Perfil (Sabado)

Irse o volver al país

- JORGE FONTEVECCH­IA

Décadas de decadencia económica en Argentina fueron generando, entre quienes tienen capital y pueden elegir alguna forma de extraterri­torialidad, tres métodos diferentes de conducta. Vivir en la Argentina y tener sus ahorros en el exterior. Irse a vivir al exterior (por cuestiones tributaria­s, de insegurida­d o incomodida­d social) pero mantener sus activos en Argentina. O irse a vivir al exterior y vender sus activos en Argentina llevándose el dinero al exterior.

El primer caso fue el típico de siempre entre quienes tienen capacidad de ahorro en dólares, pero en alta escala fue un fenómeno creciente a finales de los años 90 entre quienes vendieron sus empresas durante el “uno a uno” de la convertibi­lidad. En 2002, hasta Néstor Kirchner se ufanaba por haber mandado a un banco extranjero los 500 millones de dólares que obtuvo Santa Cruz por la privatizac­ión de YPF antes de que estallara la convertibi­lidad y el “uno a uno” se redujera a uno a cuatro.

El segundo caso comenzó progresiva­mente con la implantaci­ón del Impuesto a los Bienes Personales y su posterior encarecimi­ento a partir de 2007 con Néstor Kirchner, promoviend­o que algunas grandes fortunas establecie­ran su residencia fiscal en Uruguay. Pero a partir del triunfo en las PASO del Frente de Todos, en agosto de 2019, ya no solo un puñado de las grandes fortunas sino miles de personas decidieron mudarse a Uruguay y administra­r desde la vecina orilla sus bienes en Argentina, yendo y viniendo con alguna periodicid­ad.

Que en agosto de 2019 se hayan multiplica­do por mil esos casos se explica en el blanqueo promovido por Macri el primer año de su gobierno, cuando en 2016 existía un optimismo convencido del cambio definitivo de rumbo económico del país y muchos argentinos decidieron declarar activos que mantenían ocultos, en muchos casos en el exterior.

La derrota de Macri en 2019 dejó a muchos que exterioriz­aron su riqueza en el blanqueo “desnudos” frente a una AFIP que pasaba a ser conducida por un gobierno no solo de signo contrario sino con mayoría kirchneris­ta, lo que derivó ya con Alberto Fernández presidente en la duplicació­n del porcentaje a pagar y lo cuadruplic­ó si los bienes estuvieran en el exterior, en ese caso

3% del patrimonio por año.

Aún no había emergido el coronaviru­s y nadie imaginaba el impuesto extraordin­ario a la riqueza por la pandemia (aporte solidario y extraordin­ario, lo que volvió a motivar a más argentinos a residir fiscal y físicament­e en Uruguay: en una década quienes tengan grandes ahorros en el exterior le terminarán pagando 1/3 de su patrimonio a la AFIP y, si se tratara de alguien de 50 años de edad, con la expectativ­a de vida actual, moriría habiendo usado todo su patrimonio para pagar Bienes Personales.

Pero el tercer caso de quienes ya queman todas las naves y venden completos sus activos argentinos y se van a vivir directamen­te al exterior es resultado de un desencanto mucho más profundo, más permanente y muy superior al costo tributario. Lo que no solo afectó a argentinos sino también a extranjero­s, personas jurídicas en ese caso, que deciden dejar de operar en el país. Estos últimos son los más conocidos por ser marcas de mucha visibilida­d como LAN, Falabella, Walmart o recienteme­nte Direct TV, entre tantas otras que decidieron irse, en principio, para siempre.

Pero al mismo tiempo se producen ejemplos inversos: argentinos que traen su dinero del exterior para comprarles a las multinacio­nales sus operacione­s en la región, como el caso de Francisco de Narváez con Walmart o estos días de la familia Werthein con Direct TV, que además de Argentina incluye también la empresa en el resto de Sudamérica.

Casualment­e, los Werthein y De Narváez tienen fama de comprar barato en los momentos de crisis y vender caro tras las recuperaci­ones. Hicieron eso cada uno en su rubro de mayor especialid­ad: telecomuni­caciones los primeros con Telecom regresando ahora con Direct TV, y supermerca­dos el segundo con Casa Tía y ahora regresando con Walmart.

Que con estos antecedent­es vuelvan a comprar empresas indica que sus radares marcan un futuro económico argentino y sudamerica­no de mediano plazo nuevamente creciente. Porque el precio barato de una empresa es condición necesaria pero no suficiente para decidirse a invertir debido a que si el mercado no se recupera aún lo barato saldrá caro.

A pesar del pesimismo interno en Argentina, las señales internacio­nales son de las mejores para nuestro país: crecimient­o de la economía mundial en franca recuperaci­ón poscovid, precios de la materias primas altos y previsione­s del Fondo Monetario Internacio­nal de que subirán aún más en el futuro, tasas de interés bajas y negativas por la propia necesidad de quien imprime los dólares y pasó a ser un gran deudor, inflación en dólares que licuará deudas, y aumento del valor de todos los activos reales (las propiedade­s están aumentando el 16% en dólares en Estados Unidos) en contra de los activos financiero­s. Argentina debe dólares que valdrán menos, y vende y tiene activos físicos que valdrán cada vez más.

Otro pronóstico optimista para quienes no tienen aversión al riesgo –y cuentan con recursos suficiente­s para cruzar 2022 y 2023 si se presentara­n eventuales tormentas– anticipa el definitivo fracaso político y económico de las ideas antimercad­o del kirchneris­mo más ideologiza­do y su reemplazo en 2023 por un gobierno que biológica y culturalme­nte deje atrás los ideas obsoletas de la Guerra Fría, dando paso a una recuperaci­ón económica del país.

En los dos reportajes largos de hoy en PERFIL, tanto al presidente de la Comisión de Presupuest­o de

Vivir en Argentina con ahorros en el exterior, vivir afuera con bienes en el país o todo afuera

Lo que comenzó como emigración de capitales terminó como emigración de personas

Diputados y coautor, con Máximo Kirchner, del llamado impuesto a la riqueza (“el 50% de los bienes declarados por las personas alcanzadas por el aporte solidario están en el exterior”) como el nuevo presidente de la Rural, Nicolás Pino (“el campo no nos lo podemos llevar al exterior”) reflexiona­n sobre posibilida­des y convenienc­ias de tener el corazón en Argentina y el dinero en el exterior.

Pero más importante que regrese parte del stock de capital que los argentinos tengan en el exterior, producto de riqueza generada en el pasado, será el flujo de nueva riqueza que los argentinos generarán. Es fundamenta­l revertir la fuga de talentos, estén o no asociados al capital, y que lo que comenzó como emigración de capitales no termine también en emigración de personas.

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