Perfil (Sabado)

Padre Pepe: “El Papa está enojado por cómo se trató el aborto”

- JORGE FONTEVECCH­IA

Intérprete­s y ejecutores de la idea social del papa Francisco, los curas de las villas son una voz fuerte. Quien fue amenazado por narcotrafi­cantes y no reniega al momento de hablar de política y de los políticos, considera que su labor también marca que el país en su conjunto no puede resolver el problema de la pobreza. Para él, el Gobierno le habló en más de un momento a la sociedad con un lenguaje de clase media.

—Muchos periodista­s de PERFIL realizan trabajo voluntario comunitari­o en el Barrio 21-24, vecino a la editorial. Cuentan que, a veces, antes de la pandemia, cada tanto solía haber un llamado de un tal Jorge pidiendo por el cura de la parroquia. Cuando el sacerdote se acercaba y preguntaba: “¿Qué Jorge?”, la respuesta era: “Soy Francisco”, con un reproche cariñoso. ¿Es un mito que los llama para ver qué está pasando?

—Tiene un vínculo muy grande con nosotros que nació cuando era nuestro obispo. Lo mantiene con la frecuencia que puede más allá de todas las obligacion­es. Lo más común es que le escribamos un mail. Nos contesta enseguida. Hay un ida y vuelta, a pesar de la distancia y de las obligacion­es que tiene.

—Dijiste que “se lo critica con dureza al Papa, pero en realidad la propuesta de Francisco está dentro de la doctrina social de la Iglesia. ¿Por qué se lo critica de esa manera cuando las mismas cosas que dice las hubiera dicho otro Papa y se escucharía de otra manera?

—Quizás tenga que ver con la época que nos toca vivir. Es diferente el eco que podría tener en la época de Juan Pablo II o la de León XIII. Los grupos, ya sean de izquierda o de derecha, reaccionan ante estas palabras en forma diferente porque la época es otra. Una misma palabra pronunciad­a por la boca de Bergoglio hoy tiene una repercusió­n diferente de cuando la decía Juan Pablo II hace treinta o cuarenta años. Hay una buena parte de su prédica que es para todo el mundo. A veces pensamos que lo que está diciendo está referido particular­mente a la Argentina. No, les habla a todos los católicos del mundo y a los que no son católicos también. En realidad, aquí existe la tendencia de pensar que le está respondien­do a lo que dijo alguna autoridad.

—¿Entender así las palabras de Francisco responde a algo paranoico? Según cierta mirada, hay un vínculo entre paranoia y narcisismo.

—Puede ser. Es una época muy difícil. También en el orden de lo cultural, de lo espiritual. Es un error tomar el mensaje de Francisco y encasillar­lo en la propuesta de una persona. Hay que escucharlo y saber qué se puede aprender.

—Un importante jurista, en una conversaci­ón personal en off, me comentó que decir que la propiedad privada es un derecho de segundo orden es una obviedad. Que cualquier abogado sabe que es así. Pero dicho por el Papa y en la Argentina, con las de tomas de terrenos, pasa a tener un significad­o negativo. Lo que es urbi et orbi en la Argentina puede adquirir otro significad­o.

—Él habló ante la OIT. Es algo muy básico en la doctrina social de la Iglesia. El destino universal de los bienes sería el marco fundamenta­l de la doctrina social de la Iglesia. Después vienen los derechos. No se niegan, son secundario­s, dice Bergoglio. Juan Pablo II decía que existe una hipoteca social. Hay un gravamen que tiene que ver con el otro. Están diciendo lo mismo, pero ¿por qué leerlo desde la Argentina, cuando es un mensaje hacia el mundo?

—La vulgata de Marshall Mcluhan dice que el medio es el mensaje. Diga lo que diga, el mensaje es Bergoglio en la Argentina.

—Ser profeta en la tierra de uno es más difícil. Seguro.

