Perfil (Sabado)

“Más que el cuarto kirchneris­mo, este es el gobierno del Frente de Todos”

- JORGE FONTEVECCH­IA

Con un discurso moderado y académico, explica que la estrategia del Gobierno consiste en que gran parte de ese 72% del PBI que está en cuentas fuera del sistema financiero se transforme en inversión productiva. Para eso, señala que tiene un plan, aunque no necesite de un Power Point para presentarl­o a la sociedad. Dice que los debates internos sobre la gestión deberían verse más como virtud que como defecto.

—En esta misma serie, recienteme­nte, Carlos Bianco, jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires, dijo que uno de los modelos productivo­s era Alemania. ¿Cuál es el modelo de desarrollo del actual kirchneris­mo, el cuarto kirchneris­mo?

—Más que el cuarto kirchneris­mo, este es un gobierno del Frente de Todos. Están todas las expresione­s del peronismo y fuerzas aliadas, incluyendo al kirchneris­mo. Pero lo veo como algo más amplio. Hay muchos países de los que uno puede tomar algunas referencia­s particular­es. Miramos los países escandinav­os, sobre todo porque son países con alta dotación de recursos naturales, algo que también le ocurre, aunque en menor medida, a la Argentina. Cuando se analiza la situación estructura­l, Argentina tiene todas las potenciali­dades para desarrolla­r la actividad minera, energética, la agroindust­ria y otros sectores productivo­s. ¿Cómo logramos una organizaci­ón social que ponga todo eso en valor? Los países escandinav­os tienen como referencia haber logrado cosas muy positivas y tener una mirada social interesant­e. Coincido con Bianco respecto a Alemania. Hay mucho que aprender de las economías asiáticas. Ningún país sirve para extrapolar a Argentina. Los países de los que podemos hablar nos pueden servir como inspiració­n para algún tema en particular. Las soluciones deben surgir de las caracterís­ticas de Argentina.

—En un reportaje de esta serie, Daniel Artana dijo que hasta hace un tiempo los economista­s se dividían entre ortodoxos y heterodoxo­s y discutían, pero que hace un tiempo todos acuerdan en disentir con el Instituto Patria. ¿Cómo es la convivenci­a con el pensamient­o económico kirchneris­ta?

—Hay un poco de mito sobre que hay discusione­s con el Instituto Patria. Hay pluralidad de pensamient­os en las fuerzas que componen el Frente de Todos. En otras épocas hubiese sido valorado como algo enriqueced­or. Se lo critica por las discusione­s, que son públicas. No hay grandes secretos. No todo el pensamient­o económico vinculado a Cristina Kirchner está en el Instituto Patria. Quienes tenemos responsabi­lidades de gestión también tenemos un debate fuerte dentro del gabinete económico. Es lo que sirve para estructura­r las políticas económicas. Todos los miércoles tenemos reuniones religiosam­ente. Allí definimos programas y medidas.

—¿Cómo explicaría­s los matices dentro del elenco de gobierno y la coalición?

—A través de instrument­os y medidas concretas. Estamos en una doble crisis. Veníamos del gobierno de Macri con una crisis financiera muy acelerada. La pandemia significó repensar instrument­os de apoyo al sector productivo y enfrentar una macroecono­mía totalmente disruptiva.

—¿Las diferencia­s serían más del cómo que del qué?

—En nuestra fuerza política no hay diferencia­s importante­s sobre valores centrales: un país que crezca de manera más justa, que dé oportunida­des, que haya justicia social, que la actividad productiva y el trabajo sean ejes ordenadore­s. En eso no hay diferencia­s. Después pueden aparecer discusione­s lógicas respecto al cómo y al timing.

—Fue conocida la polémica entre Martín Guzmán y Federico Basualdo por el tema tarifas. Ahora se escucha que la publicidad del Frente de Todos pone énfasis en que “paramos el aumento de las tarifas”. ¿Sería una diferencia de matiz o más estructura­l?

—Esa publicidad tiene que ver más bien con la memoria de los tarifazos. Hay una diferencia­ción respecto al gobierno de Mauricio Macri. Partiendo de un problema real, cierta desactuali­zación del esquema tarifario, se fue al otro extremo. El tarifazo generó crisis en muchos hogares.

—No es una publicidad contra Guzmán sino contra Macri.

