras como la de Gallery Piece de Of Montreal, llena de frases como “Quiero hacerte enfermar”, “Quiero abofeteart­e”, “Quiero herir tu orgullo” y “Quiero ser tu único pasatiempo” o la de Second Date de The Oh Sees en la que un femicidio se toma a la ligera, entre muchas otras, deben ser proscripta­s por su misoginia e incitación a la violencia machista.

Es como si el caudal subversivo de las letras de canciones siguiera intacto, pese al paso del tiempo, y no fuera obvio que lo imaginado no necesariam­ente se hace carne en la vida real, pese a la evidencia.

Aunque ya no se hable de salvaguard­ar las buenas costumbres, el objeto de disputa es el mismo y la idea de que una obra de arte o un producto destinado a entretener puede influir intensamen­te en el comportami­ento de las personas, prevalece

No sorprende que alguien con la vocación vanguardis­ta de Zappa haya dicho: “Si parece censura, lo es”. Según él, el sello Parental Advisory, predecesor de los

Trigger Warnings en la literatura, principiab­a una ola de mecanismos represivos apoyados sobre planteos cada vez más aviesos: “¿Qué pasa si el próximo puñado de esposas de Washington pide una enorme J amarilla en todo el material compuesto o tocado por judíos –había ironizado ante la corte– para salvar a los indefensos niños de la exposición a la doctrina sionista?”.

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