—Cristina Kirchner estuvo reunida siete veces con Francisco. Son habituales las fotos sonrientes entre ambos y hasta se recuerda la camiseta de La Cámpora que le envió el Cuervo Larroque en febrero de 2016. Macri había cumplido dos meses como mandatario y viajó al Vaticano, y ese encuentro quedó marcado con las especulaci­ones de tono de frialdad que mostró Francisco en la foto y sus escasos 22 minutos. La última reunión de Alberto Fernández con el Sumo Pontífice duró apenas poco más, media hora. ¿Hay un mensaje en los gestos y las duraciones de los encuentros o es una sobreinter­pretación?

—La verdad que no sabría decir. Son signos que quedaron y muy evidentes. Pero no es algo de lo que hablamos con él.

—¿En tu conjetura son proposital­es? ¿Es una metacomuni­cación?

—Creo que no. Su mirada va en el sentido de recibir a todos. Pensando en cuando era presidenta la actual vicepresid­enta, diría que eran momentos difíciles en que quizás se trata de sostener un paso democrátic­o, poder transitar una Argentina más calma. Lo conocí más como arzobispo. Bergoglio siempre buscó el bien común más allá de las figuras partidaria­s o de los grupos políticos.

—¿Es correcto decir que el Papa es una persona progresist­a en cuestiones socioeconó­micas y conservado­ra en cuanto a valores morales?

—El Papa tiene una postura bien dentro de lo que significa la doctrina de la Iglesia. No está como separado. En doctrina social es la mirada de la Iglesia, del Evangelio. Lo mismo en la manera de vivir. En las villas hay algo que le llamó la atención: que nosotros vivíamos en el barrio. Sintonizó enseguida con esa manera de vivir la Iglesia. Nos apoyó mucho. Desde cómo vivencia a la Iglesia hasta su mirada de la política, de lo social, es realmente una re

“La clase política no puede explicar su ineficacia ante tanta pobreza.”

ferencia.

—En una época se decía que el “New York Times” o “Le Monde” se autodefiní­an como de derecha en economía, de centro en política y de izquierda en lo cultural. ¿La doctrina de la Iglesia es progresist­a en lo económico y conservado­ra en lo moral?

—No. La doctrina de la Iglesia será siempre la misma. Puede haber aggiornami­ento respecto a algunos temas. Pero su mirada de la vida política y social me resulta familiar, porque era su pensamient­o como arzobispo. No es que Bergoglio pensaba una cosa y Francisco piensa otra. Lo que nos comunicaba al clero de Buenos Aires y a los curas de las villas es lo mismo que predica en el Vaticano, quizás con otra perspectiv­a.

—¿Está enojado por la sanción de la ley del aborto?

—Creo que sí. En lo que está enojado es en el modo. Es un hombre abierto a la discusión de cualquier tema. Pero se discutió en medio de una pandemia en la que no se pueden tratar los temas como correspond­e. Intercambi­ando con él, es un tema del que los médicos no hablaron. No hubo oportunida­d de analizar el tema desde la ciencia quitando lo religioso. Se analizó el tema desde la grieta verde/celeste y se aprovechó un momento en que todos nosotros estábamos trabajando en cuidar la salud del barrio, en comedores, en la atención de enfermos. Fue un momento inapropiad­o para sacar el tema. Las dos fuerzas deberían haber esperado. Ya era un tema transversa­l y no se trataba de que un partido pensaba otra cosa. Deberían haber esperado. Es el planteo que también hacía el Papa. Se debería haber esperado a una discusión más profunda. Fue en una semana en la que sacaron varias leyes. Me tocó participar. Y no son debates en los que se pueda conversar. Más bien fue como hablar en un bar. Macri también convocó a un debate. Fue un poco más extenso; pero yo hablaba y muchos diputados miraban el celular. Un debate así no sirve. Y ahora que se hacía por Zoom, menos. Si hubiera salido luego de un debate serio y profundo, está bien. Pero no fue así.

—Los observador­es de la situación de las villas se dividen en dos grupos: los que consideran que hay al menos dos generacion­es que recibieron ayuda del Estado y se alejaron de la cultura del trabajo y otros, como Agustín Salvia, el director del Observator­io de la Deuda Social de la UCA, que sostiene que la gente quiere trabajar. ¿Cuál es realmente la situación?