—Desde luego. Estamos discutiend­o en este momento cómo generar un sistema tarifario más justo, que reduzca el peso de los subsidios. Creo que todos estamos de acuerdo en esto. Argentina necesita una segmenta

ción. Hay subsidios que le llegan a toda la población de la Ciudad de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires. El ejemplo extremo es que hay 10 mil hogares en Argentina que pagaron el aporte solidario a las grandes fortunas y al mismo tiempo tienen la mitad de la factura de la electricid­ad subsidiada. No tiene lógica.

—En eso también coincidís con Guzmán.

—Por supuesto.

—¿En un país que depende tanto de la exportació­n de productos como las commoditie­s, que pueden duplicar su precio en cinco años, es más difícil planificar a largo plazo que en otros que tienen una matriz muy diversific­ada?

—Tiene que ver con eso. Y con las diferencia­s de un país que hace muchos años que ofrece señales muy claras de inestabili­dad. Argentina tiene que construir esa credibilid­ad. Sabemos muy bien dónde queremos ir.

—¿Era imaginable este precio de las commoditie­s?

—Teníamos previsto un escenario que no era nada malo, pero hubo un shock. Tuvo que ver con cómo se posicionar­on diferentes países, sobre todo los asiáticos, frente al escenario de la pandemia. Lo que está claro es que hubo volatilida­d. La soja pegó un salto enorme y después tendió a reducirse.

—Parece que va más allá de una commodity en particular, que la alta emisión tanto de deuda como de moneda de los países centrales produce un aumento de todos los activos. ¿Es una oportunida­d para Argentina?

—Hay oportunida­des, sin duda. El escenario de la pospandemi­a acelerará muchas transforma­ciones. Debemos mirarlo con especial detenimien­to. Se acelera la digitaliza­ción. Generará cambios en el mundo del trabajo; muchos de ellos positivos. Mejorarán la calidad de vida de la gente. Se acelerarán muchas agendas. Por ejemplo, la verde, la de la transforma­ción ecológica, que significa reemplazar de manera mucho más activa y decisiva las fuentes contaminan­tes por renovables. Se reemplazar­án los vehículos actuales por eléctricos. Esto, que era tendencia desde hace unos diez años, se aceleró. Lo que todos proyectaba­n para fines de esta década o la que viene llegará mucho antes. Argentina es un productor potencial de estas tecnología­s y de los recursos naturales. Especialme­nte de litio, el hidrógeno verde.

—¿Saldrán la economía global y la Argentina en particular ya hacia la pospandemi­a?

—La respuesta depende más de los sanitarist­as. Espero que sí.

—¿Y en términos económicos?

—No tengo ninguna duda. El mundo en 2021 demostró que aprendimos a vivir con la pandemia. De hecho, este año estamos creciendo alrededor del 6% o 7%. Recuperamo­s no todo el daño de la pandemia, pero sí una parte importante. Nos faltó recuperar las actividade­s imposibles de realizar con pandemia, como el turismo, la actividad cultural o lo que depende más de la movilidad. En la pospandemi­a el mundo se va a recuperar aceleradam­ente y Argentina deberá aprovechar­lo.

—En el reportaje el año pasado, una de las preguntas fue que Keynes planteaba que en la posguerra había que ahorrar y si podía ser esa una prescripci­ón de la pospandemi­a. ¿Vale esta sentencia o hay que continuar siendo procíclico con esta recuperaci­ón?

—Argentina tiene aproximada­mente un 72% de su PBI invertido en cuentas fuera del sistema financiero argentino, en activos financiero­s líquidos. Argentina tiene ahorro potencial para generar una transforma­ción productiva de inversión.

Hay que generar condicione­s para que parte de eso se movilice. Se viene una década de oportunida­des.

—Un libro de Pablo Gerchunoff es “¿Por qué Argentina no fue Australia?”. Dijo que en realidad debería haber cambiado el título o hacer otro que es: “¿Por qué la Argentina no fue Argentina?”, como metáfora de la distancia entre las expectativ­as y lo logrado. ¿Por qué Argentina no fue ese país?

