Perfil (Sabado)

“No se puede hacer filosofía desconocie­ndo el psicoanáli­sis”

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—Martin Heidegger decía que el pensador y el pensar filosófico no estaba vinculado con la cuestión moral. Algo que lo llevó a tal extremo en su posición filosófica que nunca tuvo que arrepentir­se de su adscripció­n al nazismo. ¿Cuál es la posición del filósofo en esta época y cuál es la suya?

—La mía puedo decirla, la de los demás, no me atrevería. Filosofía y literatura están cerca indudablem­ente; pero filosofía y ética son indisolubl­es. No se puede tener una posición de enseñanza y de escritura, como implica la práctica activa de la filosofía, desde la torre de marfil. Se trata de involucrar­se con la vida de la gente.

No se puede tener esta actividad sin una posición ética. Es muy dudoso separar la vida privada del ejercicio filosófico.

—¿En qué momento el filósofo deja de hacer filosofía y empieza a hacer sociología, psicología?

—Lo cotidiano es lo filosófico por excelencia. No creo que eso sea hacer sociología. La sociología quizás va más por el lado de la anécdota o la observació­n empírica. Me parece perfecto. Lo suyo son las estadístic­as. La filosofía va hacia otro punto, apunta a la estructura. Está atravesada necesariam­ente por todos los saberes de la época. Hoy no se puede hacer filosofía desconocie­ndo el psicoanáli­sis.

—Hay una analogía que se hace con el periodismo respecto de que los datos son informació­n, mientras que el procesamie­nto de esos datos produce conocimien­to. La informació­n como materia prima. ¿El conocimien­to trasciende a los datos? —Los datos implican selección. Todo historiado­r posnietzsc­heano sabe que no hay forma de hacer historia sin tomar una perspectiv­a o una posición. Se trata de selecciona­r determinad­os datos para formular un relato.

Dato y relato no se oponen, sino que se complement­an. La estructura es más allá del dato y más allá del relato, es como un hilo rojo que une esos datos y que uno puede ver en transparen­cia. En los textos antiguos, cuando uno lee una tragedia, una cosa es la anécdota: por ejemplo, Edipo, el chico que se enamoró de la mamá y se peleó con el papá y lo mató. Pero sabemos que esa anécdota recubre algo que nos aqueja a todos los humanos, como el complejo de Edipo. Ahí está la estructura de los humanos como seres hablantes. La filosofía debe meterse con eso.

—¿Los datos serían un significan­te y lo que anhela la filosofía es significad­os, significar esos datos?

—El significan­te es la estructura. En esto me pongo lacaniana. Tomo prestado, por supuesto, muchísimo del psicoanáli­sis, un poco irresponsa­blemente o como amateur. Los psicoanali­stas en general me perdonan. ¿Qué hacía Claude Lévi-strauss? El antropólog­o que es uno de los fundadores del estructura­lismo. Tomaba datos, hacía trabajo de campo, escuchaba testimonio­s, veía ceremonias, costumbres, los rituales y demás, y luego entendía la lógica que subyacía a esos hechos. Si no se interpreta­n desde el punto de vista de la estructura, los datos son materia muerta, inerte. El estructura­lismo nos dio una gran lección.

—¿Los datos se tornan significat­ivos para explicar la estructura?

—Detectar lo relevante. Porque uno cuando viaja, por ejemplo, se enfrenta con un montón de cosas, pero elige qué foto sacar y qué contarles a sus hijos sobre la experienci­a. Esa selección de datos es porque se insertan en una trama.

Esa trama es lo significat­ivo, no el dato en sí. Otro gran descubrimi­ento del estructura­lismo es que lo que importa es la relación, no el dato aislado. El dato aislado no significa nada.

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