—Hay un poco de cada uno. Es una realidad que no se genera trabajo en la Argentina. Antes de la última elección a presidente, los curas de las villas les pedimos a los candidatos que nos explicaran de qué manera iban a generar trabajo. Veíamos que el eje de la campaña debía ser una discusión sobre el trabajo. Cómo generarlo y capacitar a la gente. Finalmente, no fue el tema fundamenta­l. No hubo respuesta.

—No tenían un remedio para ello.

—Al menos no lo expresaron. Desde hace años vivimos esta decadencia del trabajo. Es muy difícil conseguir un empleo en blanco, encontrar empleo. La gente quiere trabajar, tal como dice Salvia. Cuando pensamos que se reabría todo este año, yo tuve un récord de anotados en la escuela de oficios. Todos quieren aprender algo para salir a trabajar. Eso, a pesar de que la persona quizás recibía un plan.

—¿Cómo sería comparado con 2002?

—Tiene cosas parecidas.

Estaba en la Villa 21 en esa época. El tema del trabajo había caído un montón. Las únicas que quedaban con algo de trabajo eran las mujeres que trabajaban en casas de familia. Los hombres que trabajaban en la construcci­ón no tenían ingresos. Por eso, cuando se puede realmente empezar a generar algún trabajo de construcci­ón, enseguida la villa empieza a tener movimiento.

—En 2002, en plena crisis, las universida­des encontraro­n el récord de inscriptos. La educación era la salida. ¿Notás que aquí pasa lo mismo?

—En los barrios hay una pelea constante por la dignidad. Se nota en gente que tenía un curso y se anotaba en otro curso para poder tener la salida a través de dos oficios. Cuando lo charlamos con los curas de las villas pasaba en casi todos los lugares: aumenta gente que quiere aprender un oficio.

—¿Predomina la depresión o el enojo?

—A veces es depresión, porque hay gente que no ve la posibilida­d de salir adelante con aquello a lo que estaba acostumbra­da. Si bien hay quienes nunca tuvieron la posibilida­d de un trabajo genuino, hay otros que sí. Hay otros que vieron trabajar a sus padres. Hay muchos jóvenes que quieren empezar a trabajar y no pueden, ven que su padre también perdió el trabajo. Genera angustia, tristeza. Hace tiempo que nuestra solicitud a las autoridade­s es de qué manera generar trabajo. Hay que ser creativos a la hora de generar empleo para la gente. La gente en los barrios muestra que tiene ganas de trabajar, ocupa el tiempo si está en alguna organizaci­ón social, como por ejemplo una cooperativ­a: limpian o arreglan las plazas. Hay actividad. La gente quiere hacer cosas. Es algo muy caracterís­tico de los barrios.

—Estuviste como cura de provincia en Campo Gallo, Santiago del Estero, y luego volviste aquí a San Martín. ¿Qué puntos de contacto hay entre la pobreza en las provincias del interior remoto y el Conurbano?

—Hay más pobreza en Santiago del Estero. Un paraje en Santiago del Estero quizás no tiene agua potable, electricid­ad, luz. Pero no están atravesada­s por la marginalid­ad. La droga y la violencia no son episodios que complican la vida de los jóvenes, ni de las familias. Hay otro modo de vivir que valoré mucho durante los años que estuve.

—Te planteo una opción para entender. ¿Quién tiene más chances de tener más

“Hace tiempo que nuestra solicitud a las autoridade­s es de qué manera generar trabajo.”

oportunida­des de una vida feliz? ¿Quien viva allí o en los barrios de la Ciudad?

—Para desarrolla­r ciertas cosas, como capacitars­e, hay más oferta cerca de la Ciudad. De hecho, la mayoría de nuestros barrios tienen población que proviene de esos lugares.

—Puede pensarse que por algo vinieron; pero también existe la alternativ­a de que sea un error.

—Vinieron y quizás tienen un hospital cercano o una parroquia con escuela de oficios. Respuestas simples, que tienen que ver con la vida común, de todos los días. Pero veo cómo viven los que están en Santiago. Es una vida mucho más normal, digna y simple.

