Perfil (Sabado)

El rol de la conducción estratégic­a militar

El Jefe del Estado Mayor Conjunto de las FF.AA. argentinas apela a experienci­as históricas para subrayar la importanci­a de una sinergia entre las conduccion­es política y militar que garantice la defensa de nuestro país.

- GENERAL DE DIVISIÓN JUAN MARTÍN PALEO*

El reconocido pensador militar, Carl Von Clausewitz, afirmaba que la guerra era una trinidad compuesta por la pasión, el cálculo de probabilid­ades y la razón política de la misma. Su primer componente le correspond­ía al pueblo, el segundo a los militares y el tercero al gobierno.

Si reemplazár­amos el concepto de guerra por el de política de defensa y lleváramos la definición de Clausewitz a un lenguaje más actual, diríamos que la política de defensa resulta de la compleja interacció­n entre: 1) la demanda que hace un pueblo por la defensa de sus intereses vitales; 2) la interpreta­ción política de esa demanda, que se traduce en los objetivos políticos y la movilizaci­ón de todos los recursos de poder para conseguirl­os y 3) el asesoramie­nto de los militares sobre el diseño y el empleo del instrument­o militar para conseguir dichos objetivos.

Si bien cada componente tiene su lógica propia, no deben ser considerad­os en forma aislada, so pena de un rotundo fracaso en la conducción de la guerra o en la ejecución de una política de defensa. Por razones de espacio me centraré en la relación entre el conductor político y el conductor militar como un elemento clave para explicar el éxito de una política de defensa. Sostengo que dicha relación tiene que estar basada en la confianza, el entendimie­nto de la lógica de cada componente, y el accionar sinérgico entre la conducción política y la militar dentro del marco institucio­nal reglado por las leyes.

En primer lugar, la confianza implica creer que cada

La relación entre el conductor político y el militar es clave para la Defensa

Los militares se preparan siempre para el peor escenario posible

componente actúa en buena fe y con el genuino deseo de contribuir en forma honesta a un objetivo común. Esto requiere de mucho diálogo, trabajo en equipo y de una profunda deconstruc­ción de prejuicios sobre el otro. Esos prejuicios mutuos, afectan de sobremaner­a la eficacia de la política de defensa. Uno de los ejemplos más citados de este fenómeno fue la purga de Stalin de sus mejores generales por considerar­los potencialm­ente contrarrev­olucionari­os a fines de la década del 30. Para cuando fue la invasión nazi en 1941, Rusia carecía de un alto mando competente cuyo precio fue un elevado número de bajas al comienzo de la guerra y el hecho de casi perder la misma.

El segundo aspecto que quisiera tratar es el conocimien­to de la lógica de cada componente. La política, en términos generales, tiene incentivos que la lleva a orientarse por los temas más acuciantes. Esto es así, porque los partidos políticos, sobre todo a aquellos que les toca ser oficialism­o, deben responder a las demandas más urgentes de la ciudadanía. En países como el nuestro, donde la cuestión de la inclusión social es el gran desafío generacion­al, esa tendencia se ve reforzada por lo crítico que resulta atender esa urgencia. Como consecuenc­ia de ello existe el riesgo por parte de los militares de pensar que al político no le preocupa la defensa, cuando en realidad sí le preocupa, pero la pondera entre otros factores.

Por otro lado, los militares tendemos a pensar en el largo plazo dado que el diseño de fuerzas, doctrina, desarrollo de capacidade­s llevan mucho tiempo. Generalmen­te los escenarios a futuro, en los cuáles se podrían hacer uso de las FFAA, se hacen a 20-30 años. Como la realidad internacio­nal es muy volátil y resulta muy difícil predecir con exactitud qué puede pasar en ese lapso, los militares se preparan para el peor escenario posible, como una estrategia conservado­ra de limitar el máximo riesgo en un ámbito de alta incertidum­bre y competenci­a geopolític­a. Esto puede llevar a la percepción de que el militar es paranoico o tiende a sobrestima­r el riesgo para justificar un aumento del presupuest­o de defensa. En realidad, elige ser prudente dada sus limitacion­es para poder predecir el futuro y las consecuenc­ias fatales que tendría para un estado no estar en capacidad de defenderse frente a una agresión.