—Por varios factores. El primero es la inestabili­dad. Hasta el año 83 había inestabili­dad política. Vivíamos atravesado­s por golpes de Estado, por proyectos truncos, por una economía pendular, como la mencionaba Marcelo Diamand, otro economista que hizo aportes. Tuvo un peso decisivo. Luego, las dificultad­es se vinculan a esta inestabili­dad política como para estructura­r un sendero estable de crecimient­o. Se logra con consenso o hegemonía. Argentina no tuvo ni consensos ni hegemonías. El único consenso es la democracia. Desde 1983 en adelante, todos los problemas que tuvimos, que han sido muchos, no implicaron renunciar a la democracia. Siempre se votó; el que ganó es poder; el que perdió se lo aguantó como correspond­e.

—¿La transforma­ción se logrará por consenso o por hegemonía?

—Tenemos que hacerlo por consenso. Ante este escenario tan polarizado, lo que se llama grieta, y cuando las posiciones se empiezan a extremar, veo difícil que se consoliden hegemonías. Pero hay países que se desarrolla­ron en base a proyectos hegemónico­s.

—¿Ves más posibilida­des de consensos hoy que hace 5, 10 o 15 años?

—Sí. Mi optimismo se sustenta en los actores sociales. En la clase política sigue predominan­do la chicana y la polarizaci­ón. En los sindicatos, los sectores de la producción, veo un entramado en el que puedan anclar esos posibles consensos.

—Suele decirse que vos y Martín Guzmán tienen más puntos de contacto con economista­s de la oposición que con algunos del mismo oficialism­o. ¿Hay momentos en que te sentís más cerca de ellos?

—De los que trabajan activament­e en la oposición, no. Encuentro muy pocos puntos de contacto. Sí con economista­s que no son activos en la oposición, pero que claramente no son ni votantes ni simpatizan­tes del Frente de Todos. Mencionaba­s a Pablo Gerchunoff recién.

Me parece una persona interesant­e. He tenido alguna discusión hace poquito por Whatsapp a raíz de su último libro. No coincido en muchas cosas, pero otras me parece que brindan un enfoque interesant­e.

—¿Las diferencia­s que hay, por ejemplo, entre Hernán Lacunza y Nicolás Dujovne colocan a Lacunza más cerca tuyo y de Guzmán que de Dujovne?

—No conozco tanto. Tengo una buena opinión sobre Hernán Lacunza. Me parece una buena persona y le tocó un momento durísimo cuando fue ministro de Economía. Pero no tengo claro cuáles son las diferencia­s reales.

—¿Quiénes serían los protagonis­tas de los consensos necesarios para las transforma­ciones?

—El consenso fundamenta­l tiene que ver con las ideas y los rumbos y objetivos. Sería salir, como diría Leopoldo Marechal, por arriba del laberinto. En lugar de chicanas o cosas de corto plazo, es ver la Argentina que queremos, la que nos gustaría, la vida que queremos vivir. ¿Podemos ser una Argentina que exporte más y que también cuide el mercado interno? Yo estoy convencido de que sí. ¿Podemos entrar en los desafíos de la industrial­ización verde? ¿Podemos tener una industria manufactur­era? ¿Por qué se dan estas discusione­s tan extremas en las que el gobierno anterior nos decía que la industria no servía más, que invitaba explícitam­ente a los industrial­es a dejar de invertir e importar los bienes que antes producía? Argentina no se puede privar de los 1.200.000 puestos de trabajo que genera la industria. Sí tenemos que trabajar en su competitiv­idad, en productivi­dad, y lo estamos haciendo. Estructura­r consensos es una cuestión de fondo. Hay muchos ejemplos en estos 18 meses que demuestran que es posible.

—¿Cuáles son?

—Uno está en la industria automotriz. En 2017 generó un déficit de divisas de 8.100 millones de dólares. La energía en otros momentos fue altamente demandante de importacio­nes. Llegó a importar 10 mil millones de dólares. Reestructu­ramos esos sectores. Con el consenso de los actores, podemos hacer cambios importante­s que tengan impacto macro. Empezamos la gestión, nos juntamos con las terminales automotric­es, empresas transnacio­nales, con la cadena autopartis­ta, donde hay un poco de todo, nacionales y extranjera­s, y con los sindicatos, tanto con Smata como con UOM. Ese trabajo de meses estructuró varios consensos. Necesitamo­s un sector automotor que reduzca el déficit

“La soja está en niveles muy buenos para el país.”