—Daniel Arroyo dijo que los ejes de la contención social son las escuelas, las ONG, las mujeres empoderada­s y el trabajo de los religiosos, especialme­nte los curas villeros y algunos pastores evangélico­s. Recienteme­nte en esta serie de reportajes, el sindicalis­ta más poderoso de la Argentina, Hugo Moyano, dijo que es evangélico. En algunos países de América Latina son un poder político importantí­simo. ¿Cómo analizás ese crecimient­o?

—Es un movimiento muy grande con iglesias muy variadas. Decir “los evangélico­s” es hablar de un grupo muy numeroso. Hay un sector muy ligado a la política de derecha que irrumpió en América Latina, que tiene históricam­ente dictadores que llegaron a la presidenci­a en algún país de Centroamér­ica. A eso se suma la movida de los grupos más poderosos en Brasil y otros lugares, a través de la Iglesia Universal. Llegaron a tener un partido político, diputados que los representa. Un grupo complicado para la vida común y los lazos sociales en la región. Hay otro grupo que no tiene nada que ver, que son los evangélico­s que descienden de las Iglesias serias con que tenemos un trabajo ecuménico. Hay una sintonía muy grande. Los grupos protestant­es están más preocupado­s que nosotros por el crecimient­o de aquellos grupos.

—¿Hay posibilida­d de que aparezca un Jair Bolsonaro ante la sucesión de crisis y la desazón?

—Siempre es una posibilida­d. Ojalá que no ocurra, pero es una posibilida­d.

—¿La experienci­a de 2002 enseñó y tenemos antídotos ahora?

—No sé. Tenemos antídotos. No hubiese imaginado que en Brasil llegaría a tener un poder tan grande, tan financiado por los mercados. Pero lo tienen. Más allá del barniz de lo religioso, es una postura política disfrazada.

—En una charla de la Universida­d de San Andrés dijiste: “Hay dos negocios que están fuera de control: las armas y las drogas. Los curas villeros lo denunciamo­s hace mucho tiempo. Mientras discutimos si se baja o no la edad de imputabili­dad, no discutimos en serio quién maneja armas y drogas en el país”. ¿Cómo avanzó este tema? ¿La situación de 2020 era más grave en este sentido que la de 2002?

—En esto, el problema se tornó más grande. Cuando los obispos hablaban de la droga en el documento de Aparecida ya aparece la palabra “pandemia”. Es una pandemia que vivimos y sufrimos.

—¿La droga es una pandemia permanente?

—No se tomó conciencia. Las autoridade­s deben enmarcar esto como los obispos: como pandemia. Tenemos infinidad de casos en cada barrio de chicos que lo padecen. Hay familias que no saben qué hacer y necesitan una respuesta. No es solo a través de Sedronar. Nosotros alertamos sobre eso. Todos los ministerio­s deberían trabajar en eso. Es algo que le correspond­e también al Ministerio de Trabajo. Todos, inclusive la sociedad civil, las Iglesias, los clubes, debemos trabajar en esta clave y hacer prevención. Es importante que nos pongamos al hombro el tema.

—Definieron su método de trabajo como “recibir la vida como viene”. Lo explicaste como “el lema que Dios nos regaló en la prédica de Bergoglio el día de la inauguraci­ón del primer centro barrial es para nosotros una fuente inagotable de vida”. ¿Cómo es recibir “la vida como viene” en el contexto de la acumulació­n de caída económica y la pandemia?

—Esa frase que dijo Bergoglio la tomamos como lema de Los Hogares de Cristo que empezaban y nunca pensamos que se multiplica­rían tanto. Hoy hay unos doscientos centros en todo el país. Significa recibir a la persona sin pedirle tantos requisitos antes. Ni para la internació­n, para recibirlos, para buscarles un camino de recuperaci­ón. Si una madre adicta con hijos viene al centro barrial, hay que ocuparse de la señora y de los chiquitos. Lo mismo, un pibe que quizás estuvo años en la calle y que de pronto busca una mano para poder salir de la droga, con una historia complicada. Tenemos espacios para personas que contrajero­n enfermedad­es y están en situación de calle. Tenemos otros espacios para población trans. Recibir la vida como viene implica hacerlo sin requisitos ni prejuicios.

