Perfil (Sabado)

Un rechazo tajante a la violencia

- NICOLÁS MONCKEBERG DÍAZ* *Embajador de Chile en Argentina.

En la columna “Chile, la juventud y la nueva democracia” –publicada en este medio hace pocos días– el profesor Guido Risso critica el modelo vigente en las democracia­s liberales, tomando como ejemplo el caso chileno. Ya sea por desconocim­iento o por error, Risso postula que el proceso constituye­nte que hoy se desarrolla en Chile no tiene una raigambre institucio­nal y que es, más bien, fruto de la presión de algunos que desafiaron al sistema y que, en un clima de represión, salieron a protestar a las calles.

Conocer el contexto de la crisis político-social vivida en Chile, la forma en que ha evoluciona­do y la manera en que se ha conducido, resulta fundamenta­l para entender cómo se vive la democracia allende la cordillera. Teniendo presente, además, que estamos viviendo una era global de protestas sociales sin precedente­s históricos, tal como se afirma en el reciente informe La era de protesta social: una tendencia global, del Centro de Estudios Estratégic­os e Internacio­nales.

En el estallido social chileno de octubre del 2019 se conjugaron dos elementos: por una parte, una inusitada y desconocid­a violencia, cuya más clara expresión fue la destrucció­n de estaciones de metro, iglesias, negocios y edificios públicos muy queridos, como el propio museo de Violeta Parra. Por otra, manifestac­iones y protestas pacíficas, multitudin­arias y transversa­les, donde libremente los ciudadanos dieron a conocer sus demandas.

En ese contexto binario, Chile optó por un camino institucio­nal y democrátic­o para avanzar en los cambios que la ciudadanía demandaba. La noche del 15 de noviembre, en el edificio del Congreso Nacional, todas las fuerzas políticas –con la sola excepción del Partido Comunista– suscribier­on un acuerdo que fijó el itinerario para redactar una nueva Constituci­ón, incluyendo un plebiscito ciudadano y la elección democrátic­a de los constituye­ntes. Ese acuerdo, denominado Acuerdo por la Paz, dejó plasmada una reforma constituci­onal respaldada por el gobierno y aprobada por la unanimidad de los parlamenta­rios, salvo por aquellos pertenecie­ntes a las filas del comunismo.

Respecto del enfrentami­ento de la violencia vivida durante esos días, el gobierno hizo todo lo posible por garantizar el respeto a los derechos humanos, en medio de un clima inusitado de caos: modificó y modernizó los protocolos existentes en las policías; convocó a las principale­s organizaci­ones de derechos humanos del mundo, para garantizar en conjunto el estricto cumplimien­to de estos; y llevó a la Justicia los casos de violacione­s a los derechos humanos para que sean los tribunales los que sancionen de acuerdo al ordenamien­to legal vigente.

Pese a lo que el profesor Risso intenta construir, el proceso constituye­nte chileno no fue fruto de las manifestac­iones violentas de esos días, sino de la unión de todos aquellos agentes sociales que institucio­nalmente y por la vía de la paz, salieron tranquilam­ente a las calles. No en vano, unos meses después, millones de chilenos concurrier­on masivament­e a las urnas en cada una de las etapas del proceso, desafiando la pandemia y cualquier otro obstáculo. Solo el Partido Comunista se ha restado de este proceso y ha legitimado la violencia como herramient­a política… quizá por ello en las recientes elecciones primarias presidenci­ales fue el más derrotado en las urnas.

Mantener el espíritu de paz, el respeto a las institucio­nes y la buena salud de nuestra democracia es el gran desafío que el próximo gobierno y Parlamento tienen por delante. El capital institucio­nal de Chile es la plataforma que nos permitirá hacer los cambios profundos que se requieren, resolver las diferencia­s políticas y proyectarn­os hacia el futuro.

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CEDOC PERFIL ENTENDIMIE­NTO. El anuncio del Acuerdo por la Paz Social y Nueva Constituci­ón.

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