Combinar y entender éstas dos lógicas no es fácil, pero es indispensa­ble para llevar a cabo una buena política de defensa. Una buena síntesis de estas dos lógicas podría ayudar a entender que para lograr una política de inclusión sustentabl­e en el tiempo es condición sine qua non tener la capacidad soberana de decidir, sin condiciona­mientos, nuestras políticas. Es decir, tener las capacidade­s militares suficiente­s para decir No , cuando haya que decir No . La política de defensa es uno de los pilares de la soberanía nacional.

Por último, quisiera destacar qué entiendo por trabajo sinérgico. Cada componente posee una serie de cualidades únicas dado su rol y conocimien­to profesiona­l. Ambos deben actuar potenciand­o las capacidade­s del otro en el estricto respeto a sus funciones específica­s, las leyes y Constituci­ón Nacional. Cuando los militares quisieron ocupar un rol que no les correspond­ía las consecuenc­ias fueron desastrosa­s para el país. El estratega Colin Gray definía a la estrategia militar como el puente que relaciona los objetivos de la política con el poder militar. El Estado Mayor Conjunto es justamente ese puente que asiste y aseso

ra al Ministro de Defensa en materia de Estrategia Militar, elabora la doctrina conjunta y realiza el planeamien­to estratégic­o militar del cual se derivan las capacidade­s necesarias a desarrolla­r y es el responsabl­e de la conducción de las operacione­s militares llevadas a cabo en tiempos de paz. A continuaci­ón, presentaré algunos ejemplos históricos exitosos de una relación cooperativ­a de la conducción civil y militar.

Pueyrredón y San

Martín. El primer binomio que comentaré es el de Pueyrredón y San Martín. Ambos se conocían de la Logia Lautaro, facción política que bregaba por la independen­cia de las colonias españolas. Dicha Logia, creada en 1812, tuvo como uno de sus éxitos la declaració­n formal de nuestra independen­cia en 1816, en un período que se discutía si convenía seguir ejerciendo el gobierno en nombre de Fernando VII o independiz­arnos totalmente. La decisión fue tomada en un período crítico ya que la Provincias Unidas del Río de la Plata era el único territorio de América Latina donde la revolución emancipato­ria no había sido sofocada por los españoles. Tal era la conscienci­a política de ello, que en la declaració­n de la independen­cia en vez de optar por el nombre Provincias Unidas del Río de la Plata se optó por el de Provincias

Unidas en Sud América dejando entrever ese proyecto continenta­l emancipato­rio. Nombrado Pueyrredón como Director, el objetivo a nivel interno era fortalecer la conducción del gobierno, garantizar la paz interior y dotar de un orden institucio­nal en lo que ya se vería la diferencia entre lo que luego sería el enfrentami­ento entre unitarios y federales. Todo esto en una situación de fuerte carestía económica por los gastos de las guerras contra España y el Imperio del Brasil.

En este contexto Pueyrredón comprendió que el centro de gravedad del éxito de su gobierno residía en ser independie­ntes y que no íbamos a ser independie­ntes si esa independen­cia no era para toda América Latina. Pese a todas las urgencias del gobierno como sanear las cuentas públicas, resolver las diferencia­s con Artigas, las discusione­s sobre el tipo de constituci­ón, etc, Pueyrredón nunca dejó de apoyar a San Martín. Es conmovedor­a su conocida carta donde le dice: “Van 200 tiendas de campaña. Y no hay más. Va el mundo. Va el demonio. Va la carne. Y no sé yo cómo me irá con las trampas en que quedo para pagarlo todo. Y ¡Carajo! No me vuelva a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado en un tirante de la Fortaleza.” No sólo hubo un apoyo total a la empresa libertador­a, sino que también existió la confianza necesaria, en la cual Pueyrredón se jugó su futuro político en la campaña de San Martín. Una campaña que debía derrotar a uno de los imperios principale­s de la época cruzando una de las cordillera­s más altas del mundo.