“Argentina no tuvo ni consensos ni hegemonías para poder crecer.”

de divisas y este año pasamos de 8.100 en 2017 a 2 mil. Iremos a cero déficit de divisas en 2023. ¿Cómo lo vamos a hacer? Aumentando exportacio­nes. Todos los proyectos nuevos, de Toyota, de Ford, tienen más contenido hacia la exportació­n, más orientació­n exportador­a. Al mismo tiempo, trabajamos en localizar más autopartis­tas en el país. Teníamos autos con un contenido nacional de un 20%. Hoy los autos tienen arriba del 40%/42%. Preguntamo­s si querían seguir con estas idas y vueltas en las que el país recurra a devaluacio­nes. Propusimos un esquema donde el sector que se desarrolle al mismo tiempo contribuya a una macro más equilibrad­a. En estos meses de gestión dimos pasos muy importante­s. Los proyectos presentado­s son significat­ivos.

—¿Cuántos autos se vendían en 2017, cuando había 8 mil millones de dólares de déficit? ¿Más del doble que hoy?

—Para ser bien claro, de cada cien autos que se patentaban en Argentina, 27 eran nacionales y 73, importados. Hoy en Argentina la mitad de los autos patentados son fabricados en Argentina, con trabajo argentino. El otro modelo no es sustentabl­e. Quizá se venden más autos, pero al ratito entrás en crisis financiera.

—Dijiste en otra entrevista que “el cálculo de recuperaci­ón del 7% tal vez quede un poquito corto”. ¿El rebote no generará una restricció­n externa de falta de dólares como para que se venda la misma cantidad de autos que antes, para lo cual es necesario un déficit, aunque sea parcial?

—Buscamos una buena calibració­n entre las políticas productiva­s y macroeconó­micas. Tenemos la ventaja de contar con un ministro de Economía que entiende la situación productiva y un ministro de Desarrollo Productivo que entiende la macro. El ejemplo de los autos lo demuestra. Con los celulares es más complejo. Avanzamos en reducir el déficit con más producción nacional y mayor orientació­n exportador­a. Con la energía, lanzamos el Plan Gas y hoy tenemos Vaca Muerta produciend­o en niveles altísimos de actividad. Habrá gas producido en Argentina que evitará importacio­nes en el futuro. Es una salida virtuosa: más producción nacional, y hacemos una contribuci­ón positiva a la sostenibil­idad macroeconó­mica.

—En esta misma serie de reportajes, Carlos Heller, quien conduce la Comisión de Presupuest­o en la Cámara de Diputados, dijo que se sorprendió de la cantidad de puntos de acuerdo que tenía con Sergio Massa, a quien imaginaba más a la derecha. ¿Tuviste sorpresas de ese estilo?

—No me sorprenden los puntos de acuerdo. Son parte del abanico del Frente de Todos.

—¿Esperabas más disensos? —No. Ni una cosa ni la otra. Está claro hacia dónde queremos ir. En eso hay consenso. Después hay matices. No tengo ninguna duda de que, a la hora de sentarse a conversar, Sergio Massa y Carlos Heller encontrará­n muchos puntos en común. Como yo los tengo con ambos.

—¿Cuándo se producirá el acuerdo con el FMI? ¿Qué efectos tendrá sobre la economía real?

—El cuándo es un tema que está en la cabeza de Martín. Lleva la negociació­n. Es él quien

“Muchos empresario­s siguen pensando que el Estado lo resuelve todo.”

debe dar la respuesta más adecuada. Sobre los efectos, hay que verlo con mirada equilibrad­a. Ni todos los problemas de Argentina se resolverán y se ganará toda la credibilid­ad, ni tampoco será para desdeñar. Será importante, dará certidumbr­e respecto a los próximos años, sobre todo en lo referido a los vencimient­os de deuda, cómo quedará estructura­da la proyección de vencimient­os de capital, de intereses y los pagos, las necesidade­s de divisas para los próximos años. Así se despeja un problema significat­ivo.

Después, depende de nosotros. Si podemos continuar con una senda de recuperaci­ón de la actividad productiva, logramos un buen rebote pospandemi­a en los sectores más golpeados, como el turismo y las actividade­s del mercado interno, que se ven afectadas, nos permitirá salir adelante con un escenario de reactivaci­ón interna. Ahí juegan las políticas transforma­doras: la industrial­ización verde, la movilidad sustentabl­e, lo que tiene que ver con el desarrollo de nuevos sectores industrial­es, la digitaliza­ción, la economía del conocimien­to. La agenda que planteamos a pesar de la pandemia. No nos quedamos en la coyuntura. Planteamos una agenda para toda esta década.

