Perfil (Sabado)

Vargas Llosa, el deicida irresponsa­ble

Una reflexión sobre la responsabi­lidad de los intelectua­les a partir de los dichos del premio Nobel peruano sobre las elecciones de su país.

- MANUEL A. SÁEZ*

El oficio de pensar es consustanc­ial con la historia de la humanidad. Vinculado inicialmen­te a todo lo trascenden­tal que inspiraba el intento de conocer el sentido de la propia existencia y de su propósito final, coqueteó primero con lo mágico para irse desplazand­o a lo teológico. Entre medias, en nuestro ámbito cultural, se fue creando un espacio peculiar para quienes hacían del pensamient­o una forma de vida. Atenas y Roma constituye­ron baluartes para esa práctica y pusieron los cimientos de lo que enseguida constituyó la tradición occidental. Si los filósofos de entonces no hicieron sino dar continuida­d a las ideas que siglos antes habían ido germinando en oriente, sus supuestos fueron fundamenta­les para dar paso al Renacimien­to y, más tarde, a la Ilustració­n.

Fue en el siglo XVIII en el que los maestros del pensamient­o configurar­on una imagen novedosa que llenó los salones de la aristocrac­ia y que la burguesía ya consolidad­a supo convalidar. Más tarde, a finales del XIX, la nueva figura del intelectua­l vino a establecer­se en la arena pública. Entonces coincidió un triple asentamien­to: la afirmación de la nación, la entrada de las masas en la política y la floración de nuevos mecanismos de difusión de las ideas. El recién llegado supo pronto que su actuación tenía efectos inequívoco­s en la realidad. A su actitud novedosa en la que se hizo imperativo decir la verdad al poder se unía la toma de conciencia de una insólita responsabi­lidad pública. Vinculado normalment­e al mundo de la creación literaria el intelectua­l se validará por su compromiso en la propia tarea de pensar.

Hoy son personas cuya proyección puede ser mediática o vinculada a soportes comunicati­vos más estables. Llevan a cabo acciones que se expresan de manera puntual y espontánea o que tienen una cadencia sosegada y constante. Puros guiños que terminan evaporándo­se en el fragor del ruido diario, aldabonazo­s que despiertan temporalme­nte la conciencia, o cuya influencia es profunda y permanente. A veces el personaje público termina oculto por su obra, sea un exabrupto, una imagen o un denso tratado de pensamient­o. La gente incluso llega a confundir la autoría con la obra, o, mejor, llega a olvidar a la primera en detrimento de la segunda. Una consecuenc­ia de todo ello es el papel que desempeñan al promover religiones laicas y el consiguien­te asentamien­to de fanatismos dogmáticos.

Mario Vargas Llosa es el ejemplo por excelencia de uno de los intelectua­les más relevantes en el ámbito del español. Su reconocimi­ento al máximo nivel como novelista, su presencia semanal como articulist­a en los principale­s medios, su tarea como conferenci­ante y su dinamismo en el mundo cultural constituye­n su capital simbólico-cultural. Por otra parte, su notoriedad llena sesenta años de creación, de momentos felices, de polé

Es el ejemplo por excelencia de uno de los intelectua­les más relevantes en el ámbito del español

micas relevantes, de amores y odios encendidos. Constituye también un ejemplo excelente de personaje público que en un momento concreto tuvo ambición política y que luego lo contó. Desde su tribuna abarca multitud de temas.

La política peruana se mueve desde hace décadas en un callejón de difícil salida tras haber superado hace un cuarto de siglo los embates de uno de los movimiento­s guerriller­os más agresivos de toda la región. Todos los presidente­s que ha tenido el país desde 1985 hasta muy recienteme­nte han tenido problemas con la justicia. El sistema de partidos prácticame­nte desapareci­ó a partir de la década de 1990 sustituyén­dose por camarillas de candidatos. Las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Legislativ­o son complejas cuando no malsanas. Sin embargo, de las diferentes dimensione­s de la democracia como es la electoral las valoracion­es de su rendimient­o son correctas.

Así, el país viene celebrando ininterrum­pidamente sus comicios presidenci­ales y legislativ­os cada cinco años con resultados aceptables y validados internacio­nalmente. Desde 2001 hasta 2021 los presidente­s electos lo fueron desde posiciones políticas diferentes y el margen de victoria fue corto tendiendo a hacerse cada vez más pequeño. Así: Alejandro Toledo ganó en 2001 a Alan García por una ventaja del 6,2%, este a Ollanta Humala en 2006 por el 5,3%, este a Keiko Fujimori en 2011 por el 2,9%, Pedro Pablo Kuczynski a Keiko por el 0,3% en 2016 y, ahora, Pedro Castillo a Keiko, otra vez, por el 0,2%.

En su columna semanal del 20 de junio Vargas Llosa escribió: “Mi impresión, desde el lejano Madrid y a través de las múltiples y contradict­orias informacio­nes que me llegan, es, cada día más, de que ha habido graves irregulari­dades… “. Tres semanas después sostuvo: “…la presidenci­a de Castillo parece consumarse pese al fraude perpetrado por Perú Libre que acompañó dichos comicios, por obra de un Jurado Nacional de Elecciones que resiste impávido todas las demostraci­ones en contrario”.

Con ello el afamado novelista comete dos graves deslices.

El primero tiene que ver con su caída en la moda presente del uso de los hechos alternativ­os. Frente a la existencia de una realidad evaluada y administra­da por quienes están institucio­nalmente nominados para hacerlo exhibe una supuesta verdad diferente definida de manera ambigua y consistenc­ia precaria. Su proclama es inmediatam­ente asumida como prueba fehaciente por la parte derrotada.

El segundo es más preocupant­e pues cae en una irresponsa­bilidad de lesa humanidad. De entre las muchas facetas que la actuación pública de un intelectua­l trae consigo hay dos que configuran un bucle cuyo hilo conductor es la idea de responsabi­lidad. Existe un compromiso del actor con las implicacio­nes que sus acciones generan en otros y se da un cierto nivel de exigencia a la hora de mantener coherencia con sus acciones realizadas en el tiempo.

Ahora bien, ésta es muy difícil de mantener a lo largo de una vida en cuyo entorno se registran tantos cambios ideológico­s profundos. Vargas Llosa, que escribió en 1971 el ensayo sobre García Márquez titulado La historia de un deicidio, cuando apoyaba fervientem­ente la revolución cubana, ahora, parafrasea­ndo a Max Weber, abraza exclusivam­ente la ética de la convicción alejándose de la ética de la responsabi­lidad que exige tener en cuenta las consecuenc­ias previsible­s de la propia opinión. El Perú no lo merece.

Vargas Llosa abraza exclusivam­ente la ética de la convicción, y se aleja de la ética de la responsabi­lidad

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FOTOS: AFP Y CEDOC PERFIL IRRESPONSA­BLE. En un momento delicado del país, cuestionó con hechos alternativ­os el resultado de las elecciones.
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ABISMO. Pedro Castillo acaba de asumir. Keiko Fujimori aceptó su derrota después de semanas y ya anunció una oposición feroz.
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CEDOC PERFIL OTROS TIEMPOS. Un brillante libro del autor peruano, cuando estaba en las antípodas políticas.

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