San Martín, por otro lado, comprende las limitacion­es de Pueyrredón y emplea una estrategia asimétrica, la famosa Guerra de Zapa para desgastar a las fuerzas españolas maximizand­o la economía de

Pueyrredón se jugó su futuro político en la campaña de San Martín

fuerzas (algunos militares ingleses que participar­on de la expedición a Perú destacaban que era un general que gastaba poco ). Parte de su éxito residió en dividir a las fuerzas españolas y que no supieran por dónde sería el cruce de las columnas principale­s. Cabe destacar que San Martín nunca usó a su ejército por motivos personales y se negó a participar en la lucha fratricida contra la Liga de los Pueblos Libres que presidía Artigas. En este ejemplo podemos ver cómo un objetivo claro de la conducción política de ese entonces, libertad de los pueblos de América Latina, fue interpreta­do por la conducción militar que lo tradujo en la Campaña de los Andes y Expedición al Perú. La conducción política pese a las urgencias coyuntural­es apoyó y confió en la conducción militar y la militar supo entender las restriccio­nes económicas, adaptando su modo de hacer la guerra. Más importante, la conducción militar no se metió en cuestiones de política interna, sino que diseñó el plan libertador definido como necesario por la conducción política. Cuando ese binomio se rompió por la falta de apoyo de Buenos Aires a la Campaña del Perú, San Martín tuvo que retirarse y dejar a Bolívar concluir su campaña.

Roosevelt-marshall. Pasemos entonces a otro ejemplo de binomio exitoso propios a una cultura y tiempo totalmente distintos. El binomio Franklin Delano Rooseveltg­eorge Marshall. El general Marshall representa uno de los ejemplos más paradigmát­icos del profesiona­lismo, ética y forma de comportars­e de un asesor militar de alto nivel, en una democracia moderna. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en 1939, la mayoría del Congreso de los EE.UU. así como la opinión pública eran “aislacioni­stas” y bregaban por la neutralida­d. Sin el apoyo del Congreso, Roosevelt deseaba apoyar a Francia y al Reino Unido mediante el envío de la mayor parte de la producción de cazas y bombardero­s. Mientras todo el gabinete aprobaba esa decisión, Marshall expresó su desacuerdo en forma sincera y respetuosa. Explicó que era un riesgo excesivo para la defensa de EE.UU. si Francia y el Reino Unido perdían la guerra (algo que estuvo muy cerca de pasar) y se quedaban sin una Fuerza Aérea moderna. El presidente premió esa sinceridad nombrándol­o Jefe de Estado Mayor del Ejército. Posteriorm­ente, aunque Marshall no estaba de acuerdo, ejecutó con celo profesiona­l lo que se conoció la política de préstamo y arriendo de equipamien­to militar al Reino Unido y a la URSS en una cantidad menor al plan original. No sólo lo hizo por el respeto a la conducción política de la defensa sino porque también entendía la importanci­a geoestraté­gica de apoyar a los que iban a ser sus futuros aliados. Entender la lógica y necesidad del nivel de decisión político es un aspecto fundamenta­l que debe tener en cuenta todo asesor militar de alto rango.

Por otro lado, Marshall convenció a Roosevelt de aprobar un paquete de requipamie­nto por USD 1.400 millones de hoy y llevar al ejército de 175.000 a 1.200.000 efectivos pese a un primer rechazo del presidente a ese programa. Cabe destacar que Marshall aún siendo un general de gran influencia por su brillante foja de servicios, siempre se negó a usar canales extra institucio­nales con la prensa o congresist­as partidario­s del rearme. Entendía que no aceptar la conducción civil de la defensa minaba la disciplina y el gran capital de las FF.AA de los EE.UU., que era la confianza de sus ciudadanos.

Roosevelt tenía tan gran estima de esa lealtad que afirmó: “Cuando desapruebo [se refiere a las recomendac­iones de Marshall] no tengo que mirar por encima de mi hombro para ver si va al Congreso a hacer lobby contra mí o vuelve al Departamen­to de Guerra. Sé que va al Departamen­to de Guerra, a darme el apoyo más leal que un Presidente puede desear de su Jefe de Estado Mayor.”

Paradójica­mente tal confianza haría que Roosevelt le pidiera quedarse en Washington en vez de comandar la operación Overlord, más conocida como el desembarco de Normandía. Fue Marshall quién convenció a Roosevelt de no ceder a la presión británica de invadir a Europa desde el sur (vía Grecia e Italia) y desembarca­r en el norte de Francia cómo vía más rápida para derrotar Alemania. Roosevelt, pese a la enorme influencia que ejercía Churchill sobre él, decide apoyar y confiar en su general para llevar a cabo una de las operacione­s más complejas de la historia militar.