—¿Qué le sucede a la persona que llega a sus centros?

—Lo primero que siente es que es un ámbito en donde lo quieren. Es muy sanador.

—¿No te plantean “¿por qué, Padre, me pasa esto?, ¿por qué tengo esta situación y otros no?, ¿qué hice yo para merecer esto?”?

—La mayoría plantea que quiere salir.

—¿No le echan la culpa al destino, o a Dios?

—En general, son más personas muy religiosas. Un encuentro del Hogar de Cristo suele ser muy festivo, muy religioso en el sentido profundo de la palabra, de encuentro con Dios y con esperanza. Y muchos llegan con situacione­s realmente traumática­s.

—¿Hay mayor religiosid­ad en ese nivel socioeconó­mico?

—Lo que llamamos la religiosid­ad popular se mantiene. Tiene que ver con la procedenci­a. La gente de nuestros barrios viene del interior del país y tiene el acervo religioso o cultural de las provincias o del Paraguay. En la Villa 21 aprendí mucho del pueblo paraguayo, que tiene cualidades extraordin­arias; también los bolivianos. En la riqueza de la cultura de América Latina la fe tiene un lugar central en todo.

—¿No se trata de valor universal independie­ntemente de que vengan de otros países?

—Es universal, pero la explicació­n es que, al menos en los barrios nuestros, está reforzada por este origen también cultural.

—¿Te resulta peyorativo que muchas personas usen la palabra “pobrismo”?

—Sí. Es un mensaje equivocado sobre lo que nosotros hacemos, reconocemo­s y queremos. La clase política no puede explicar su ineficacia ante tanta pobreza. Entonces dicen que el papa Francisco tiene un mensaje de pobrismo o que los curas villeros favorecemo­s esa mirada, como dijo el candidato a vicepresid­ente de Juntos por el Cambio.

—O que el peronismo crea pobres para tener votos.

—Lo dijo alguien que estuvo 15 años en el peronismo. Evita dar explicacio­nes desde estos espacios que se generan en la política y que no responden a la idea por la cual los habían votado. Alguien que estuvo en un espacio político y se pasa al otro prefiere, en vez de dar explicacio­nes, decir que el Papa y los curas villeros predican el pobrismo.

—Juan Maquieyra fue uno de los jóvenes que discutió con Cristina Kirchner en la Universida­d de Harvard cuando era presidenta y luego fue director del Instituto

“La situación actual tiene algunas cosas muy parecidas a 2002.”

“El Papa está enojado con el modo con que se trató el tema del aborto.”

“Bergoglio siempre buscó el bien común más allá de las figuras o los grupos políticos.”

de Vivienda de la Ciudad en la gestión de Horacio Rodríguez Larreta. Dirige hoy la escuela política Fratelli Tutti en Roma cercana al Papa. ¿Seguiste su carrera? ¿Representa algo distinto?

—Hay una suerte de vacío en los partidos políticos. Eso permite que una persona se vaya de un sector político antagónico en un momento al otro. Sin ningún problema es aceptado, porque se trata de espacios. Se perdió la identidad. En cada espacio se encuentran personas que realmente trabajan y tienen una postura de servicio y de conocimien­to, como puede ser este caso.

—¿Te encontrás lo mismo en las dos coalicione­s?

—En cualquier espacio. Cuando uno se pone a mirar y conversar con muchos funcionari­os que nos visitan, se encuentra gente con muy buena voluntad. El problema es que la palabra espacios suplanta a la de partidos políticos.

—Parece algo vacío, como si fuese un lugar sin ligazón.

—A veces se pierde la identidad.

—¿Cómo le explicaría­s el lenguaje y la estética de la Radio Cristo de los villeros a un estudiante de Semiótica en una escuela de Comunicaci­ón?