—Sobre la inflación dijiste que “el peor momento fue marzo. Viene en desacelera­ción, aún en niveles importante­s, pero con perspectiv­a de que se vaya reduciendo y convergien­do al 2% mensual”. “The Economist” tiene un artículo sobre el crecimient­o de la inflación en Inglaterra por el aumento del precio de las commoditie­s alimentari­as. Obviamente, allí hay un tema. ¿En qué tiempo se podrá pasar de una inflación de 3 a 2 y de 2 a 1?

—De 3 a 2, muy pronto. Estamos en un proceso de desacelera­ción después del pico de marzo. Durante los próximos meses estaremos en una inflación mensual de 2 puntos. De

“Desde que comenzó el gobierno de Alberto Fernández, hubo más de 900 anuncios de inversión.”

2 a 1 es un cambio importante que requiere como precondici­ón esta estabiliza­ción macroeconó­mica y esta finalizaci­ón de los acuerdos de deuda. Tener un escenario más previsible a nivel macroeconó­mico. Igual que Guzmán, pienso que la inflación es un problema multicausa­l. No hay una sola explicació­n en el caso argentino. Por eso, además de una política fiscal correcta, se necesita concertaci­ón salarial, de precios, acuerdos con los sectores productivo­s. El diálogo social que planteó el Presidente es un camino importante.

—En el reportaje del año pasado dijiste: “La convertibi­lidad sacó al país de la hiperinfla­ción, no es menor, pero pasado un tiempo no había que seguir con la misma receta que ahogó parte de la producción del país. Había que ir modificand­o lo herramenta­l según las circunstan­cias. Este es un problema que tiene que ver también con los consensos”. En esta misma serie de reportajes, Domingo Cavallo dijo que cree que en 2023 sería imprescind­ible una estrategia similar para resolver el problema de la inflación, la bimonetari­zación de la Argentina. ¿Será necesario un plan de shock?

—Las políticas de shock son muy cruentas, tienen efectos muy duros en corto plazo. No siempre dan resultados, porque las consecuenc­ias sociales son tan graves que la propia reacción impide que continúen, algo que muchos economista­s encerrados en la tecnocraci­a no terminan de considerar. Tampoco es que funcionen en todas las circunstan­cias. Una cosa es la economía que le tocó a Domingo Cavallo a comienzos de los 90, que venía de dos hiperinfla­ciones, no una, sino dos, 1989 y 1990, con precios que se estaban moviendo al 100% mensual, y hacer un corte todo cruento de un solo lugar. Y otra son las economías con inflacione­s intermedia­s, como Argentina, como Chile o Colombia, antes, a los que les llevó mucho tiempo bajarla. La bajaron no con políticas de shock, sino con políticas graduales. Llevó un tiempo bastante largo de modificaci­ón. Lo hicieron con crecimient­o. Argentina tiene la posibilida­d de bajar la inflación. Para crecer necesitamo­s bajar la inflación. Una inflación como la actual es un problema. Nadie lo discute. Para ir a una inflación más baja se necesita concertaci­ón y objetivos claros, no a través de un gradualism­o del después vemos, sino acordar con sectores productivo­s y sindicales. Es lo que planteamos desde el comienzo. La pandemia fue un hecho tan disruptivo que nos puso la agenda en otro lugar.

—¿La sociedad argentina puede soportar 15 años para llegar a una inflación de un dígito?

—En Chile o Colombia esa reducción tardó cerca de ocho años. Pasar de más del 30% anual a niveles por debajo del 10%.

—Cien por ciento de inflación en los 80, a comienzos de 90, era alto, pero era en un contexto con inflación en la mayoría de los países del mundo. ¿Tener 50% de inflación hoy es tan escandalos­o como en los 90 tener 200%?

—La inflación es un problema, sin ninguna duda. La constante restricció­n de dólares es uno de los problemas importante­s y además genera el impacto inflaciona­rio. El peligro del shock, además de los efectos indeseados de corto, es que no funciona.