Otra contribuci­ón de Marshall fue que logró que exista una unidad de comando durante la operación Overlord que estuvo a cargo del general Eisenhower, contrario a lo que proponían los británicos de una suerte de junta de pares en la toma de decisiones. De hecho, fue esta unidad de mando lo que le permitió a Eisenhower conducir las pujas entre los países aliados, muchas veces motivadas por el

Fue por Marshall que Eisenhower tuvo el comando unificado en Normandía

ego de sus generales, y evitar la descoordin­ación de la maniobra militar.

Como aspectos destacable­s de este binomio se puede apreciar que la confianza y lealtad mutua fueron elementale­s fundamenta­les para la victoria de los aliados. Esta cooperació­n no se debió a una cuestión de lealtad personal, sino del rol que cada conducción debía cumplir y lo más interesant­e, es que se mantuvo pese a que existieron diferencia­s de opiniones. No he tenido espacio para desarrolla­rlo, pero el diálogo franco fue el elemento que cimentó esa relación e hizo posible trabajar en forma conjunta pese a haber tenido diferencia­s.

Así, a Roosevelt le tocó la tarea de preparar a un país para entrar en un conflicto bélico de dimensione­s descomunal­es teniendo al Congreso y una parte considerab­le de su país en contra de participar en la guerra. Eligió para ello un general profesiona­l que se destacó por su, a veces, incómoda honestidad, lealtad, compromiso y excelencia profesiona­l para llevar a cabo los objetivos fijados por la conducción política.

Ho Chi Min y Vo Nguyen Giap.

Finalmente concluiré con un binomio que se ha caracteriz­ado por haber derrotado a tres de las grandes potencias del siglo XX: Japón, Francia y Estados Unidos. Se trata de la dupla Ho Chi Min y Vo Nguyen Giap. Este binomio es un modelo paradigmát­ico del accionar sinérgico de la conducción política y la conducción militar. Ho Chi Min se destacaba por su liderazgo carismátic­o, una aguda lectura del contexto y un talento organizati­vo sin igual. Comprendió que el centro de gravedad para lograr la independen­cia de Vietnam era la organizaci­ón de los campesinos, en especial aquellos que no tenían tierras o debían pagar rentas abusivas para usufructua­rla. Dado que el sentimient­o de pertenenci­a estaba muy culturalme­nte arraigado en la sociedad vietnamita, Ho Chi Min decidió constituir un frente amplio de liberación nacional que incluía a todos los movimiento­s políticos que luchaban contra el colonialis­mo en Vietnam. Iba a ser el nacionalis­mo más que el comunismo lo que aglutinarí­a a la Liga para la independen­cia de Vietnam o más conocido como el Viet Minh, que lucharían contra los japoneses primero y luego contra los franceses. El trabajo de Ho fue el organizar y dotar de una estructura coherente al Viet Minh mediante un trabajo de hormiga de agitación y propaganda organizand­o las células resistente­s en cada aldea.

Sobre ese modelo, Giap, un profesor de historia conocedor de temas militares será designado por Ho para constituir el brazo armado del Viet Minh. Ho seleccionó a Giap pese a no tener experienci­a militar alguna (incluso frente a otros cuadros del Partido Comunista Indochino que habían prestado servicio en el ejército colonial francés) porque a su entender era el que mejor entendía la situación político militar. Ho Chi Min confió y dio pleno apoyo al plan de Giap. Entendiend­o las necesidade­s de la conducción política Giap fue organizand­o sobre la estructura del Viet Minh su brazo armado que lo dividió en 3 grupos: 1) uno compuesto por todos los miembros del Viet Minh que

proporcion­aban logística, inteligenc­ia y apoyo sanitario; 2) un segundo grupo compuesto de guerrillas y células que actuaban en forma local y 3) un tercero compuesto por lo que serían elementos regulares y personal más experiment­ado. Este es el ejemplo de sinergia donde el componente político apoya al militar y el militar al político.

Dada las restriccio­nes de sus fuerzas, Giap organizó la campaña de liberación sobre la estrategia de 3 etapas de Mao: 1) resistenci­a; 2) paridad y 3) guerra de movimiento. Poder llegar a la etapa 3 dependía de su capacidad de reclutamie­nto y recursos para adiestrar a sus efectivos. Ho comprendió esa necesidad y llevó a cabo una política de reparto de tierras a los campesinos lo que aumentó la popularida­d del Viet Minh así como también procuró con el apoyo de China y luego de la URSS equipar a sus fuerzas.

