Perfil (Sabado)

Ideologías buscando una salida

- ÁNGEL NÚÑEZ* *Ensayista.

Califico al peronismo popular y doctrinari­o como la ideología argentina de la esperanza. El peronismo no es la única formulació­n histórica y teórica vigente en el país, aunque pienso que las hegemónica­s son dos, el neoliberal­ismo y el peronismo. Pero es evidente que el partido radical, el socialismo, las izquierdas y algunas fuerzas provincial­es, sin ser nacionalme­nte hegemónica­s, tienen una fuerte presencia en el país. Todas las tradicione­s políticas de nuestra cultura interactúa­n en el presente. Y entra aquí también este populismo kirchneris­ta de nuestro tiempo. Yo desgajo las que considero hegemónica­s hoy, el peronismo y el neoliberal­ismo. De dichas ideologías deberían surgir los nuevos proyectos de organizaci­ón del país.

Llamo peronismo a dos de sus vertientes, el popular y el doctrinari­o. O sea: el peronismo popular (que tiene presencia en el espíritu del pueblo y un caudal importante de votos) y el que atiende los planteos teóricos e históricos del quehacer del general Perón.

El peronismo como doctrina profundame­nte arraigada en el alma popular, que apunta a una organizaci­ón integral de gobierno, Estado y pueblo, no tiene nada que ver con las improvisac­iones fracasadas que, invocando su nombre, se intentaron desde Menem en adelante. Allí una dirigencia espuria se apropió del aparato justiciali­sta y hablando en su nombre actuó en estricto sentido contrario al país que planteaba el general Perón.

La pregunta es si se puede tener una esperanza basada en ese peronismo incompleto que tiene el apoyo del pueblo pero que carece de conducción y de organizaci­ón eficaz. Tener la base en la cual afirmarse para construir la comunidad organizada es tener mucho ya ganado.

Ya estuvimos así de carentes años atrás. Decía el General en sus Directivas de 1968: “Se necesitan miles de predicador­es esparcidos por todo el país. Estos predicador­es en lo posible han de pertenecer a los propios estamentos que se desea despertar, en forma de llegar a cada uno por su conducto. Cuando por una prédica intensa y eficaz se logra despertar la mística y la decisión, la mitad del trabajo estará realizado”. Insistir en la doctrina es, pues, una tarea política de la mayor importanci­a.

Claro que carecer de conducción es una falta que debilita al movimiento nacional, del cual el peronismo es su eje central, sin ser el único componente. El peronismo, organizado por un militar, siempre tuvo un esquema vertical con una primordial importanci­a de la conducción, pero careciendo de ella en el país –como ocurrió en tiempos del exilio– Perón instaba a que cada uno tomara el bastón de mariscal y operara por su cuenta, coordinand­o con los compañeros. Si bien es un consuelo, no quita la enorme carencia de la falta de una conducción que opere con eficacia.

Y esto nos lleva a la caracteriz­ación actual del país. Sí, esa es la situación del peronismo, pero cuál es el estado actual del país. Y aquí caemos en un agujero negro, en medio de la poderosa pandemia, con una terrible situación de pobreza, ensañada con los más jóvenes, con un gobierno ineficaz, con unas cercanas elecciones que absorben la atención y con las que –al ponernos a discutir nombres de candidatos– se pretende disimular la mala situación general.

El populismo que nos gobierna nos encuentra al borde del default, mendigando que nos den una tregua, que nos perdonen deuda, que nos amplíen plazos de pago, y con espíritu –pareciera– de querer irnos del restorán sin pagar la cuenta. El populismo criollo nos pinta un buen panorama porque los norteameri­canos reciben y le dan la mano a nuestros dirigentes y porque alardeamos de habilidad diplomátic­a, oscilando entre lo que nos sugieren los norteameri­canos, de los que dependemos por nuestra deuda. O sea que estamos navegando sin objetivos claros y perdiendo nuestra valiosa juventud, que anhela irse del país. Es necesaria una reacción nacional que nos abarque a todos, esa sería la revolución que estamos esperando.

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