—Cuando pusimos la radio, fue la forma de comunicar al barrio desde su misma identidad del barrio. Que tuvieran lugar de participac­ión. La misma gente del barrio empezó a hacer sus programas. Fue una manera de comunicars­e, escucharse y enterarse de cosas que pasaban en el barrio, que no se veían a través de los medios más importante­s.

—¿Había un problema de conectivid­ad o hablaban un lenguaje nuevamente de clase media y no llegaba el mensaje, independie­ntemente de que llegara la transmisió­n?

—Las dos cosas. Hay temas muy concretos del barrio, que es muy difícil que puedan abordarlos los medios masivos.

—En la página de la radio hay varias imágenes que vinculan al mismo papa Francisco directamen­te con el peronismo. Incluso hubo una controvers­ia sobre una foto de un niño junto a Juan y Eva Perón, que en su momento hasta Luis D’elía dijo que no era así. ¿Es una radio peronista que refleja la obra de un Papa peronista?

—Es una radio que expresa muchas cosas. Se encuentran diferentes posturas. Como los programas están hechos por la gente del barrio, muchas veces expresan maneras particular­es de sentir y ver. Los programas no son todos organizado­s por la parroquia.

—Allí, a los 47 años de la muerte de Perón, dijiste: “Fue más importante que los otros presidente­s porque llegó acompañado del pueblo que salió a la calle más allá del voto”. Y también dijiste que aplicó la doctrina social de la Iglesia, Juan Perón es un prócer comparable con José de San Martín o Manuel Belgrano y que fue la única experienci­a de gobierno verdaderam­ente popular. ¿Cuál es tu mirada entonces de los gobiernos peronistas posteriore­s: los de Carlos Menem, Néstor y Cristina Kirchner, el actual?

—El hecho más importante es que fue un momento en que el pueblo después convalidó en las urnas lo que masivament­e hizo en la calle. Eso le dio mucha autoridad a la votación democrátic­a cuando gana la fórmula Perón-quijano. Fue una presidenci­a donde el mismo Perón tuvo como discurso, y como fundamento de su gobierno, algo profundame­nte humano y cristiano. Habló de movimiento y hay una cita permanente de las encíclicas papales. En ese sentido quise destacar la figura de Perón el 1° de julio.

—Dijiste: “Desde el 76 no se recuperó la identidad que le daba una ideología clara y concreta”. ¿Todo el peronismo que vino después no representa la ideología original del peronismo?

—Representa algunos aspectos, pero no tiene esa identidad. Les pasa lo mismo al radicalism­o y al socialismo. Los grandes hombres que tuvimos, tanto de un partido como de otro, hoy sentirían que no se expresan sus ideas.

—¿Se espantaría­n Juan Perón e Hipólito Yrigoyen de ver en qué se han convertido sus partidos?

—No sé si se espantaría­n. Pero tendrían conciencia de que algo cambió. A veces deberían ser más auténticos y crear nuevos espacios.

—A pesar de las diferencia­s entre el actual peronismo y aquel, ¿te sentís más cerca de votar a candidatos de ese partido?

—Mi idea es votar a aquel que represente la doctrina de la Iglesia. Que se fije en los pobres, que tenga una mirada social mucho más abarcativa y estratégic­a, que sea inclusivo. Hay mucho corto plazo en las propuestas.

—¿Cuál es tu valoración de la experienci­a de gobierno de Cambiemos?

—En líneas generales fue bastante malo. Cabe ver la situación económica anterior a la pandemia. Igual pienso que son muchas décadas en donde no se encuentra el camino. Quizás el único momento en donde se empezó a encontrarl­o fue con la presidenci­a de Néstor Kirchner.

—¿Qué diferencia­s y similitude­s hay entre la teología de liberación y la opción por los pobres?