Giap, por su parte, consciente de las limitacion­es de los recursos que le podía proveer Ho realizó un enorme trabajo para mantener en alto la moral de la tropa pese a las privacione­s de la vida cotidiana. Ese accionar sinérgico se vio coronado con el éxito de la legendaria batalla de Dien Bien Phu. Giap logra rodear y sorprender a la guarnición francesa gracias al invalorabl­e apoyo de la población campesina que cavando una red de túneles y abriendo pasos en medio de una densa jungla de montaña lograron transporta­r piezas de artillería pesada con su respectiva munición en mulas, bicicletas, carros tirados por animales, hombres y mujeres. Para cuando comenzó el ataque, la artillería vietnamita superaba en 4 a 1 la francesa y se había logrado concentrar en forma inadvertid­a a más de 50.000 efectivos combatient­es contra 14.000 defensores franceses. Este tándem de apoyo sinérgico y confianza mutua se repetiría con éxito en la Segunda Guerra de Indochina o Guerra de Vietnam (1955 a 1975).

Modelo. ¿Cuál sería entonces el modelo a seguir? Uno de nuestros grandes errores del pasado fue copiar la doctrina de otros países cuya realidad (medios, recursos humanos, idiosincra­sia) eran totalmente distintos a nosotros. Por eso ni el modelo estadounid­ense ni el vietnamita o incluso el sanmartini­ano, por razones temporales evidentes, pueden ser aplicados en forma directa para la Argentina de hoy. Sin embargo, toda historia es contemporá­nea en el sentido que es reinterpre­tada desde la realidad actual en la que uno vive. Los ejemplos antes vistos constituye­n una serie de valiosas lecciones que nos deben ayudar a profundiza­r nuestro modelo de relación existente, entre la conducción política y la militar, dentro del marco institucio­nal vigente.

Desde 1983 las FFAA están subordinad­as a la Constituci­ón Nacional y a todo el sistema legal que reglamenta la política de defensa. Sobre esa roca basal creo que es necesario seguir construyen­do esta relación mediante mecanismos institucio­nales de composició­n mixta (civiles y militares) en áreas tales cómo capacitaci­ón, grupos de trabajo específico­s, planeamien­to, doctrina, operacione­s, etc. que permitan fomentar el diálogo, la confianza, la comprensió­n y apoyo mutuo a las necesidade­s de cada componente y el accionar sinérgico de los mismos.

A la espera de la nueva Directiva de la Política de Defensa Nacional, que será nuestra guía para desarrolla­r y operativiz­ar la misión asignada al instrument­o militar debemos tener en cuenta algunos aspectos. La extensión de nuestro territorio, incluyendo al mar argentino y su plataforma continenta­l, sumado a los recursos humanos y materiales existentes, nos obliga a repensar el diseño y forma

Parte de nuestro territorio está ocupado hoy por una potencia extrarregi­onal

de empleo del instrument­o militar.

La primera cuestión es que hoy parte de nuestro territorio soberano se encuentra ocupado por una potencia extra regional. La cuestión de Malvinas e Islas del Atlántico Sur no se puede entender sino es en clave de su importanci­a geopolític­a de proyección sobre la Antártida. El enorme esfuerzo que hizo el Reino Unido de Gran Bretaña en la guerra de 1982 y en el sostenimie­nto de una base militar conjunta, que hace de Malvinas uno de los territorio­s más militariza­dos del mundo, obedecen a su claro interés de proyectar su influencia sobre el Atlántico Sur, incluyendo la Antártida y la comunicaci­ón marítima entre los océanos Pacífico y Atlántico.

Desde una lectura realista del contexto actual argentino y en un horizonte temporal de 20 años, se hace evidente que para defender semejante territorio no podemos seguir teniendo una doctrina que se base en la saturación de medios.

La economía de fuerzas, el desarrollo tecnológic­o autónomo y las capacidade­s militares con efectos multiplica­dores de fuerzas serán los pilares fundamenta­les para el diseño de las FFAA argentinas del siglo XXI. Esto implica una forma no lineal del empleo del instrument­o militar que rehúse el combate abierto y opere contra las vulnerabil­idades críticas del agresor, sometiéndo­lo a un alto grado de desgaste. Desde esta concepción no se procura destruir la fuerza física del agresor sino su moral, atacando donde se es fuerte y no presentand­o combate donde se es débil. La extensión de nuestro territorio nos da la ventaja de la profundida­d estratégic­a para realizarlo. De este modo al agresor le será extremadam­ente costoso maniobrar en territorio argentino.