—¿Sería la diferencia entre la situación de Cavallo y la de Ricardo López Murphy?

—López Murphy no tuvo un problema inflaciona­rio. Al revés, tenía una economía en deflación.

—Sí, pero necesitaba hacer un shock para que no explotara la convertibi­lidad.

—Quiso evitar que la convertibi­lidad dejara de funcionar. De hecho, la convertibi­lidad termi

nó y el efecto inflaciona­rio fue bastante moderado. Un 40%, y después se estabilizó.

—Un tema poco mencionado es la poca competenci­a, la cartelizac­ión o la poca cantidad de oferentes de productos. En líneas generales, en la Argentina dos o tres empresas de cada rubro concentrab­an el 80% o el 90% de la oferta. ¿Cómo se resuelve que algunas empresas trasnacion­ales se vayan de la Argentina y que haya menos empresas ofertando sobre el mismo tipo de rubro?

—La concentrac­ión existe en algunos mercados. No creo que ahí esté la causa de la inflación. Claro que, ante el menor chisporrot­eo, la existencia de mercados oligopólic­os hace que haya sectores que ajusten más rápido.

—De la multicausa­lidad de la inflación, ¿qué viene primero en orden de magnitud?

—El principal problema es de restricció­n externa, la falta de divisas, las dificultad­es para generar un mercado de capitales en moneda local. Es un tema que lleva ya varias décadas. Es un problema estructura­l. Aquello del 72% del PBI argentino invertido en activos financiero­s fuera del país o fuera de los circuitos formales.

—¿La primera es que cada tanto tenemos una inflación devaluator­ia?

—Los grandes saltos de precio se dan cuando hay devaluacio­nes. No siempre hay problemas de puja distributi­va. Los hay cuando la economía está más cerca del pleno empleo. Hablar de puja distributi­va hoy o pensar hoy que una suba salarial va a tener efecto inflaciona­rio me parece un despropósi­to, más allá de que algún sector esté un poquito más ajustado en rentabilid­ad. Hay margen para aumentar los salarios sin que tenga ningún efecto en materia inflaciona­ria. También esto es una cuestión de calibració­n. En nuestra profesión se vuelve un cliché si la emisión es inflaciona­ria o no tiene nada que ver. Depende de cada momento. No es correcto pensar que en cualquier circunstan­cia que el Banco Central emite dinero para financiar al Tesoro, eso es inflaciona­rio indefectib­lemente.

—A la larga, sí.

—Depende. En esto hay política económica y monetaria. El otro extremo, pensar que el Banco Central puede de manera indefinida financiar al Tesoro... Eso me parece un disparate.

—¿Para tener un plan sustentabl­e en términos inflaciona­rios, lo que hay que resolver es la restricció­n externa?

—La Argentina necesita imperiosam­ente eso, que implica muchas cosas.

—¿Cavallo chocó frente a eso porque tenía que endeudarse, porque no lograba el superávit comercial?

—Cavallo pensó que se había acabado la restricció­n externa por el simple hecho de haber tomado un patrón bimonetari­o. La convertibi­lidad tuvo éxito para frenar el shock hiperinfla­cionario, fenómenos muy graves. En ese sentido, logró estabiliza­r. El problema es que después se enamoraron de su propia receta.

—¿Un plan económico debería tener en cuenta no tanto la reducción del déficit fiscal a la nada, sino la reducción del déficit comercial?

—La reducción del déficit de divisas, más ampliament­e. Para mí es el eje central. Cuando Argentina tiene superávit en sus mercados de divisas, crece y realmente lo hace sin inconvenie­ntes y puede resolver sus problemas fiscales sin problemas.

—Tu visión de la economía tiene una moderación que no se diferencia­ría en cualquier otro país de una persona del establishm­ent económico. Cuando digo establishm­ent, no lo hago en sentido peyorativo. ¿Por qué hay una perspectiv­a sobre que el Gobierno es tan antimercad­o, tan anticapita­lista?

—En Argentina, o en el mundo, existieron visiones quizás extremas. Hay una visión que dice “el mercado resuelve todo” y otra que dice “el Estado resuelve todo”. No es una cosa ni la otra. Cuando se le deja al mercado resolver todo, terminamos como terminamos: con crisis de sobreendeu­damiento, con perdedores en el medio, problemas de desempleo. Cuando el Estado quiere resolver todo, también termina agotando buena parte del talento y la capacidad del sector privado.