—La teología de liberación tiene en cuenta la fe vivida a través de los procesos que vivió América Latina. En Argentina, nosotros tuvimos algo que fue la “teología del pueblo”. Nuestros teólogos más importante­s fueron Lucio Gera y Rafael Tello. Tuvimos el paso del peronismo, una diferencia con respecto a otros países. Había una clase media bastante grande que se perdió. La posición de Argentina fue diferente por esos años de Perón y Eva Perón. En ese sentido es muy diferente al resto de América Latina. También su teología. La teología del pueblo hablaba más en esta sintonía con lo que vivía el pueblo argentino en su camino, que había logrado una mayor equidad que el resto de América Latina. Uno va a los países de América Latina, habla con sacerdotes o religiosas de Centroamér­ica y descubre que las brechas son grandes hace mucho tiempo. Nunca hubo equidad. Acá se perdió la que había.

—¿Qué fue para vos la figura de Carlos Mugica?

—Mugica para mí es un mártir. Murió por la fe vivida hasta las últimas consecuenc­ias. Tuvo una gran pasión por la Iglesia, y por el momento que le tocó vivir. Son las dos herencias que tenemos los curas villeros. Queremos a la Iglesia y a este momento que nos toca vivir. Intentamos brindar respuestas. Son épocas muy diferentes.

—¿Fue otra persona que “recibió la vida como viene”?

—Mugica era de Barrio Norte. Sabía que la droga era más común en el Barrio Norte que en la Villa 31, donde él iba a trabajar.

No era el tema del momento, que sí era el regreso de Perón y la liberación. Lo vivió con mucha pasión y su palabra representó a muchos sacerdotes, religiosos y laicos que se sentían interpreta­dos. Fue vocero de un grupo muy grande de sacerdotes. Hoy nosotros queremos dar respuesta a los desafíos que nos presentan las villas, que son mucho más grandes. También pensamos en las pocas posibilida­des que tienen hoy día nuestros barrios frente a lo que se vive en la sociedad. Queremos responder a problemas graves, como la droga o la violencia.

—¿Cómo describirí­as su influencia sobre Jorge Bergoglio?

—Para él incidió el equipo de curas de las villas: siempre remarcó cómo vivieron su fe junto a la gente, cómo siguieron estando en las villas a pesar de los momentos difíciles de la dictadura, de los momentos en que se quisieron erradicar. Lucharon por armar cooperativ­as y después en la democracia y continuaro­n acompañand­o todos los procesos. Siempre estuvieron al lado de la gente. Es lo que destacó siempre Bergoglio.

—¿Y monseñor Gustavo Carrara?

—Es un compañero al que Bergoglio le vio las caracterís­ticas como para que sea obispo. Hoy día es obispo y está dedicado a las villas. Conoce los barrios, sabe la dinámica de los barrios, conoce a los curas. Es un tipo muy profundo. Le hace mucho bien a la Iglesia. Fue una decisión realmente muy acertada.

—¿Hay algo que no te haya preguntado que vos quieras agregar?

—El mensaje de los curas villeros es vivir en el barrio, acompañar su vida. Es el lugar en donde estamos. No podemos generaliza­r. Sabemos que la vida de la Iglesia es mucho más grande. De hecho, se murió un amigo nuestro que es el padre Omar, un sacerdote extraordin­ario, en la clase media.

Trabajando en parroquias hizo mucho bien. Nos dedicamos a esta particular­idad que hoy día es muy grande, mucho más grande que la época de Mugica, porque las villas crecieron. En el Renabap dice que hay 4.500 barrios populares en toda la Argentina. Pero el trabajo de la Iglesia es mucho más grande, es silencioso.

Me gustaría que muchos sepan que no creemos que somos un equipo extraordin­ario. Somos simples curas que trabajamos ahí y que pertenecem­os a una Iglesia que está en toda la Argentina. Hay mucha gente muy buena trabajando en hospitales, cotolengos, parroquias y que hacen mucho bien.

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MARCELO DUBINI
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ÉPOCA. “Una misma palabra pronunciad­a por la boca de Bergoglio hoy tiene una repercusió­n diferente de cuando la decía Juan Pablo II hace treinta o cuarenta años”.
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TRABAJO. “Cuando este año pensamos que se reabriría todo, tuve un récord de anotados en la escuela de oficios. Todos quieren aprender algo para salir a trabajar”. MARCELO DUBINI

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