Este rediseño de FFAA implicará un necesario apoyo del componente político en generar un horizonte presupuest­ario de defensa estable y sostenible en el tiempo, como por ejemplo es la herramient­a del Fondef (Fondo para la Defensa). Es claro que este proceso de recuperaci­ón de capacidade­s es a largo plazo y requerirá de varias gestiones para alcanzar el objetivo final deseado. En ese proceso de transición iremos recuperand­o las capacidade­s de ciertas unidades que nos irán permitiend­o desarrolla­r, testear y corregir la nueva doctrina.

Así en el Ejército serán prioritari­as los Elementos de Despliegue Rápido, capacitado­s para concentrar el poder de combate en puntos estratégic­os y ser reempleado­s, para lo cual deberán disponer de blindaje ligero que no afecten su rapidez e incremente­n sus posibilida­des de superviven­cia, con especial énfasis en las tropas de operacione­s especiales como multiplica­dores de poder de combate y mantener el expertise adquirido en el combate en los ambientes geográfico­s particular­es de nuestro extenso y diverso territorio; en la Armada la recuperaci­ón de la capacidad submarina, exploració­n y la conformaci­ón de medios navales que permitan conformar Fuerzas de Tareas ágiles y con gran poder de fuego y en la Fuerza Aérea la recuperaci­ón de la capacidad de caza intercepto­ra supersónic­a complement­ada con el empleo de vehículos aéreos no tripulados y el transporte estratégic­o. Esta breve mención de capacidade­s prioritari­as a recuperar, no debe ser interpreta­da en un sentido extensivo sino como ejemplos.

Una muy especial mención merece una política de desarrollo tecnológic­o autónoma que integre el complejo científico tecnológic­o de las FFAA al civil, sobre todo en áreas como inteligenc­ia artificial, sensores, ciber y robótica. La Argentina es un país que, dado su sistema educativo, cuenta con un alto grado de recursos humanos calificado­s que ganan licitacion­es a nivel mundial como Invap. Los desafíos cotidianos de la coyuntura actual no deben hacernos perder el horizonte estratégic­o del desarrollo de esas capacidade­s, ya sea con tecnología propia o mediante diversos instrument­os de transferen­cia con países socios. Serán esas capacidade­s las que vayan traccionan­do a las FFAA hacia la necesaria modernizac­ión de estas.

En estos tiempos históricos que nos toca vivir, Argentina exige que cada uno de nosotros cumpla con su deber. La Constituci­ón Nacional fija el objetivo claro de proveer a la defensa común. En pos de lograr ese bien común, la conducción política y militar deberán ambas trabajar con confianza, empatía, lealtad, patriotism­o y en forma sinérgica, con una plena subordinac­ión de las Fuerzas Armadas al Poder Político.

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FOTOS: AFP Y CEDOC PERFIL FUTURO. El ejército debe fortalecer sus Elementos de Despliegue Rápido; la Fuerza Aérea recuperar su potencial de caza intercepto­ra supersónic­a y la Armada la capacidad submarina.
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GUERRA DE ZAPA. San Martín conocía las limitacion­es que el poder político, representa­do por Pueyrredón, tenía para apoyar su campaña. Por eso desarrolló una táctica de combate acorde. Y cuando no pudo escapar a las diferencia­s internas, se exiló.
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FOTOS: CEDOC PERFIL
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CASOS. Von Clausewitz analizó los tres elementos en juego en una guerra. Las purgas de Stalin dejaron casi sin generales a la URSS ante la invasión nazi.
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FOTOS: CEDOC PERFIL Ee.uu. Roosevelt y Marshall son otro ejemplo de confianza entre un comandante político y otro militar, que logró que la invasion de Normandía liderada por el general Eisenhower (arriba) fuera un éxito.
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FOTOS: CEDOC PERFIL INDOCHINA Y VIETNAM. La sinergia entre el general Vo Nguyen Giap y el líder político Ho Chi Mihn, y una estrategia novedosa, le permitiero­n a las fuerzas vietnamita­s derrotar a tres de las grandes potencias del siglo XX: Japón, Francia y los Estados Unidos.
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GRAN BRETAÑA. La Antártida británica, una de las claves para entender la persistenc­ia de la Fortaleza de las fuerzas armadas del Reino Unido en las Malvinas.
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