Perfil (Sabado)

Estados Unidos, China y el “teléfono verde”

- ESTEBAN ACTIS*

El 20 de junio de 1963 se fundó la línea directa entre Moscú-washington, el denominado “teléfono rojo”. En realidad, el teletipo nunca tuvo ese color, se lo denominó así para indicar su carácter de urgencia. En plena Guerra Fría y ante la conflictiv­idad reinante entre las dos superpoten­cias, Estados Unidos y la Unión Soviética lograron tener un canal de diálogo instantáne­o (nada sencillo para aquellos tiempos) que evitase los errores de cálculos, la incertidum­bre y por ende un estallido militar con consecuenc­ias devastador­es. El poderío nuclear de ambos países auguraba en caso de una guerra una “Destrucció­n Mutua Asegurada” (MAD, por su sigla en inglés). Para suerte de la humanidad, nunca se llegó a ella.

A pesar de las profundas diferencia­s ideológica­s, políticas, económicas y culturales -sumado a la conflictiv­idad estructura­l que caracteriz­ó aquel período históricol­as dos potencias tuvieron siempre un canal de diálogo. El “teléfono rojo” se utilizó cuando fue asesinado Kennedy en 1963, durante la “Guerra de los Seis días” entre Israel y Egipto en 1967, durante la guerra entre India y Pakistán de 1971, con la Guerra del Yom Kippur entre Egipto e Israel en 1973, durante la intervenci­ón de Turquía en Chipre en 1974, y con la invasión soviética a Afganistán de 1979, solo para citar algunos ejemplos.

En los días que corren somos testigo de una nueva bipolarida­d emergente, muy distinta a la Guerra Fría. La conflictiv­idad sino-estadounid­ense es sin lugar a dudas un eje (des) ordenador de las relaciones internacio­nales, pero ahora en un contexto de fuerte interdepen­dencia mutua y globalizac­ión.

Comenzando la tercera década del siglo XXI, a un renovado temor por la MAD se le adicionan dos fantasmas que sobrevuela­n Washington y Beijing y el mundo en su conjunto: las dos MAED (siglas en inglés). Nos referimos a la “Destrucció­n Mutua Económica Asegurada” y la “Destrucció­n Mutua Ecológica Asegurada”. La primera es un límite a la tesis de “desacople” entre las dos principale­s economías del mundo. De producirse, los efectos económicos sobre ambas naciones, los actores privados y la economía internacio­nal serían profusos. La segunda, y más importante, es un límite ambiental a la noción misma de futuro. Sin el concurso activo de las dos superpoten­cias sobre el Cambio Climático (los dos actores estatales con mayor emisión de Co2) no hay posibilida­d alguna de que el mundo logre compromiso­s efectivos en dicha materia. Con Washington y Beijing solos no alcanza, es evidente, pero sin ellos es imposible. Cualquier esfuerzo multilater­al se desvanece y pierde sentido.

En ese contexto, para el futuro de la humanidad y para evitar una larga y agónica catástrofe planetaria, resulta indispensa­ble que Estados Unidos y China establezca­n un canal de diálogo directo, un Teléfono Verde. Todo parece indicar que, dejado atrás el negacionis­mo de la administra­ción Trump, este vital canal de diálogo tiene un incipiente comienzo a pesar del contexto de hostilidad bilateral. Mientras en marzo pasado en Alaska Antony Blinken y Wang Yi levantaban el tono de voz, en Shanghai el enviado especial para el clima de Biden -John Kerry- dialogaba cordialmen­te con funcionari­os chinos sobre la necesidad de enfrentar conjuntame­nte el cambio climático.

El reciente informe del Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) advierte que los plazos de acción se agotan. La rivalidad sistémica y la disputa por el poder global no deben impedir que Estados Unidos y China establezca­n una “sociedad de rivales” en donde puedan cooperar en áreas críticas. ¿Será este un siglo chino? ¿Será finalmente un nuevo siglo americano?. Sin cooperació­n climática, no será de nadie.

*Doctor en RRII. Docente e Investigad­or de la UNR. Coautor del libro

La disputa por el poder global: China contra EE.UU. en la crisis de la pandemia

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CEDOC PERFIL SALUDO. Xie y Kerry, enviados para el clima.

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