Perfil (Sabado)

De los medios a la política

- OMAR ARGÜELLO* *Sociólogo.

El cierre de listas de las diferentes fuerzas políticas muestra un creciente número de candidatos que resultan conocidos por su aparición en medios de comunicaci­ón. Algunas opiniones hablan de un aporte de “caras nuevas” que vienen a renovar la política. Sin contradeci­rlas conviene acompañarl­as con una reflexión acerca de las exigencias propias de una función tan compleja como es la de conducir los destinos de una nación y del conjunto de sus ciudadanos (reflexión válida para el conjunto de los candidatos).

En relación a la complejida­d de la función de gobernar, destacan dos dimensione­s centrales: una estructura­l, que consiste en crear las condicione­s económicas para producir los bienes y servicios esenciales para satisfacer las necesidade­s materiales de todos los ciudadanos, sin exclusione­s; y otra superestru­ctural, como es la de dictar las normas y crear las institucio­nes necesarias para garantizar la libertad y los derechos de todos.

La preocupaci­ón por esta última dimensión ha estado en el centro del discurso y la acción de las fuerzas políticas más ligadas al liberalism­o, la socialdemo­cracia y otros progresism­os, mientras el peronismo la ha inclinado hacia los derechos sociales, sin la contrapart­ida productiva necesaria para hacerlos genuinamen­te viables. Dimensión institucio­nal que hace a la esencia de la convivenci­a democrátic­a y que se hace efectiva a través de leyes e institucio­nes que se sirve de insumos derivados de la ética y los principios republican­os.

En cambio, crear las condicione­s necesarias para satisfacer las demandas materiales de los ciudadanos plantea un cúmulo de exigencias que podrían resumirse en la compleja tarea de alcanzar el desarrollo económico; la que para atraer las inversione­s productiva­s necesarias debe: dominar la inflación, modernizar las relaciones laborales, racionaliz­ar las cargas impositiva­s y el gasto público, reestructu­rar un Estado desbordado de funciones y funcionari­os que deben ser reemplazad­os por una burocracia técnicamen­te eficiente a la que se accede por concursos y no por amiguismos. Rompiendo, además, una inercia que viene sustituyen­do la creación de riquezas y de empleos genuinos por el asistencia­lismo de un Estado sin recursos que ha llevado a la pobreza a la mitad de los argentinos.

Proceso en el cual la presencia del Estado es de vital importanci­a; pero no para distribuir lo que no se produce, ni para perseguir a los empresario­s, sino para alentar las inversione­s productiva­s que crean el empleo genuino que escasea y aportan vía impuestos todo lo que necesita para atender a las enormes falencias en lo social; sin descuidar la supervisió­n de las relaciones laborales y el pago de salarios dignos, buscando sacar a los ciudadanos de la pobreza y no creando nuevos pobres.

Frente a estos desafíos económicos y sociales resulta imprescind­ible que todos los candidatos muestren tener un buen diagnóstic­o de la situación y digan qué piensan hacer al respecto. No alcanza con hacer gala de una “gran sensibilid­ad social”; ni eslóganes que hablan de “poner dinero en el bolsillo de la gente” sin aclarar de dónde saldrá ese dinero, ya que la solución no pasa por una mayor emisión que solo alimenta una inflación que anula cualquier incremento de ingresos apenas ha sido conseguido.

Explicitar ese diagnóstic­o y exponer sus propuestas de políticas al respecto es un requisito básico, cualquiera sea la función a la que postulen los candidatos, ya que el éxito o fracaso de las mismas, influirá necesariam­ente en las posibilida­des de dotar de recursos a las distintas áreas del Estado.

Es necesario que los candidatos digan qué piensan hacer. No alcanza con la sensibilid­ad

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