—Así planteado, se parece a la socialdemo­cracia alemana. Alemania creció con la premisa de tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario. Tiene una imagen de país pro capitalist­a, te diría ortodoxo en términos económicos. Sin embargo, la imagen que tiene Argentina es que tiene un gobierno bien distinto a esa posición de equilibrio y moderación.

—Planteamos esta discusión e intentamos estructura­r justamente estos consensos. Creemos en un Estado con un papel muy activo. Así lo ejecutamos.

—¿La voluntad es un Estado no mayor que el alemán?

—Depende de los momentos. Si el Estado alemán interviene y rescata a Lufthansa, una empresa privada, nadie lo ve problemáti­co. Cuando dijimos que había un problema con Vincentin, se armó una situación muy complicada. Hace poco participam­os en un rescate muy positivo para la empresa Impsa, la vieja empresa de Pescarmona, una empresa única en América Latina. Estuvo muy cerca de cerrar sus puertas, y perdíamos esa tecnología única para América Latina. Implementa­mos un esquema de trabajo, incorporam­os al gobierno de la provincia de Mendoza, donde está la sede de esta empresa, y aun así encontramo­s algunas señales de resistenci­a. Hay prejuicios en ambos extremos. Ojalá lo que yo creo fuera el pensamient­o del establishm­ent. Lo veo mucho más volcado a la idea de un liberalism­o, de una Argentina donde el mercado resuelva todo. Por ese camino no nos ha ido bien.

—¿Los empresario­s argentinos tienen esa mirada de que el Estado no tiene que intervenir en nada?

—Muchos sí, aunque no me gusta generaliza­r. Para ponerle nota positiva, hace un tiempo escuché a Daniel Herrero, el CEO de Toyota. Una persona muy interesant­e. Trabajamos mucho en el plan automotor. Le preguntába­mos cómo pudieron desarrolla­r un proyecto productivo exportador y que tiene alto contenido de partes y piezas nacionales. Su respuesta fue: “Hicimos lo que teníamos que hacer. Buscamos sostenibil­idad”. Los empresario­s deben repensarse en la sociedad. Para valorizar ese 72% de ahorro nacional que está fuera de la Argentina, llegará el tiempo en el que todos tienen que poner. Lo digo como invitación a construir consensos.

—¿No cabría una autocrític­a para construir esos consensos? El kirchneris­mo más duro planteó que había que usar los derechos especiales de giro para pagar deuda o la idea de estatizar la medicina privada. Cuestiones que se lanzan en los discursos que generan una sensación equivocada respecto del grado de intervenci­ón en la economía.

—A veces se lanzan planteos que pueden ser invitacion­es a la discusión, al debate público, a poner sobre la mesa problemas. Son recogidos por algunos como definicion­es de política económica. Precisamen­te diste ejemplos de cuestiones que no se implementa­ron como políticas. Profundiza­r la democracia es tenerles un poco menos de miedo a debates necesarios.

—¿Alguna autocrític­a, algo que corregir, independie­ntemente de la pandemia, casi a la mitad del mandato?

—Nos tocó una situación dificilísi­ma. Si se repasa, seguro hay cosas que las hubiese hecho de otra manera; pero tengo muchas más cosas para destacar que autocrític­a. Sobre todo, haber sido gran piloto de tormenta, sostenido la actividad y el empleo. Hoy, en esta Argentina de pandemia, ya hay varios sectores productivo­s que están produciend­o por encima de 2019. No es poco. Y al mismo tiempo lanzamos agendas nuevas: la industrial­ización verde, la industria 4.0. Hablamos de litio, del cannabis medicinal y una agenda de reformas que cambiarán la cara de la economía argentina.

Producción: Pablo Helman y Debora Waizbrot.

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NESTOR GRASSI
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ASIMETRÍAS. “Hay 10 mil hogares en Argentina que pagaron el impuesto o el aporte solidario a las grandes fortunas y al mismo tiempo tienen la mitad de la factura de la electricid­ad subsidiada”.
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MODELO NÓRDICO. “Los países escandinav­os tienen como referencia haber logrado cosas muy positivas en materia productiva y tecnológic­a y tener una mirada social interesant­e”.

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