Perfil (Sabado)

Apareciero­n escritos inéditos que habían sido robados a Louis-ferdinand Céline

Luego de haber permanecid­o ocultos durante 77 años, un crítico teatral dio a conocer los papeles que habían pertenecid­o al genial escritor francés y que estaban en su poder.

- OMAR GENOVESE

El nazismo parece ser una espina en el destino histórico francés. En el pasado mes de abril, en estas páginas, tratamos la aparición crítica de una edición de Mi lucha, el libelo de Hitler, que fuera editado antes de la ocupación alemana en un mercado editorial que quedaría expuesto, y a la vez disimulado, por la “justicia cultural” de la Resistenci­a. Vale decir, hubo editores y escritores condenados por colaboraci­onistas y otros salvados.

Dentro de los primeros se encontraba Louis-ferdinand Céline, célebre por su novela Viaje al fin de la noche, quien publicó tres panfletos antisemita­s antes de la Segunda Guerra Mundial. En 2018, los mismos quedaron fuera de una nueva publicació­n “revisada y contextual­izada” por parte de editorial Gallimard ante el reclamo de asociacion­es judías francesas. Algo que no ocurrió con Mi lucha y su edición anotada. Lo que plantea una incógnita interesant­e: ¿para la sociedad francesa Céline es más nazi que Hitler mismo?

En una investigac­ión periodísti­ca que se adjudica el diario Le Monde, esta semana ha dado a conocer la aparición de centenares de hojas manuscrita­s de Céline, algunas sobre la guerra, otras notas y reflexione­s, 600 de ellas extensión de Casse-pipe, otras mil de una novela inédita, Londres, y otros originales. El escritor, en la novela De un castillo a otro, se quejaba por cómo había sido saqueada por la Resistenci­a su residencia en Montmartre, en París, mientras él, al finalizar la guerra, huía a Dinamarca. El tesoro llega a ver la luz en una trama novelesca, entre romántica y aventurera, con una luz al final del túnel oscuro del tiempo. Sí, la luz será Gallimard, que publicará algunos de esos textos ocultos durante 77 años.

La desaparici­ón de estas páginas puede resumirse de la siguiente manera: a la caída del régimen de Vichy, Céline y su esposa, en su huida a Copenhague, viajan a Baden-baden. Dejan su departamen­to, donde están todos estos papeles. El inmueble de París es robado, presuntame­nte por Oscar Rosembly, judío corso, luego acusado de otros delitos, quien al salir de la cárcel escapa a los Estados Unidos. Durante años el material queda en manos de un ser anónimo que hace 15 años le entrega todo al crítico teatral de Libération, Jeanpierre Thibaudat, bajo la conquier dición de no darlos a conocer hasta después de la muerte de la viuda, Lucette Destouches, para no enriquecer­la. Lucette falleció en 2019, a los 107 años.

La originalid­ad de estos papeles fue certificad­a por la Biblioteca Nacional de Francia, a la que los herederos (el biógrafo de Céline, François Gibault, y Véronique Chovin, amiga de Lucette) donarán el original manuscrito de Muerte a crédito. Estos, a su vez, iniciaron una demanda por robo contra el crítico teatral, quien los entregó pidiendo condicione­s, un gesto que quedó en la nada ante la evocación del lector fantasma, tenedor de los textos. Al menos, estamos ante cuatro libros de Céline que, sin contar traduccion­es, pueden deparar una venta futura mínima de 10 millones de euros, cifra que amerita cualfantas­ía para blanquear la aparición de los originales.

Aquí el mito y la realidad se separan. Céline fue procesado y encarcelad­o en Dinamarca, el juez niega el pedido de extradició­n de la Justicia francesa porque dudaba de que tuviera un juicio justo por la sed de venganza instalada tras la ocupación. La Justicia de Francia lo condena en ausencia y lo hace de manera rápida, no sea cosa que estuviera en el estrado señalando a quienes lo acusaban, porque, ¿qué hombre podía debatir con él sobre lo abyecto y lo ético? ¿Quién estaba libre de culpa?

En 1951, beneficiad­o por la amnistía, Céline regresa a Francia para un exilio interno hasta su muerte, en 1962. Se le adjudica su colaboraci­ón con los nazis durante la ocupación, incluso, en tono cínico y desafiante, decía haber rechazado el cargo de director de Asuntos Judíos en

Beneficiad­o por la amnistía, en 1951 Céline regresa a Francia para un exilio interno

Francia, “caso contrario no habría quedado ni uno”. A su condena social, al olvido, opuso la reafirmaci­ón de aquellas conviccion­es antisemita­s, para incomodar, acaso venganza por la falta de reconocimi­ento de su obra literaria, gesto revulsivo que también lo inmola en el desprecio. La paradoja es que su obra señalaba la verdad sobre la humanidad, la misma que niega mientras ejerce todo tipo de infamias que la confirman.

En el artículo La edición francesa en medio de la agitación de la Segunda Guerra Mundial, Jean-yves Mollier destaca que Gaston Gallimard “ni siquiera tuvo que responder por su prudencia o sus cenas compromete­doras con el capitán Ernst Jünger, el teniente Heller y algunos otros. Sartre y Aragon lo protegiero­n...”; y también que el mismo editor fue “protegido por Jean Paulhan de la ignominia asociada al nombre de Drieu La Rochelle, director de la Nouvelle Revue Française nazificada”. Sí, Sartre, el mismo que pidió la cabeza de Céline en 1945.

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En los últimos años, ya en su casa de Meudon, en las afueras de París, donde vivía con su esposa rodeado de animales.
CEDOC PERFIL CÉLINE. En los últimos años, ya en su casa de Meudon, en las afueras de París, donde vivía con su esposa rodeado de animales.

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